Me despertó la luz del amanecer, entrando por la ventana y de nuevo Abby no estaba al otro lado de la cama.
Apareció por la cortina que hacia de puerta del cuarto, portando una bandeja con el desayuno para dos.
Al verme despierta sonrió y dejó la bandeja encima de la cómoda.
Me miró extrañada y se acercó, depositó un beso en mi frente y se me escapó un suspiro.
Ella sonrió sin dejar de mirarme
Hice un puchero indignada.
- ¿Que le parece tan gracioso señorita Brown? -
Abby se acercó un poco más a mi y acarició mi mejilla para después dejar un pequeño beso.
- Buenos días, veo que mi pequeña Petirroja se ha despertado malhumorada...- respondió quitándome el puchero con un beso en los labios, atrayéndome hacía su cuerpo y rodearme entre sus brazos.
Intenté mantenerme seria, pero ese beso hizo que me sonrojara y se me escapó una sonrisa.
- No me gusta despertarme sola... Me da miedo dejarme llevar y que luego te marches... - dije mientras mi sonrisa desaparecía y me acurrucaba más sobre ella para no llorar.
Abby me hizo mirarla a los ojos y se me escaparon unas lágrimas.
Volvió a besarme
- Eres mi pequeña Petirroja y no creas que te vas a librar de mi tan fácilmente - dijo sonriendo
- No se si lo que hacemos está bien, pero me siento bien con lo que siento por ti y no quiero perderlo - dije más tranquila y entonces me sentí valiente para darle un beso.
Ella me volvió a abrazar dejando un beso en mi cabeza y acariciando mi cabello. Por primera vez en mucho tiempo sentía que ella se había convertido en mi hogar y eso me hacía sentirme querida.
Se levantó para recoger la bandeja del desayuno y volvió a mi lado para desayunar juntas.
Estuvimos hablando de nuestras vidas antes de llegar al nuevo mundo.
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Historia de Abigail Brown
Me explicó que ella procedía de un barrio humilde de Londres.
Era la única chica y la mayor de 6 hermanos, de una familia muy pobre.
Empezó a trabajar a los 7 años para ayudar a su familia, en una fábrica textil, ya que sus pequeñas manos eran perfectas para hacer los puntos más finos, que las manos adultas no podían. Kiera, su madre, le dijo que del sueldo que ganara, se quedara una pequeña parte y la escondiera. "Nunca sabes cuando vas a tener una emergencia" le decía. Y así lo hizo.
Su madre trabajaba en la misma fábrica y falleció cuando ella tenía 10 años, intoxicada por los vapores de los tintes.
Ella tuvo que dejar la fábrica y ocuparse de la casa y de sus hermanos.
Su padre entró en una tristeza profunda y se echó a la bebida.
Así que perdió su trabajo y todos los que encontraba.
Cuando Abigail tenía 14 años, llegó tan borracho a casa, que la confundió con su madre e intentó acostarse con ella.
Robin, su hermano de 12 años, se encontró con su padre encima de Abby, le había roto el vestido y estaba manoseando sus pechos. Abby solo podía llorar, su hermano agarró la pala de la nieve, le dió un golpe en la cabeza a su padre y este perdió en conocimiento.
Robin la ayudó a salir de debajo del cuerpo del hombre inconsciente y le dijo que se vistiera y se marchara.
Ella le preguntó que seria de los pequeños.
Robin le respondió que no se preocupara eran chicos y padre no se atrevería a tocarlos, él se haría cargo de criarlos, pero ella no podía permitir que padre se sobrepasara y tendría que vivir una nueva vida, lejos de ellos.
Abigail se cambió el vestido roto y se puso ropa de su hermano Robin, recogió sus cosas en un fardo y el poco dinero ahorrado que tenía de cuando trabajaba en la fábrica.
Abrazó a su hermano, le dió las gracias y se fue al puerto a comprar un billete para el nuevo mundo. Viajó vestida con la ropa de su hermano tuvo una travesía sin incidentes.
Cuando llegó, trabajó como camarera detrás de la barra, limpiando el salón y las habitaciones. Al cumplir los 16 años, el señor Jones le explicó que si quería ganar más dinero, tendría que satisfacer algunas necesidades de los viajeros y así se hizo puta. De las ganancias hizo lo que le enseñó su madre, guardar un poco y el resto se lo pagaba al señor Jones, a cambio de comida y una habitación.
Aprendió a satisfacer a los hombres, haciéndoles creer lo mucho que disfrutaba, sin ser verdad.
Y ahora 16 años después de llegar al nuevo mundo, había conocido a una mujer maravillosa, que sin pensarlo le había ofrecido un trabajo decente y sentía algo por ella a parte de la gratitud. Desde que se habían conocido, el corazón de Abigail latía como nuevo, lleno de amor y esperanza.
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Escuché su historia en silencio mientras me tomaba la taza de café. Cuando finalizó, retiré la bandeja y me acurruqué a su lado.
¿Como era posible que una mujer tan increíble y buena, haya tenido que pasar por esa vida?
Entonces lo tuve claro... Yo la protegería de toda esa mierda. La amaría como se merecía y me daba igual lo que Dios pensara. No era nada malo amar, daba igual a quién. Lo importante era que ella seguiría la palabra de la Biblia, pero haciendo caso a su corazón y este decía que Abigail Brown era la dueña de su corazón.
- Mi pequeña Petirroja, me encanta estar acurrucada contigo, pero tenemos trabajo y no se va a hacer solo - me recordó Abby
Suspiré resignada porque tenía razón.
Hice otro puchero y la miré.
Ella simplemente sonrió y me dio un beso.
- Veo que has descubierto que tus pucheros me ablandan... -
Sonreí y le devolví el beso.
Nos levantamos de la cama y la ayudé a poner bien las sábanas.
Me fui a asear y ella bajó con la bandeja.
Me vestí sin poder quitarme la sonrisa de felicidad de mi rostro. Hoy volvería a intentar conseguir jornaleros.
Cuando bajé me encontré a Abby de espaldas a mi acabando de fregar los cacharros.
La abracé por detrás y dejé un beso en su nuca.
Ella se dió la vuelta y me sonrió
- Me hace muy feliz su cambio humor, señorita O'Neill - dijo dejando un beso en mi nariz
- Llámame Maeve, es mi nombre de pila y nunca te lo había dicho... Voy a ver si tengo suerte y encuentro algún jornalero dispuesto a trabajar en el campo... - dijo dándole un beso en los labios
- De acuerdo, mi pequeña Petirroja - respondió devolviendo el beso
Ella sonrió y me soltó.
Suspiré, porque el mote que odiaba, ahora me encantaba.
Salí por la puerta, preparé la montura del caballo y fui dirección a St. Louis con el corazón embriagado.
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El Rancho de los Sueños
Historical FictionPrincipios del s. XIX 1839 en un pequeño pueblo de Irlanda, se encontraba un joven matrimonio. Eran pobres, pero se amaban y sabían que saldrían adelante. El sueño del hombre era poder llevar a su esposa al nuevo mundo, porque la gente decía que er...