10| La excusa

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Caleb

Hoy no hay rastro de las pesadillas.

Por primera vez después de mucho tiempo, me despierto con la alarma del teléfono. Eso solo es señal de que he conseguido dormir bien. No me cuesta abrir los ojos ni me escuecen al hacerlo. Me siento... bien.

Después de esto, lo primero que me pasa por la cabeza como un fogonazo es la noche con Elena. No sabía si lo de pasar tiempo juntos sería buena idea, pero la verdad es que no fue tan mal como esperaba. No fue tan bien para mi cordura, sin embargo. Cada roce con Elena hace que me arda la piel. Para pensar en besarla ni siquiera hace falta eso. Intento no mantener contacto físico con ella más allá del necesario, pero me lo pone complicado.

Y no sé hasta cuando durará esta especie de amistad que tenemos. Al menos, tengo la seguridad de que tendré que controlarme hasta este fin de semana. No quiero estropear nada, y ella parece pensar lo mismo. El hecho de conocer a su familia no es lo que me inquieta, sino el cómo actuar.

Suspiro y decido dejar de pensar en esto. Desayuno, me visto, y me voy al estudio.

****

—Es fantástico, Elena —dice Christian.

Les está enseñando la canción que terminó el sábado pasado. Y digo «les» porque a mí ya me la enseñó. Aun así, vuelvo a escucharla. Es tan buena como recordaba. Ella, sin embargo, juega con sus manos mientras la música termina de sonar. Tengo que reprimir el impulso de cogérselas para que no siga. Eso me recuerda que ayer descubrí otro tic nervioso: mover la pierna. ¿Por qué se preocupa tanto?

Elena se da cuenta de que le estoy mirando las manos. Deja caer una a cada lado de su cuerpo y las cierra en puños, como si quisiera que no volvieran a moverse. Después, desvía la mirada hasta el portátil, que ya no emite ningún sonido.

Cierra la ventana del reproductor y esconde las manos a su espalda.

—No creo que haya ningún problema con el resto de canciones —vuelve a hablar Christian—. Seguro que te las apañas bien.

Elena asiente. Está más distante que de costumbre ¿Qué demonios le pasa? ¿Es por algo que pasó anoche? ¿Por algo que dije? ¿La hice sentir incómoda?

—Todavía no tenemos la letra de ninguna otra canción —dice Ben.

—El compositor está en ello. En cuanto las tenga os avisaré.

—¿Y mientras? —pregunta Alexander con el ceño fruncido.

—Descansad. No os olvidéis que dentro de poco empieza la gira.

Christian abandona la sala de grabación y nos deja solos a los cuatro.

—¿Y ahora qué? —Alexander cruza los brazos a la altura del pecho.

—Ya lo has oído. Descansar —le recuerda Ben.

—Hemos estado muy estresados desde hace tiempo. No nos vendrá mal —les digo.

Alexander suspira. Sé que él también está cansado, aunque no lo diga.

—Voy a la cafetería —anuncia.

—Voy contigo —dice Ben.

Nos mira a Elena y a mí, esperando una respuesta.

—Yo voy ahora —digo, abriendo la funda de Hester—. Tengo que hacer una cosa.

—Yo también —interviene Elena.

Su respuesta me sobresalta.

—Nos vemos ahora, entonces —dice Ben antes de seguir a Alexander y cerrar la puerta.

Amor a media vozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora