XX. Suzy.

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— Hablo enserio cuando te digo que no tienes que ir…

Usó su hombro para apoyar el celular contra su oreja haciéndola ver en una extraña posición. Al otro lado de la línea la exhalación de Jangmi crepitaba como madera ardiente. Se movió un poco mientras se relamía el glaseado rosado de los labios. Una de sus manos sostenía un donut que le manchaba los dedos y el otro un termo de té de hierbas cortesía de Dabin; el calor calentó la yema de los dedos que se habían puesto tan fríos que los nudillos le dolían. 

Apenas eran las siete de la tarde y estaba atorada en el interior de una de las locaciones externas a dos horas de Seúl. Una especie de zaguán con un amplio espacio delimitado por un arco con puertas de madera y conectado a una valla de concreto. El polvo había teñido los bordes de los zapatos negros y eso no hacía más que hacerla sentir rara. Toda la decoración de este Choseon fantasma le provocaba cierta abstracción de la realidad; podría creer incluso que no era ella. No sabía si era porque estaba quedando loca de meterse en la piel de un personaje ficticio o porque llevaba rodando desde las 6 AM. Caminó un poco fuera de la línea de personas que estaban encargándose de volver ajustar todo el equipo de cámaras de nuevo. Llevaban una hora grabando la misma escena desde diferentes ángulos. El director no estaba muy convencido con el resultado; así que propuso dar un pequeño receso; Osawa Saemon era una persona con una visión bastante detallista de las cosas, Suzy estaba aprendiendo mucho de su forma de controlar al equipo, sobre todo la forma en que hacía que los actores jugaban para él. Eso lo hacía un tipo estricto y con una mirada glacial.

Había mucho ruido y no quería aturdir a Jangmi. Por un momento miró por el escote que se formaba en su camisa blanca de lino, quería asegurarse por décima ocasión que los sonidistas le habían quitado los micrófonos escondidos en su ropa. La escena se trataba de ese momento en que el personaje de Jisoo aparece de la nada tambaleándose empanada en sangre, después de una escena candente entre Kyeong-ju y María.

Dabin estaba a unos pasos de ella. Hacía un ademán de ponerle esa chaqueta abultada que estaba lo suficientemente cálida para aplacar el rechinar de sus dientes. Hacía un frío que mordía sus mejillas y la tela blanca mal abotonada sobre su torso era tan delgada que las pequeñas ventiscas la hacían parecer un perro Chihuahua con problemas de ansiedad. Y la falda plisada gris que llegaba a los tobillos tampoco ayudaba mucho, de hecho la tela era áspera cuando le rozaba la piel. Se talló un poco los ojos esperando la respuesta de Jangmi, que no tardó en aparecer.

— Te he dicho que no es necesario tu preocupación —, razonó con un tono que rayaba en un exceso de entusiasmo. Casi podía pensar que estaba chillando de emoción. No era del tipo de cosa que esperaría de ninguna de sus parejas o posibles pretendientes, sobre todo de alguien bastante ocupada. — ¡Tus tíos me aman mucho!

Ese último comentario hizo que Ji-Ji rodara los ojos. No había forma de decirle lo contrario. Había visto el fuerte impacto que la rubia causó en su familia a pesar de que ambas habían estado meses a distancia y su relación había quedado en extraño limbo entre sentirse que son algo y al mismo tiempo nada. 

— Lo sé —, dio un mordisco rápido a su donut sintiendo la dulzura antes de tragar y agregó: — Incluso creo que te aman más que a mí.

Pudo sentir cómo sus cejas se plegaron en una especie de ceño fruncido.

— Creo que eso se debe a que tengo un talento especial para hipnotizar a los Bae —, la burla sólo hizo que pusiera los ojos en blanco. —, podrían llamarme: << encantadora de Bae’s >>.

— Puede ser… — razonó dando un trago al té de hierbas que la hizo estremecer. El líquido caliente hizo que sus huesos se sintieran cálidos por segundos hasta que volvió a ser el mismo témpano de hielo. — O quizás Minjeongie tiene razón y todos nosotros estamos locos por las grandes mejillas.

Cuando las noches son de té y los días de lluvía| Suzé o SuséDonde viven las historias. Descúbrelo ahora