16| Amigos con derechos

164 12 1
                                    

Caleb

Estoy confundido.

Eso es en lo que llevo pensando desde que nos fuimos de Jennings. Elena y yo no hemos hablado sobre lo que pasó anoche, pero creo que deberíamos hacerlo.

¿Y qué vas a decirle? ¿Que te mueres por volver a repetirlo? Espera, eso ya se lo dijiste.

Precisamente por cosas como esta estoy confundido. Creo que anoche llegué a mi límite con Elena. No soportaba más ese tira y afloja en el que nos estábamos viendo envueltos. Se supone que debemos fingir ser pareja, pero siendo amigos. El problema es que creo que no puedo seguir siendo su amigo. No después de lo que hemos hecho. Creía que iba a acabar volviéndome loco.

Y al final creo que lo hice.

La confesión de Elena fue suficiente. Es evidente que ella se siente igual de atraída por mí que yo por ella. No puede ocultarlo, ni yo tampoco.

Cuando paro el coche en la puerta de su apartamento, Elena me mira. Está tensa. Sé que está pensando en lo mismo que yo.

—Gracias por venir a Jennings —dice.

Yo no respondo enseguida.

—Elena, creo que deberíamos hablar... de lo de anoche.

Ella desvía la mirada a su regazo, donde están sus manos. Aun así, me sorprende ver que no juega con ellas ni mueve su pierna. No es nerviosismo lo que veo, sino... ¿arrepentimiento? Joder. Me lo esperaba todo menos eso. Quizás no haya sabido interpretar a Elena, después de todo. ¿Y si la hice sentir incómoda? ¿Y si en realidad no quería? ¿Y si solo lo hizo porque se vio forzada...?

—No debí decírtelo. —Su voz me devuelve a la realidad—. Es obvio que no querías lo mismo que yo. No tenías por qué hacerlo...

—Elena —la interrumpo antes de que siga diciendo estupideces, pero ella no me escucha.

—... A lo mejor no querías y lo hiciste solo para que yo...

—Elena —digo demasiado brusco. No puedo seguir escuchando estas tonterías. Ella se calla y me mira. Tiene cara de sentirse culpable, y no lo soporto—. ¿Me estás diciendo que de verdad piensas que no quería hacerlo?

Ella no responde, pero su expresión me lo dice todo.

—Joder, Elena. Estás más ciega de lo que pensaba —digo pasándome las manos por el pelo. Sin embargo, pienso en todo lo que pasó y recuerdo un momento en particular—. Lo que más me jode es que tú no tienes la culpa.

Sé que ella adivina de lo que estoy hablando cuando vuelve a dejar de mirarme.

—Mírame, Elena —le pido. Ella lo hace. Sus ojos azules me destrozan. Ella fue sincera conmigo anoche. Supongo que ahora me toca a mí—. Voy a decirte algo y necesito que te lo creas.

Ella traga saliva.

—No me arrepiento de nada de lo que hice anoche. No hay nada que no haya querido hacer. Te besé en aquel baño porque no pude ignorar lo atraído que me sentí por ti en ese momento, y no sabes... —Cierro los ojos, recordándolo. Después vuelvo a abrirlos—. No sabes lo que hiciste, Elena. El día de la gala estuve a punto de besarte en el photocall. Y lo que pasó después... Joder, Elena. No puedo olvidarlo. No he podido dejar de pensar en ti desde el día que Christian te llevó al estudio. Y no creo que pueda dejar de hacerlo después de lo de anoche. Así que, por favor, dime que tú tampoco te arrepientes de nada.

Para cuando termino de hablar, Elena tiene la cara completamente roja. Tengo el pulso tan acelerado que parece que acabo de subir treinta pisos.

—Yo tampoco me arrepiento de nada, Caleb —dice con un hilo de voz. Yo suspiro—. Pero esto que hay entre nosotros no es... solo amistad. Los amigos no hacen lo que nosotros hicimos anoche.

Amor a media vozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora