II: Suzy

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Afuera llovía, eso es lo más memorable que recordaría de su tercer encuentro.

Afuera llovía y la madrugada derrapaba su furia en gotas llorosas sobre la ventana.

<<¿Cuántas veces esas fueron las que reemplazaron su propio llanto?>> suspiró casi deprimente aún turbada por el cansancio de sus párpados.

No recordaba mucho de su tercer encuentro.

¿Fue impresionante?

¿Fue desagradable?

¿Cuál fue el punto de inflexión que la hizo terminar ahí?

¡Ok, Ji-ji quizás recordaba un par de cosas!

Recordaba estar bajo una bruma iracunda que cegó totalmente su juicio.

Recuerda a Rosé, detrás de ella con el rostro aterrorizado y las piernas temblorosas. Recuerda al extremo receptor de su irá; un grupo de imbéciles.

Recuerda el puño de Rosé estampándose contra uno de ellos.

Sí, sin duda algo loco tuvo que pasar, sobre todo para que la conclusión sea que ahora está durmiendo en una cama que no es su cama, desnuda.

¡Un excelente resultado!

Rosé, eso fue lo primero que notó.

Lo segundo que notó justo después, fueron unos pies fríos. Eran intolerables. Ji-ji solía dormir con sus calcetines favoritos; los que tenían marsopas bordadas en sus tobillos. Un preciado regalo de navidad por parte de Sang, su hermano. Lo tercero, fue que podía sentir las tetas desnudas de Rosé contra su espalda. Mientras el brazo delgado pero firme se apretaba sobre sus costillas, como si quisiera quitarle el poco oxígeno que le quedaba. Cuarto, todo era culpa de Hyeri.

¡La iba a matar!

<<Ahora, ¿Cómo gestionaría esto un adulto responsable?>> maldijo.

Tampoco era la primera vez que Ji-ji se acostaba con alguien por una noche.

No era habitual, pero ahí estaban.

Aún era una mujer joven que disfrutaba del sexo, sin la responsabilidad de una relación.

Su política en cuanto a esto se reducía a salir de la cama y vestirse tan pronto sus piernas dejaran de hormiguear.

Si se quedaba adormecida, al menos intentaba levantarse antes de que la otra persona se diera cuenta. Era más fácil ser el sueño febril de alguien, que ser real y tangible. Pero esa vez ambas se habían pasado de champaña, como si eso desahogara cualquier problema, como si fuera la bebida de tregua. Se habían pasado, demasiado. Estaba con un tremendo dolor de cabeza, provocado por la resaca, las resacas no era habituales en Ji-ji, optaba por no emborracharse la mayoría del tiempo. Por otro lado su boca estaba seca y sus piernas pegajosas, como el resto de su cuerpo sudoroso. Apestaba a sexo, a adormecido y despechado, sexo.

¿No se suponía que la odiaba?

Ji-ji suspiró. Había un reloj en la habitación oscurecida. 5 AM.

¡Hora de irse!

Sólo tenía que quitar ese brazo alrededor de su cuerpo, moverse delicadamente, buscar su ropa y correr, muy, muy, muy lejos de Rosé.

Pero, no pudo.

Rosé se aferró a ella como a un osito de peluche, y después se removió al darse cuenta que Suzy estaba despierta. El sueño parecía consumirla un poco, como para no entender la gravedad de lo que había pasado.

Cuando las noches son de té y los días de lluvía| Suzé o SuséDonde viven las historias. Descúbrelo ahora