6| La fiesta

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Caleb

Hace una hora que más cantantes y grupos empezaron a caminar por la alfombra roja para saludar a los fans, firmar autógrafos y hacerse fotos en el photocall gigante que hay al final. Christian no deja de mirar a ambos lados, por si el coche de Kate aparece en cualquier momento con Elena. Las fans chillan nuestro nombre para llamar nuestra atención y que pasemos al fin por su lado, y no creo que sea capaz de aguantar esto por mucho más tiempo.

El Mercedes negro de Kate aparece diez minutos después, cuando estamos a punto de entrar y pisar la alfombra. Su voz chillona se entremezcla con la de las fans y nos detiene. Veo a Christian suspirar de alivio cuando se acerca al coche y Kate baja la ventanilla. Intercambian un par de palabras y Christian abre la puerta de atrás. Le da la mano a Elena para ayudarla a salir, y cuando la vemos, creo que todo el mundo se queda en silencio.

Al menos, Ben, Alexander y yo. Christian está sonriendo tanto que parece que le han cogido las comisuras de los labios y se las han sujetado con alfileres.

Elena camina de su mano en nuestra dirección. Tiene el pelo recogido en una cola alta y lleva un vestido atado al cuello que le llega por la mitad de los muslos. La falda tiene dos rajas generosas a ambos lados, que dejan muy expuestas sus piernas casi hasta la ingle. El escote es holgado y deja a la vista parte de su pecho. La parte de atrás no existe. Su espalda está completamente desnuda y expuesta. La tela es de malla metálica y de color dorado. Del mismo dorado que el bikini que tenía puesto en la piscina.

Trago saliva en cuanto la tengo delante de mí.

Nadie dice nada. Ella suspira.

—Le dije a Kate que no era buena idea usar este vestido —confiesa.

No. No ha sido buena idea. Su color me recuerda al incidente de la piscina, cuando le até el sujetador. Su piel es suave, y solo con recordar su tacto, me estremezco. Si soy sincero, lo único que me apetece es arrancarle el vestido. Pero no puedo. Le pedí que fuéramos amigos.

Soy gilipollas.

—Estás perfecta, cariño —le dice Christian—. Es que nos has dejado sin habla.

—No podría estar más de acuerdo —dice Ben sin despegar la vista de ella.

Elena se sonroja.

—Bueno, venga. La entrega está a punto de empezar. No os paréis mucho —Christian hace un gesto para que sigamos y recorramos la alfombra roja de una vez.

Nosotros nos adelantamos y él se queda detrás con Elena, siguiéndonos. Con los tacones que lleva es tan alta como Christian, pero no más que yo. Nuestro mánager le da instrucciones a Elena para cuando lleguemos al final de la alfombra, y aunque no puedo ver su expresión, sé que se siente abrumada. Así era como nos sentíamos nosotros al principio. Y creo que es normal.

La fama implica que millones de personas quieran conocerte. Hacerse una foto contigo, tocarte, que les firmes un autógrafo... Nunca hay descanso. Siempre hay alguien que te ve por la calle. Y debes hacerlo, porque, después de todo, son quienes han hecho posible que llegues hasta donde has llegado.

Me acerco a la valla de seguridad y los gritos se intensifican. Lo mismo ocurre cuando Ben y Alexander se acercan a la otra. Firmo fotos mías que me tienden, camisetas, discos, fundas de teléfono, y aunque suene mal, también firmo pechos. Alguien me tiende su teléfono y lo cojo para hacer un selfie. Hay quienes solo quieren un abrazo, y también lo hago.

Así hasta que llegamos al final de la alfombra.

Los flashes no paran de parpadear en ningún momento cuando estamos justo delante del photocall. Cuando nos hacen fotos a los tres solos, Christian se pone a nuestro lado para que también nos hagan una juntos. Después de sonreír unos segundos a las cámaras, le hace un gesto a Elena para que se acerque, pero ella niega con la cabeza. Se ha quedado a un lado, fuera de la vista de todos los objetivos. Christian insiste, pero Elena se ha quedado inmóvil. Salgo de donde estoy y me acerco a ella, cogiéndole la mano. Una descarga eléctrica me recorre todo el cuerpo, pero no dejo que nadie lo note.

Amor a media vozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora