Capítulo Veinte

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Casi tengo las manos congeladas cuando atravieso el estrecho sendero. Me olvido de ellas y continúo corriendo esquivando ramas, rocas y baches que parecen más acentuados por la oscuridad de la noche. La luna llena ha sido engullida por las espesas nubes provocando  que no se filtre ni una pizca de luz entre las ramas. Salto el último tramo y me freno a unos metros de su puerta para recuperar un poco el aire. Estudio cada rincón esperando ver alguna sombra o figura escondida tras los árboles que rodean la cabaña, suspiro aliviado cuando no veo nada. Sin embargo, no logro tranquilizarme y avanzo precipitadamente hacia la puerta. Llamo dos veces y el ruido sordo que se escucha al otro lado me hace ponerme aun más inquieto.

La puerta se entreabre unos segundos después y consigo vislumbrar su larga melena oscilando por el resquicio al mover la cabeza para ver quién ha llamado. Al asomarse por completo con la sorpresa y la pregunta dibujada en su mirada no puedo evitar acunar su cara entre mis manos notando cómo el calor de sus mejillas calienta mis dedos. 

—India, estás bien —suelto con un suspiro de alivio. Encuentro la duda en sus ojos sumada a una ligera inquietud y caigo en que es la una de la madrugada—. Lo siento, pero no tenía forma de ponerme en contacto con... —Vacilo un instante para luego atreverme a decir—: contigo.

India sostiene mis muñecas con delicadeza regalándome una sonrisa.

—¿Qué ocurre?

—¿Puedo pasar? Sé que es un poco tarde, pero es mejor que lo sepas.

Al entrar veo que el ruido se debía a un enorme cuenco de metal que yace delante de la chimenea. Ella se agacha para recogerlo mientras lo limpia con un trapo que hay en la mesa.

—Me había asustado. No esperaba a nadie a estas horas.

—Lo siento.

—El fuego casi está apagado, pero le servirá para caldearse un poco. 

Tomo asiento en la piedra que rodea la chimenea al tiempo que tiro con suavidad de su mano para que se siente a mi lado.

—Lo que te voy a contar va a significar un antes y un después para nosotros. —No aparta la vista de mí y las leves ascuas que se van apagando con lentitud hacen que sus azules ojos brillen con cierta luz. Asiente sin retirar la mano que todavía descansa en la mía.

Comienzo por aquella misma mañana contando por encima la recogida de los regalos y el camino hacia aquí. Hago un breve resumen de la historia de Priscila y Colen hasta llegar al momento en que le he enseñado la foto de él. Prosigo con lo ocurrido en mi casa y ella reacciona con una mueca significativa y un apretón en mi mano. Tomo una bocanada de aire para darme impulso y contar la parte final, por qué estoy aquí y lo que había planeado confesarle unas horas antes.

Al terminar India se endereza, colocando la espalda hacia las cenizas que se van formando, lleva su mano hacia su regazo y centra la atención en la jaula que descansa bajo la ventana. Espero que declararle esto no suponga un impedimento para seguir tratando a Priscila ahora que estamos tan cerca de una recuperación total.

—India. —Su silencio y la ausencia de su reacción me está resultando más complicado de lo que creía.

—¿Piensa volver a casa a estas horas? —cuestiona con un hilo de voz.

—Claro. —Sacudo los pantalones a la altura de los muslos con nerviosismo al ponerme en pie—. Por supuesto, me voy ahora mismo.

—Será un coronel de hielo antes de que llegue a su coche. —Ahora es ella la que sujeta mi mano y tira de ella, la miro desde arriba descubriendo el tono suave y divertido de su voz—. No era una invitación para que te marcharas.

La magia que busca el coronelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora