Problemas

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Cuando estaba casi dormida, un fuerte ruido, me asustó. Bajé deprisa al recibidor y ahí me encontré con un gran problema.

La imagen fue aterradora, Guillermo manchado de sangre, trayendo en brazos a mi marido, inconsciente y sangrando sin parar por el muslo.

No había tiempo para preguntas, le dije a Guillermo, que llevara a mi marido a la cocina y lo posara encima de la isla.

Porque primero, teníamos que conseguir, frenar la hemorragia. Le pedí una bala, porque necesitaba la pólvora de su interior y unas cerillas. Guillermo intentó negar lo de llevar un arma, pero le expliqué que ya sabía a que se dedicaban y que hiciera el favor de no hacerme perder el tiempo.

Le retiramos los pantalones, limpié la herida como pude, era limpia, con entrada y salida, pero no paraba de sangrar.

Eché la pólvora de la bala en la herida y le prendí fuego con la cerilla...

Por fin dejó de sangrar, pero mi marido, estaba muy débil.

Le dije a Guillermo, que había que llevarlo a un hospital, me dijo que era imposible, porque era peligroso.

Así que solo me quedaba una opción, hacer una llamada. Guillermo me preguntó si seria discreto y le dije que todo quedaría, como si no hubiera pasado nada.

Conocí a Albert en un local nocturno, muy discreto para la gente como nosotros. Él había conocido a mi madre cuando era soltera, pero cuando se prometió con mi padre se distanciaron. Albert había estudiado medicina en el viejo Continente pero cuando llegó a América, se dedicó a ejercer en la discreción.

Mi amigo, llegó en su coche y entró en la casa, con su viejo maletín.

Revisó la herida, pero por desgracia tenía principio de infección.

Sacó de su maletín una jeringa, de un nuevo medicamento, llamado penicilina, pero sin poderlo llevar a un hospital, era muy difícil saber, si iba a sobrevivir, necesitaba una transfusión urgente y el no tenía ese material.

Así que solo, nos quedaba rezar.

Albert me dijo que volvería por la mañana, con un amigo del hospital y se marchó. Le ofrecí dinero y lo rechazó, alegando que esto lo hacía por mi, no por el dinero.

Albert y Guillermo, me ayudaron a limpiar toda la sangre del suelo, dejamos a mi marido en la isla, tapado con una manta. Respiraba con dificultad y me daba miedo que falleciera.

¿Como lo iba explicar? y si venía la policía ¿Que les iba a decir?

Estuve hablando con Guillermo de todo esto,me dijo que no me preocupara, que mi marido era fuerte. No quise hablar más.

Le dije a Guillermo que tenía que lavarse, teníamos que desprendernos de la ropa manchada de sangre, así que le dí ropa de mi marido, lo acompañé al baño y le indiqué, donde se encontraba la habitación de invitados, en la que estaba su mujer y su hijo durmiendo.

Regresé a la cocina con una botella de whisky y cigarrillos, arrastré una silla y me senté cerca de mi esposo moribundo.

Le cogí la mano y no se porque empecé a llorar.

Mi marido recuperó, por un momento, la consciencia, me miró y con una voz muy débil, me dijo que no me preocupara por nada, que todo estaba arreglado, pero que para evitar problemas, tenía que ir a nuestro cuarto y debajo de la cuna de nuestros bebés, había una tabla falsa y debajo de ella había una caja fuerte, donde encontraría, una libreta con toda explicación necesaria, teléfonos y documentos que nunca deberían ser encontrados por la policía.

Le dije que no era necesario que me explicara todo eso y me respondió que era necesario, porque no iba a sobrevivir.

Se encontraba débil y sentía que no habría un mañana. Me pidió disculpas, por no haber estado más tiempo en casa.

Le dije que no se preocupara, no era necesario, que lo arreglaríamos, cuando mejorara, pero el insistió...que mi obligación era estar preparada, para todo lo que iba a caer encima. Que me entregaba un poder, en un negocio, donde nunca había habido mujeres al mando, pero él no se fiaba de ninguno de sus socios, para tanto poder.

Tendría que proteger a nuestros hijos. Me dijo que nadie sabía que mi madre estaba viva y tendría que mandar a los niños con ella.

Tendría que olvidarme de mantener el contacto.

Estaba todo dispuesto, para que mi madre recibiera dinero y que a ella y a los niños, no les faltaría de nada. Me obligó a prometerle que cumpliría, todo lo que me estaba pidiendo.

Lo último que me dijo, fue que tendría que ser fuerte. Y así, cerró los ojos y se fue...

Intenté despertarlo, le abofeteé, grité y por último lloré.

Guillermo apareció por la puerta y me abrazó. Le dije que estaba amaneciendo, que cogiera a su mujer e hijo y que se los llevara a casa.

Me dijo que me ayudaría a gestionarlo todo, pero le dije que no era necesario.

Guillermo no insistió más.

Cuando oí que se marchaban, fui con rapidez al garaje y sin dejarme ver, le pedí al chofer, que fuera a buscar a Nani.

Yo subí a la habitación, limpié la sangre de mis manos y preparé dos bolsas con toda la ropa de los bebés, después retiré la alfombra de debajo de la cuna y levanté la tabla falsa, ahí estaba la caja fuerte, fui girando la rueda en los números, que me había dado mi marido.

En el último "click", la puerta se abrió.

Ahí estaba, todo lo que él me había dicho.

Lo ojeé por encima y lo volví a dejar todo como estaba. Ya tendría tiempo de leerlo con más calma, cuando enterrara a mi esposo con dignidad.

El Rancho de los SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora