27| Los Ángeles

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Elena

Solo han pasado dos horas de vuelo y ya estoy desesperada. Admito que al despegar me agarré a Ben como una lapa porque jamás me había subido antes en un avión y estaba aterrada. Él no paraba de hacer chistes que, en más de una ocasión, me hicieron olvidar que estaba volando sobre los Estados Unidos. Sin embargo, la sensación de pesadez que se había instalado en mi pecho durante los días que he pasado junto a Caleb no desaparecen.

Roxie se ha sentado con Kate, casi en los primeros asientos, al igual que Christian. Odio tener esta sensación sin motivos infundados, pero no me cae demasiado bien, y creo que sé por lo que es, aunque no esté dispuesta a admitirlo.

No sabía que este avión tuviera Wi-Fi, así que cuando Ben me sugirió ver una película y hacer una videollamada con Isabelle, acepté al instante. Y así es como pasamos otras dos horas más. Doy gracias a... No lo sé, lo que sea que exista ahí arriba, por habernos puesto cascos, porque mi amiga no ha parado de preguntarme por Caleb y por estos dos días que hemos pasado juntos. Como comprenderéis, no he respondido a eso en el avión, ya que cierta persona estaba demasiado cerca de nosotros. Le he prometido contárselo todo en cuanto lleguemos a Los Ángeles y nos instalemos en el hotel.

Los Ángeles.

¿Quién, en su desdichada vida, iba a saber que viajaría a Los Ángeles con el grupo musical del momento para trabajar con ellos?

Yo no, desde luego.

—Oye, ¿va todo bien con Caleb? Ya sabes, lo del acuerdo que teníais.

Noto cómo mis músculos se tensan.

—¿Por qué?

—Te he notado incómoda cuando Isabelle te ha preguntado.

—Bueno, supongo que no es para menos. Tengo al susodicho a menos de cinco metros —murmuro. Ben enarca una ceja y yo suspiro—. Ya no hay ningún acuerdo, lo he... roto.

La expresión de Ben cambia a una de sorpresa.

—¿Qué? ¿Lo has roto?

Yo frunzo el ceño.

—Sí. Ese acuerdo solo lo hicimos con la intención de que mi exnovio me dejara en paz, y parece que ha funcionado.

—Pero yo creía... Yo pensaba que...

—Atención, estamos a punto de aterrizar, comprueben que tienen los cinturones de seguridad abrochados y no se muevan de sus respectivos sitios —lo interrumpe el piloto.

—Tu creías... ¿qué? —pregunto.

—No. No es nada —dice, sonriendo para quitarle importancia al asunto. Estoy a punto de seguir insistiendo, pero reprimo el impulso y me quedo en silencio.

****

—¿Cuántas veces soñaste con lo que hoy en día estás consiguiendo? —me pregunta mi madre—. Estamos muy contentas por ti, cielo.

Su expresión es de extrema alegría, tal y como dice. En cambio, Victoria parece estar en un trance.

—Eh, ¿estás bien? —le pregunto—. No hace falta que te alegres tanto por mí.

—No es eso. Es que... Estoy pensando en ir a visitarte —confiesa.

La cara de mi madre es un poema.

—¿Visitarme a mí o visitar a The First Wish?

—Mmm... Ambos.

—¿Cómo que visitar? No vas a ir tú sola hasta Los Ángeles, Victoria —le dice mi madre.

Amor a media vozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora