A pesar de su determinación de ser más cauteloso, con Kate era imposible.
Estaba tirado sobre la superficie de su escritorio, con el culo desnudo presionado contra la madera lisa, aspirando entrecortadas bocanadas de aire mientras bajaba de la sobrecarga sensorial por la que ella acababa de hacerle pasar. Ella estaba sobre él, recuperando el aliento, con la cara enterrada en su cuello. Las yemas de sus dedos recorrieron lentamente sus brazos arriba y abajo, un gesto ausente que ella parecía necesitar tanto como él para sentirlo.
Nunca había permitido este tipo de cosas antes. Una vez que terminó el sexo, las intimidades no fueron bienvenidas hasta que volvió a sentir la necesidad. Pero no podía decirle a Kate que se detuviera, no podía pedirle que se fuera. Mentalmente retrocedió ante la idea de hacerlo.
—Sabía que tenías una boca talentosa —murmuró Kate contra la piel sensible de su cuello. -Pero realmente me he estado perdiendo de esa polla.
Gruñó indistintamente, todavía un poco mareado por la fuerza del orgasmo que lo había atravesado. Ciertamente lo habían montado antes, pero nunca había tenido una mujer que lo hiciera después de empujarlo sobre su propio escritorio y amordazarlo con un informe de gastos arrugado.
Después de obligarlo a quitarse cada pieza de su ropa solo con su boca, lo tomó desprevenido, enganchando su pie detrás de su rodilla y usando su propio peso contra él. Casi se partió la cabeza con la superficie de caoba, pero en general, consideró que la posible lesión cerebral era un precio justo por el gozoso placer alucinante que había seguido. Le gustaba burlarse de él, de su vicioso knyazhna, de sacar su anticipación y necesidad hasta que no fuera más que un pulso martilleante y terminaciones nerviosas en carne viva. Pero cuando finalmente lo dejó correrse, la liberación fue más grande que nunca antes.
Levantó la cabeza cuando Kate salio de encima de él. Se peinó, vio a Mikhail observándola mientras lo hacía y apartó la mano de un tirón.
Se sentó. -Tu cabello es perfecto, Katya.
-Lo sé, solo... tengo que comprobarlo. -Un ligero rubor tocó sus mejillas y apartó la mirada de él.
Él no podía quedarse así. -Todavía escondo comida. -dijo.
-¿Qué?
Deseó no haber hablado, pero ya era demasiado tarde. -Todavía escondo comida. Cuando yo era niño, nunca había suficiente. Cuando había sobras para robar, escondía lo que podía, generalmente pan, pero a veces cosas empaquetadas.
-¿Todavía haces eso?
El asintió. -Solo paquetes sellados. Y siempre en... lugares comprensibles. Cajones de escritorio. Mesas.
-¿Tienes alguno escondido aquí?
-Sí. -El cajón inferior izquierdo. Un tarro de cacahuetes tostados, escondido detrás de varios archivos. No tenía intención de comérselos nunca. Tenía mucha comida en su cocina. Podía comer en los mejores restaurantes cuando quisiera. Pero se sentía mejor sabiendo que estaban allí.
-Bueno, entonces no puedes juzgarme por tocarme el pelo. -Inmediatamente volvió a peinarlo con los dedos, luciendo desafiante y frágil a la vez.
-Nunca te juzgaría por eso.
Su expresión se suavizó y su mano se apartó de la nuca. Después de una pausa momentánea, dijo. -Me voy a duchar.
-Te lavaré. -Se levantó para seguirla.
-Está bien, pero no mojes mi cabello esta vez.
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"Preferential Treatment" (Trato Preferencial) Traducción
CasualeUn hombre en la cima del mundo. Mikhail Volkov comenzó su vida como huérfano, criado en la más absoluta pobreza al margen de un imperio que se desmoronaba. Ahora es el gobernante de su propio imperio, fundador y director ejecutivo de Domovoy Technol...