XXII. Allie.

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Auckland, 1997.

<< Can't we give ourselves one more chance...? >>

Allie miró a su padre detener el walkman. Ambos habían compartido auriculares, mientras veían al personal médico corriendo de un lado a otro.

— ¿Alguna vez te has preguntado por qué te he puesto tu nombre? —, Allie mira a su padre con atención. Hay veces en que él se pone meditabundo cuando escucha música.

Sus ojos se van muy, muy, muy lejos. Van hacía la luz de las lámparas. Allie piensa que eso lo va a dejar ciego. Su madre le ha dicho cientos de veces que no mire el sol, porque entonces ya no vería lo bonito que es el césped recién recortado o las caricaturas matinales de los sábados. Su padre luego la observa a ella. Se siente como una mirada ajena, llena de dudas que lo hacen sudar, iugh. Allie odia ver el sudor, le da asco, como los labios humedecidos con baba. Odia cuando su madre le da besos en la frente llenos de baba.

Él parece juguetón. Siempre se vuelve como Don Gato, de << Top Cat >>. [Don Gato y su pandilla].

Le codea de forma amistosa haciendo que Allie se sacuda. Tiene esa pinta de expectación que sólo hace cuando quiere que Allie comience a hacer preguntas curiosas, preguntas que él desea responder porque no tiene otra forma de apagar lo que sea que haga que juegue con la sortija de matrimonio en su dedo.

Pero... Allie sólo tiene cuatro años, ha aprendido el nombre de los colores en inglés, sabe leer las fechas de los periódicos sin tropezar, las vocales; aún no sabe el alfabeto, o por qué el sol hace que algunas personas tan pálidas como ella se pongan como camarones; tampoco sabe atarse las cintas de los zapatos, su padre tiene que agacharse a hacerlo, Allie se queja de eso, dice que debería usar zapatos con correas, pero su padre cree que si no lo intenta — el atarse los cordones —, tal vez se arrepienta después. ¡Aunque eso es mucho trabajo!, su madre tampoco puede atarle los cordones, por lo que debe evitar que se desaten. Tiene el estómago del tamaño de una enorme sandía que vio una vez en el supermercado, lo que hace que sea difícil agacharse. Aunque su padre mencionó que en un par de horas la sandía en su estómago desaparecería.

— No —, sacude con la cabeza con una genuina expresión de duda.

Su padre se lleva la mano al mentón. Lo acaricia de forma lenta, como si ese movimiento hiciera que el hámster en su cerebro comenzara a correr por la rueda; lo hace todo el tiempo en que aprieta ese botón imaginario con la flecha en retroceso que hace que puedan repetir cinco veces << Hakuna Matata >> en el VHS. Eso hace que se quiera reír, porque recuerda como su padre hace esa interpretación tan tonta de Pumba mientras cantan a todo pulmón. Su madre siempre se ríe de ellos, los llama << payasos >>. Su padre suele mirar a su madre de una forma muy bonita, ¡Cómo las películas que ve a veces en la TV!

— Cuando naciste tenía un nombre en mente: Park Sun-hee —, él hablaba al mismo tiempo que apretaba el botón que hizo que la canción volviera sonar. Su padre había traído el disco de Hot Space de Queen. Fue una elección que le llevó el tiempo suficiente como para que su madre se enojara mucho. Pero, ninguna de esas cosas importa a Allie. Hay una especie de cariño fluctuando en sus ojos cuando ve a Allie, pero, se pierde con facilidad en un ceño fruncido.

En el último año ha escuchado a su madre señalar que su padre tiene más canas en su cabello. También le ha dicho que han comenzado a salirle esas marcas moradas debajo de los ojos que hace que no se vea tan guapo como antes. Luce como el mapache que se coló en su basura el mes pasado.

A veces Allie no puede dormir. No quiere decir que son los fantasmas, ni los duendes. Pero, su padre tampoco parece dormir. Lo encuentra sentado de espaldas contra la barandilla del pequeño balconcito donde su madre tiende la ropa para que se seque en días cálidos; sobre todo cuando el día está bueno para lavar la ropa.

Cuando las noches son de té y los días de lluvía| Suzé o SuséDonde viven las historias. Descúbrelo ahora