XXVII. Suzy.

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Suzy de cierta forma debía estar ahí, se lo debe a Kim Hae-jung.

La verdad es que nadie le pregunto si en verdad quería asistir a ese funeral.

Y si lo hubieran hecho, se habría negado al instante.

La cosa es que nadie sabe sobre ello, del funeral, ni de Kim Hae-jung, ni las cinco horas que pasó en la madrugada formulando una excusa para no asistir; no saben la verdadera razón de porque frenó sus actividades de trabajo ese fin de semana; Tampoco que tuvo que conducir hasta Busan antes de que el sol tocara el cielo de Seúl; no sabrán de las náuseas que tuvo todo el trayecto; ni los recuerdos que le hacían sentirse tan dispersa que vagó en piloto automático por un largo tiempo.

Y así es mejor.

Es mejor que las personas nunca sepan sobre Kim Hee-jung, ni de su inesperada muerte y su discreto funeral.

Si lo hicieran Ji-ji tendría que ser consumida nuevamente por un tsunami de momentos que han permanecido perdidos. Espera mantenerlos ahí.

Y estando ahí, imposibilitada de entrar a la funeraria, su cuerpo se ha refugiado en una banca de concreto. Dos horas pensando una y otra vez, que en los últimos años, nunca se ha detenido a pensar en Hae-jung ni siquiera como un recuerdo esporádico de media noche.

No recuerda su rostro, ni su voz, ni la forma en que solía llamarla, ni la primera vez que se dieron cuenta que existían en ambas direcciones.

Sólo llega la claridad de pequeña reminiscencias que hacen saber que en lo ondo de memoria Hae-jung existió tanto como existe ella misma. Y el sabor agridulce viene con ese entendimiento.

¿Qué clase de persona es capaz de olvidar alguien como Hae-jung?

Aún sabiendo lo decisiva que fue para que Suzy brotará y se esparciera dentro de tanga gente.

Han pasado tantas horas desde que le han llamado para informarle de su fallecimiento y en ningún momento Ji-ji se ha dignado en derramar una lágrima o ablandarse en una lamentación. Y lo peor de todo eso es que sabe muy bien que otras personas en su posición lo hubieran hecho sin pensarlo dos veces. Porque Hae-jung y su existencia terrenal tan corta era algo que no debía ser tan fácil de olvidar... Y aún así fue capaz de borrarla de toda la mancha de rostros, de voces, de recuerdos, de sensaciones, que se le hace muy difícil creer que vivió y que fue importante.  Se evaporó de forma tan fácil que no aparecía con el resto de verdugos nocturnos de las 3 AM que clamaban su nombre con profundas lamentaciones.

Es tan tonto que no entiende porque su cuerpo no reacciona. Se ha vuelto plomo y se ha fundido con el banco. Sus dedos se aferran con fuerza al filo de este y siente que pequeñas cicatrices se han marcado de forma permanente en sus palmas.

Hay una parte de ella que teme. Ji-ji no quiere que salgan consigo todos esos recuerdos que ha encargado de hundir bastante bien.  Si lo hace las profundas laceraciones que se ha tardado en cauterizar son capaces de abrirse y sangrar.

Y la cosa es que se ha vuelto tan fácil olvidar nombres y rostros.

Fue fácil dejarlos ir.

Fue fácil quemarlo todo hasta que fue carne chamuscada.

Pero es difícil moverse de ahí.

Aún cuando logra recordar lo amable que fue la voz de la madre de Hae-jung al teléfono.

Suzy debe esto.

Suzy debe muchas cosas.

Y hay una fila de cadáveres detrás de ella que aún esperan que pague.

Cuando las noches son de té y los días de lluvía| Suzé o SuséDonde viven las historias. Descúbrelo ahora