Nani

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Mientras lo dejaba todo en su sitio, llegó Nani.

Era una mujer viuda, negra y robusta, había trabajado con la familia Brown desde pequeña. Vivía en Harlem con sus hijos. Se dedicaba a las tareas de la casa y las comidas. Era como una madre, estricta pero cariñosa y siempre me decía lo que pensaba sin miedo a represalias, porque sabía que yo esperaba eso de ella.

Le dije que confiaba en su discreción y que me acompañara a la cocina.

Cuando Nani entró, ví como se rostro se ensombrecía. Se colocó su delantal, encendió el fuego de la cocina. Me dijo que desnudara a mi marido y que le diera la ropa.

Mientras le daba las prendas del muerto, Nani las iba introduciendo en el fuego.

También le di la ropa de Guillermo, para que ardiera.

Cogió varias palanganas, llenas de agua y me dijo que había que lavar muy bien al difunto, me dió unos paños y empezamos a frotar.

Me ayudó a mover el cuerpo, mientras yo frotaba la mesa y la espalda del muerto. Una vez todo limpio, Nani me dijo que era mi turno.

Ella cambió el agua de las palanganas, me pidió la ropa y la quemó. Salió de la cocina, mientras me lavaba y regresó con mi bata.

Cuando el cadáver y yo estuvimos limpios, Nani me ayudó a subir el cuerpo a la habitación.

Lo vestimos y lo estiramos en la cama. Cogimos a los niños y sus enseres y Nani los llevó en taxi a casa de mi madre.

Cuando regresó, dispusimos todo de tal manera, que no parecía que nadie se hubiera desangrado.

Sobre el mediodía, apareció Albert, con su amigo el doctor Kuznetsov.

Subieron a la habitación y a los diez minutos bajaron. El doctor me entregó un certificado de defunción y me dijo que con eso, ya podía avisar a la funeraria y nadie haría preguntas.

Albert me felicitó por la limpieza y me deseó la mejor de las suerte.

Los dos hombres se marcharon.

Cerré la puerta de la casa, le pedí a Nani que preparara café y le dije que estaría en el despacho de mi marido, arreglando papeles.

Nani me preguntó si sabía donde me estaba metiendo, a lo que le respondí, que no tenía otra opción.

Fui a buscar los documentos de la caja fuerte, me los llevé al despacho y empecé a leer.

En esos documentos estaba todo, blanqueo de dinero que se hacía en mis empresa textil, recaudaciones, pisos francos, almacenes de armas,..... Todo.

En la libreta, en cambio, eran listas con nombres y apellidos, personas leales, corruptibles, puntos débiles, policías, políticos,...

Salí del hechizo de mi lectura, cuando Nani, llamó a la puerta.

Dejó la bandeja del café, en silencio y salió para seguir con su trabajo.

Leí todos los documentos y la libreta, una y otra vez, hasta bien entrada la tarde.

Nani volvió a llamar a la puerta, para decirme que tenía que comer algo y descansar, le dije que bajaría en breve a la cocina.

Recogí todo, lo cambié de escondite, bajé al salón y llamé a la funeraria.

Cuando entré en la cocina, Nani me había preparado un sándwich, acompañado de una infusión. Recogió sus cosas para marcharse a casa, pero antes me dió un beso en la frente.

Después de comer, subí al cuarto de invitados e intenté descansar, pero fue difícil, con tantas cosas que habían pasado la noche anterior.

Me besé con una mujer casada, perdí a mis hijos, mi marido estaba muerto y me acababa de convertir en jefa de una organización criminal. Todo en la misma noche

Mi mente dió vueltas a todo lo ocurrido, hasta que el agotamiento me superó y me quedé dormida.

El Rancho de los SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora