X. Suzy

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<<—Tenemos que ir a Daegu, ha muerto mamá— es lo que dice su padre después de colgar el teléfono>>

Verse reflejada sobre el cristal que protegía los fragmentos del corazón de Yu Sun-hee resultaba deprimente. No hay mucho que pueda decirse o mucho que pueda hacer para darse ánimos. Intenta ser dado caso, respetuosa con su abuela, con el resto de cenizas que descansa en el columbario "Eternal Rest Memorial"; estaba situado a las afueras de la ciudad, por el lado sur, lo que hacía que la afluencia de personas fuera mínima casi reduciéndola a ella y a su familia. Así que no importaba mucho si estaba con la cabeza descubierta, podía simplemente respirar tranquila ante la idea de que ninguna cámara la iba captar de esa manera. Estar ahí hace que la piel de gallina. Ha intentado silenciar el estremecimiento de su cuerpo, apretando más su mano envuelta en la otra. Dándose quizás el calor que quisiera que otra persona le diera. El lugar era frío, el brillo azulado reposaba las columnas y paredes blancas. Casi tan enfermizas como las del hospital donde su abuela falleció, el 24 de diciembre del 2001. Su-ji tenía siete años y recuerda todo con reserva, con la reserva con la que puede evocar un recuerdo lejano, algo que la marcó, pero que sigue estando más lejos. Al menos, ella no podría no olvidar aquella llamada en medio de la cena, aquella mirada que su madre tenía, como la de un gato en alerta, aquel sentimiento que comenzaba a asfixiar su propio pecho y aquellos labios temblorosos de su hermana Bin, cuando le había preguntado qué estaba pasando: <<Nada, vamos a recoger los platos y hacer la tarea en nuestra habitación, de prisa Ji-ji>> es lo que le había dicho, como siempre siendo la hermana mayor, la adulta en esos casos. Ji-ji no entendía la gravedad del asunto, ni lo mucho que cambiaran las cosas después de eso. Fue como presenciar ese horroroso vídeo que se tiñó en toda las noticias en septiembre. Fue desolador, fue un antes y un después.

John Green no es su autor favorito —en realidad lo es Truman Capote—, pero, hace algunos años, compró una edición especial de su primera novela: Buscando a Alaska. No era su novela favorita, fue un meh. Pero, poseía algo que Green había conceptualizado en la estructura de los capítulos: el antes y el después. Él mencionaba que todos estamos formados por un antes y un después en nuestra vida. Ji-ji creía que su antes y su después estaba en ese día, el día en que la abuela había fallecido. Otras veces pensó que había sido ese 24 de diciembre del 2000 donde se quedó atascada en la nieve con un tobillo torcido, persiguiéndola después de que perdiera la lucidez. Variaba, a veces creía que su vida estaba marcada por los 24 de diciembre. Lo pensó y pensó, sobre todo en las noches en que no podía dormir bien, cuando comenzaban a atormentarle pasajes de su vida donde equivocó. Al menos puede pensar que hay momentos en la vida donde te golpea tan fuerte que genera un impacto. Quizás eso ayude a pensar que ha cambiado, que ya no es la misma niña de hace muchos años.

Ji-ji quiere creer que ha crecido... Aunque no se ha hecho más sabía.

Lo triste ocurrió en los días posteriores, pensó, pues comenzó a extrañar la presencia y el sonido de su voz. Incluso si meses antes no le tomó importancia. Fue como si las letras que faltaban en esa canción siempre estuvieron ahí, solamente que no las notó. No pensó que la extrañaría tanto, como la extrañó, que le dolería tanto como le dolió. No se puede reprochar tenía siete años y era sólo una niña que apenas estaba empezando a formarse un juicio del mundo. Era como el inicio de Demian de Hesse, donde al principio, cuando el personaje principal era sólo un niño hablaba sobre dos mundos, una burbuja de orden bien estructurada, donde todo era claridad y la otra, la otra una burbuja de caos, donde todos tenían malas intenciones y podían ensuciarte el alma. Ji-ji también lo pensó a sí, que había dos mundos que no se tocaban pero coexistían en el mismo espacio, era lo que creía erróneamente antes que fue corrompida por ese lado. Fue cuando su padre dejó de ser un héroe para convertirse un extraño distante que ni siquiera podía pronunciar su nombre sin mirarla con pena, fue cuando la estructura rígida de su madre que le daba orden a las cosas y le mostraba la mejor forma de sobrevivir, se convirtió en algo cuestionable, entre los privilegios y el favoritismo. Y todo había comenzado cuando la abuela murió.

Cuando las noches son de té y los días de lluvía| Suzé o SuséDonde viven las historias. Descúbrelo ahora