V. Rosie

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Jennie aparcó el auto de su madre junto a la entrada de Orange Island Coffee. Los últimos quince minutos de conducción desde el lugar donde vivía con su madre, hasta ahí, estuvieron plagadas de una charla anecdótica sobre su estadía en los Ángeles a comienzos del verano. Sucedió como un viaje de negocios; el productor Ryan Tedder consiguió a travesar los intrincados filtros impuestos por la empresa a las personas que querían colaborar con Blackpink. Mientras Lisa estaba ejecuntando los preparativos de su debut en solitario y Jisoo se encontraba en plena filmación de Snowdropp; Jennie y Rosie estaban lo suficiente "desocupadas" como para montarse en un avión que cruzar el Atlántico. Hubo mucha agitación en ese momento, la idea de poder hacer algo fuera de lo acostumbrado, lejos de los sombríos estudios de Black Label resultaba encantador. Tanto que incluso Jennie con cinco parches para la cinetosis no dejaba de rebotar emocionada en su asiento de avión. De hecho, fue la primera vez en que ambas estaban viajando juntas. Siempre se habían sub divido en los vuelos, en combinaciones bastante usuales; Lisa y Jennie, Lisa y Rosie, Jisoo y Rosie, Jennie y Jisoo. Entonces el volar con Jennie se convirtió en una nueva experiencia. Desde tomar su mano ante los movimientos bruscos, como intentar animarla al ver su piel sudar en color verdoso vomito.

Jennie fue quizás después de Lisa la primera persona que conoció en Seúl. Su primera amiga y la persona en la que más confió sus inseguridades como artistas y que le tendió la mano para fortalecer todas sus debilidades. Tal vez por eso tendía huir en dirección a ella cada vez que algo andaba mal. Adicionalmente el recuerdo de Los Ángeles, en pleno verano, en un clima húmedo, con personas que realmente no las que no tenía que cuidar tanto sus apariencias, fue como una reminiscencia agradable. Tanto como la agitación en su pecho al ver las banderitas de Pride plagadas en cada esquina lo logró alcanzar mirar. A pesar de incluso de la polémica que la gente generó al salir de una tienda para bebés.

—Tal vez pase navidad en L.A. —, Jennie dice con las cejas fruncidas. Incluso su voz parece demasiado melancólica, aunque eso es bastante usual en Jennie, ambas comparten ese anhelo por lugares en donde querrían estar. Ojala volver Melbourne otra vez, pensó.

El auto sigue estancando en la acera y el gentío sigue caminando apresuradamente. Es un contraste raro, por primera vez estar detenidas, observando como las personas se empujan en cadenas irrompibles. Siempre habían estado en movimiento. Desde aprendices, hasta ahora. Cinco minutos después seguían ahí. Afuera el frío zumbaba y llegó a pensar que su chaqueta no sería tan cálida para protegerla de las pequeñas ventiscas. Rosie estuvo conteniendo el vómito de palabras nerviosas arrugando su nariz.

Es uno de esos días en que su mente silbaba de manera transitoria de un momento a otro, de un instante a otro instante. Al mismo tiempo su nariz estaba comenzando a sentirse asediada por lo repulsivo que era para ella la máquina para café que la madre de Jennie tenía en su casa. De ahí fue el olor ajo muy fuerte en la calle, como cuando navegaba a través de las arterias de Incheon.

— ¿Sola?—, su pregunta sonó distante, más de lo que quiso denotar. Sus ojos estaban fijos en los últimos mensajes de su amiga Joan. No había tenido la oportunidad de salir con ella, así que estaba intentando concretar algún tipo de reunión con su grupo de amigas. Hablaba sobre salir en la noche a un nuevo bar en Itaewon y beber un poco mientras bailaban torpemente en la zona VIP en la que siempre terminaban atascadas por su culpa.

—Con mi madre—, aclaraba con bastante vaguedad antes de suspirar. —Lisa está enojada conmigo, por decimoquinta ocasión este año.

Luce muy frustrada cuando lo dice y Rosie deja de lado la tira de mensajes sin responder cómo ha ido su vida. Sus ojos se reducen a Jennie. Llevaba quedándose con Jennie y su madre, la señora Kim por los últimos dos días. Eso sirvió de mucho para estar al día con la novela dramática que tenían montada Lisa y ella. También para actividades como ver Netflix hasta que su cerebro ya no pensara en otra cosa que en alguno de esos Shows. Resultaba igual de des estresante que emborracharse hasta vomitar, como en esas fiestas americanas a las que fue en Los Ángeles. Esa ciudad sonaba tan remota que su viaje de a finales de Junio no se sentía como si hubiera sido ese año.

Cuando las noches son de té y los días de lluvía| Suzé o SuséDonde viven las historias. Descúbrelo ahora