4| Empezar de nuevo

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Caleb

Ayer tuve un ataque de ansiedad.

Estaría encantado de decir que no tengo ni puñetera idea de por qué fue, pero lo tengo muy claro: fue por ella. Por haberla tocado. No. Por lo que me hizo sentir tocarla. Solo de pensarlo me recorren escalofríos por todo el cuerpo. Sentí lo mismo que con Jack, pero muchísimo más fuerte. Con más fiereza. Noté electricidad por todo el cuerpo, y si no fuera porque sé que Elena me odia, diría que ella también sintió lo mismo. Esa fue la razón por la que salí corriendo de allí.

Y creo que me odio por haberlo hecho. Elena tuvo que quedarse flipando. Lo mejor será que pase del tema y haga como si no hubiera pasado nada. Soy un completo gilipollas. Desde un principio no debería haberme sentido así con Elena, pero mi cuerpo se empeña en llevarme la contraria. Está claro que es porque llevo mucho tiempo sin relacionarme con la gente, por irónico que suene.

No he podido salir de la cama desde entonces. Cuando llegué a casa, creía que iba a morirme. No podía respirar. Llegué a meter el coche en el garaje de milagro. Cuando paré el motor, estaba hiperventilando. Fue como si, de repente, mis pulmones ya no admitieran más aire. Con la vista nublada, salí del coche y me tiré al suelo, intentando contar hasta diez, tal y como Melody me explicó en su día. Pero no funcionó. Cada vez sentía la vista más y más nublada, hasta que aparecieron pequeñas motas de colores, y todo lo demás se volvió negro.

Ni siquiera sé cómo no perdí la consciencia. Al cabo de los minutos, sentí que volvía a ver y que la respiración se acompasaba cada vez más. Cogí una bocanada de aire hasta que por fin me aseguré de que había pasado. Me alegro de que Sofia no estuviera, porque le habría dado un susto de muerte.

Son las doce y media de la mañana y estoy seguro de que tengo al menos veinte llamadas perdidas de Christian. Lo que me extraña es que todavía no se haya presentado aquí. No sé por qué no lo ha hecho, pero decido ocultarle el pequeño episodio de anoche y guardármelo para mí.

Me pregunto si ir al estudio ahora es lo mejor, y al final me decanto por el sí. No puedo dejar a Christian morirse de la preocupación. Con una camiseta de U2 y los vaqueros de siempre, me subo en el coche y salgo de casa después de avisar a Sofia.

No sé por qué, pero cuando entro al estudio con Hester al hombro, me espero cualquier cosa menos lo que veo: a Elena grabando el bajo de Ben. Suspiro de alivio. Siendo sincero, pensé que no iba a venir. Solo veo la escena a lo lejos, y no me acerco para que nadie pueda verme. En su lugar, entro en el despacho de Christian. Tiene la nariz hundida en papeles que sujeta entre las manos y tiene el escritorio hecho un desastre. Hay papeles por todos lados y muchísimos bolígrafos esparcidos.

—Caleb, por el amor de dios —dice soltando los papeles y dejándolo todo en cuanto me ve. Yo cierro la puerta—. ¿Dónde estabas? ¿Y por qué no me coges el teléfono?

Christian se pone en pie.

—Me he quedado dormido —miento. Lo peor de todo es que apenas he dormido. Noto cómo me escuecen los ojos justo cuando lo digo, como si se estuvieran riendo de mí.

Christian suspira.

—Veo que al final sí que fuiste a hablar con ella —recuerda, y algo se remueve en mi interior.

—Como para no ir... —me quejo.

—No sé qué tuviste que hacer, pero supongo que mereció la pena. Está grabando los instrumentos para la canción del nuevo álbum. Será mejor que vayas.

Yo asiento y me doy la vuelta como un resorte, pero la voz de Christian me detiene.

—¿Te pidió que hicieras algo?

Amor a media vozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora