2| Más problemas

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Minimaratón 1/2


Caleb

Al despertarme al día siguiente, lo único de lo que soy consciente es del dolor de cabeza que tengo. Acudo al cajón de las pastillas y me tomo un ibuprofeno. Me lamento de mi existencia mientras me escondo un poco más bajo las sábanas. ¿Por qué tuve que considerar la puñetera oferta de Ben? Podríamos habernos quedado en mi casa. Haber tocado o ensayado alguna canción.

Joder, podríamos haber retocado la canción que quería Alexander.

Ahora, en su lugar, tengo un dolor de cabeza monumental que no va a hacer más que empeorar en cuanto vea a Christian. Seguro que se ha enterado de nuestra escapada, aunque todavía no he visto ninguna noticia en las redes sociales. Tras entrar en Instagram y Twitter y comprobarlo, suspiro aliviado.

Cuando veo la hora que es, me obligo a salir de la cama y vestirme a toda prisa. Son las once. Habíamos quedado con Christian a las once en el estudio. Joder. Joder. Joder.

Me pongo los primeros pantalones vaqueros que pillo y una camiseta negra de manga corta. Cojo las llaves del coche y acelero todo lo que puedo. Aparco en la puerta y le doy las llaves al cochero, que acude a mí enseguida. Miro la hora: son las once y siete minutos. No llego tan tarde.

Cuando traspaso las puertas de cristal, Ben y Alex ya están ahí. Pero no hay nadie más. No hay rastro de Christian. Ni de Nick. Todo está... vacío.

—¿Dónde está Nick? —pregunto.

—No lo sé —dice Ben. Su cara no tiene buen aspecto, y supongo que la mía tampoco—. Hemos llegado hace dos minutos. Tampoco está Christian... ¿Dónde te metiste anoche?

Y entonces lo recuerdo. La chica del baño. El beso.

—Fui...

—Ah, ahí estáis. —La voz de Christian nos llega cuando las puertas de cristal se abren para él, y no me he alegrado tanto en la vida de volver a verlo—. Os tengo una gran noticia. —Se acerca a nosotros con paso renqueante, como si quisiera postergar el momento—. Nick se ha ido.

—¿Cómo que Nick se ha ido? —pregunto.

—Lo que oís. Ha dejado el puesto.

Joder, y lo dice tan tranquilo. Nick, además de ser el recepcionista del estudio, es el ingeniero de grabación. Y creo que no hace falta que lo aclare, pero sin ingeniero de grabación, no hay música. Y estamos a un puñetero mes de que empiece la gira.

—¿Me estás vacilando? —pregunto.

—¿Y qué se supone que vamos a hacer ahora? —Alexander mantiene la calma, a pesar de la situación.

—¡No vamos a encontrar un ingeniero de grabación antes de la gira! ¡Es... prácticamente imposible! —Ben entra en pánico.

—Entonces, me alegro de que las casualidades existan, porque acabo de encontrar a la persona que estamos buscando —dice Christian risueño.

Cuando sale del estudio, me pongo de los nervios. Me adentro en el pasillo que lleva a la sala de grabación, de manera que no veo nada de la recepción. Al mismo tiempo que cojo una respiración profunda, hundo los dedos en mi pelo, echándolo hacia atrás. Esto no nos puede estar pasando. No a nosotros. No a un mes de la gira. No necesitamos a nadie nuevo. Nadie va a acostumbrarse a cómo funcionan las cosas aquí en solo un mes. Bueno, veintinueve días, para ser exactos.

Cuando escucho las puertas de cristal abrirse de nuevo, gruño. No me apetece tener que verle la cara a nadie nuevo. Ni que ese alguien tenga que ver la mía.

Amor a media vozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora