💀Capítulo 6. No es opcional

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Viktor amaba a Dorian, y Dorian amaba a Viktor

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Viktor amaba a Dorian, y Dorian amaba a Viktor. No, Viktor ama a Dorian y Dorian... Dorian se había ido.

Cada día desde esa noche fatídica en que lo encontró muerto, Viktor se preguntaba una y mil veces por qué estas tragedias le ocurrían a él y solo a él. Primero fue Matthias, muerto desangrado en un incendio; luego Dorian, asesinado por quien solía llamar su mejor amiga. Parecía una tragedia salida de un soneto antiguo, ridícula y dolorosa a la vez.

Sin embargo, Viktor sentía que Dorian seguía vivo. Aunque no podía afirmarlo con certeza, ya que su lazo de cazador y presa se rompió cuando Dorian lo besó y le declaró su amor, lo sentía en lo más profundo de sus huesos, un presentimiento que le provocaba un mal sabor de boca y una angustia indescriptible. Porque, si Dorian seguía vivo, ¿qué era aquel cuerpo? Y, sobre todo, ¿dónde estaba? ¿Dónde lo tenía Carmilla?

—Nunca dejas nada en paz —le dijo Dorian con fastidio durante una de las muchas noches que pasaron juntos.

Viktor solo le dedicó una de sus sonrisas ladinas, mostrando la mitad de sus colmillos, y negó con la cabeza.

—A ti nunca te dejaré en paz.

Y mantendría aquel juramento, nacido como una broma. No dejaría en paz a Dorian, no hasta estar seguro de que su presentimiento era correcto y el corazón de su amado aún latía y, de no ser así, hasta comprobar que estaba realmente muerto para intentar continuar. Pero eso sería imposible.

Viktor suspiró y, de forma instintiva, buscó el brazalete que Matthias le había regalado, una cadena de la que colgaba un cuarzo impregnado con su sangre. Siempre se aferraba a él cuando se sentía angustiado, pero ya no lo tenía. La cadena se rompió cuando se transformó en Nosferatu y se la arrebataron al ser encerrado.

—Mierda —masculló.

—Si sigues así, tendré que lavarte la boca con ácido —reprendió Rhapsody.

Viktor levantó la mirada de súbito y se halló con su protectora al otro lado de las rejas. La vampira de vibrante cabellera roja se veía más jubilosa que de costumbre. Él solo pudo arquear una ceja.

—Se ve feliz. —Señaló–. Apuesto que es un gran chiste verme aquí. —Se cruzó de brazos—. Es más, ¿por qué no me lo cuenta? Una buena risa nunca me viene mal.

La sonrisa de Rhapsody se ensanchó aún más, revelando sus afilados caninos y abriendo un poco más sus ojos dorados, normalmente velados por párpados caídos.

—Trátame bien, Viktor —advirtió—. O no te diré lo que sé.

Viktor la miró con intriga, ladeando la cabeza.

—¿Qué es lo que sabe?

—Ven conmigo —dijo y sacó una gran llave, abriendo la celda con cuidado para no quemarse con el hierro solar—. Yo invito.

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