Velatorio

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Y por fin llegó el día...

Desde primera hora de la mañana, la campana de la entrada, no dejó de sonar.

Nani iba farfullando frases inteligibles, mientras atendía a los invitados.

Yo los fuí recibiendo, se presentaban y me daban el pésame. Fui relacionando las caras, con los nombres de la libreta.

Los leales a mi marido, me miraban con aprobación, en cambio, al resto, les caían lágrimas de cocodrilo y me decían, lo mucho que iban a echar de menos a mi esposo y me preguntaban que iba a ser de los negocios, ahora que ya no estaba entre nosotros.

A todos se les transformó el rostro, cuando les respondí que a partir de ese momento, yo me iba a hacer cargo de todo.

Le dije a Guillermo, que después de enterrar a mi marido en el cementerio, quería a todos los socios en el salón de mi casa, para poner las cartas sobre la mesa.

Así fue. Mandé a Nani a casa y mi salón se llenó de hombres, unos con poca predisposición y otros esperando órdenes.

No tenía ningún discurso preparado, me puse delante de todos y dije que todo seguiría igual, que cada uno tenía su función, esperaba que nadie saliera de su papel o habría consecuencias.

Anthony, soltó una sonora carcajada y con ese acento italiano, dijo que jamás seguiría a una mujer.

Lo que pasó después...los puso a todos en alerta.

A Anthony, no le dió tiempo a reaccionar y cayó redondo, con una bala entre los ojos.

Nadie se esperaba esto, todos se me quedaron mirando sorprendidos, mientras yo guardaba el revólver, que agarré sin que nadie se diera cuenta, de la mesita que había debajo del teléfono.

Me dirigí hacia el resto de la sala y pregunté si alguien tenía algo más que decir, todos se mantuvieron en silencio.

Les dije que hicieran el favor, antes de irse, limpiaran mi salón de basura.

Así fue mi primera reunión de negocios.

Aún me tiemblan la piernas de pensar en ello

Pero ese día fue el momento, en que conocí al mejor amigo de negocios, que una jefa pueda pedir.

Un hombre con experiencia, pero por encima de todo, leal hasta la médula.

Charlie, que así se llamaba, no se movía de mi lado. Asi que le dije a Nani que preparara una habitación para él y otra para su hermana.

Me hice responsable de sus vidas y Charlie, protegía la mía.

Delegué al chofer a otra familia, Lucy, la hermana de Charlie, ayudaría a Nani en las tareas de la casa.

Semanas después de mi nueva vida, Charlie y yo fuimos al que ahora es mi despacho, repasamos las cuentas y necesitaba una idea para blanquear dinero a parte de las textiles que heredé.

Mientras fumaba y bebía, tuve una idea.

Pensé en mi beso con Astrid y sentí que habría gente que necesitaba un refugio de las miradas y actualmente no se encontraban.

Le expliqué la idea a Charlie, me dijo que ese tipo de gente era un poco antinatural, pero el dinero, es dinero y que por él, no habría problema.

Así que me dispuse a hacer llamadas, a los socios, para buscar local, distribuidores y policías que protegieran, la zona y a la gente que iba a acudir al local.

Uno de los socios, me mostró un local, cerca de Central Park, en una callecita tranquila, de la libreta saqué los nombres de los policías y negociamos sus honorarios.

Y de otros socios, conseguí la mano de obra, para arreglar el local y los distribuidores, que nos servirían el alcohol y el tabaco.

Hablé con Nani, para que me buscara buenos músicos de Harlem.

Calculé que en pocos meses, estaría todo listo. Charlie hizo correr la voz por cafeterías y locales, donde se sospechaba que había "ese tipo de gente".

La cosa se alargó más de lo que esperaba, pero por fin, después de seis meses eternos, todo estaba listo.

Le pedí a Charlie un sastre, para que me tuviera preparada ropa, para la noche de la inauguración.

Él no entendía porque tenía que vestir tan masculina, pero acató mis órdenes.

La primera noche fue todo un éxito, me sentía bien. Toda esa gente, llenando mi nuevo local, sin esconder lo que sentían por personas de su mismo sexo.

Charlie protegiéndome a pocos pasos de mi. Y entonces hicieron la llamada para poder entrar, cuando Charlie abrió, me quedé sin respiración.

Astrid traspasó la puerta, fue directa hacía mi y me abrazó. La separé de mi, cuando intentó besarme, entonces me echó en cara, haberlos apartado de mi vida. Le dije que era necesario y lo que pasó aquella noche, entre nosotras, no se volvería a repetir. Le pedí que se fuera del local, hacía su hogar, donde le correspondía estar, con su marido y su hijo.

Le prometí que a su marido, no le faltaría trabajo, pero que hiciera el favor, de no volver ni por el local, ni por mi casa.

Vi sus ojos vidriosos, cuando se dió la vuelta y se dirigió a la salida.

Cuando Charlie cerró, me dirigí al despacho del local y empecé a llorar como una niña, sin consuelo. Me dolía el pecho, parecía que me hubieran clavado un puñal, directo al corazón, pero era necesario por mi seguridad.

No podía arriesgarme con Guillermo.
No podía dejar de pensar en ella, así que empecé a beber para anestesiar el dolor.

Cuando salí del despacho, Charlie me esperaba en la puerta y me agarró del brazo, justo en el momento que tropecé, a consecuencia de lo ebria que iba.

Era casi la hora del cierre, Charlie me devolvió al despacho y me sentó en una silla, hasta que se fuera el último de los clientes.

Pagó a los músicos, al camarero y a los policías de la puerta.

El resto lo metió en la caja fuerte del local y me dijo que lo contaría conmigo, cuando se me pasara la borrachera.

Me llevó en volandas hasta el coche y me llevó a casa.

El Rancho de los SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora