💀Capítulo 12. No te reconozco

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«El valor de una memoria no radica en el recuerdo en sí, sino en el valor que le otorgamos a dicho memento»

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«El valor de una memoria no radica en el recuerdo en sí, sino en el valor que le otorgamos a dicho memento». Estas fueron las palabras que la vampira ancestral Rhapsody le dijo a su protegido cuando mostraba curiosidad sobre el pasado que perdió al transformarse en vampiro.

Pero ahora que Viktor las recordaba, no podía evitar preguntarse: ¿cómo alguien podría darle valor a lo que no sabe que solía poseer? Y, sobre todo... ¿Cómo podría recuperar a su alma gemela?

—¿Dorian? —preguntó con un susurro y la voz quebrada por la impresión.

Dorian yacía debajo de él, deteniendo su forcejeo al escuchar su nombre salir de los labios de Viktor. Mientras sus ojos se tornaban áureos, los conectó con los de Viktor; dorado reflejándose en guinda, una combinación que hace seis meses eran meras fantasías y deseos que parecían imposibles.

Viktor soltó su agarre sobre el cuello de su amado con lentitud, anonadado, boquiabierto. Estiró una temblorosa mano hacia su pálida mejilla y la acarició con su pulgar, sorprendiendo al azabache. Recordaba la textura de esa piel, lo fría que solía ser. No cabía duda.

—En verdad eres tú —musitó, desairado. Se apartó de Dorian, sentándose sobre su pecho, tratando de comprender, asimilar, y darle sentido a la cascada de pensamientos en su cabeza.

«Está vivo».

«Tenía razón».

«Es él. De verdad es él».

Una sonrisa llorosa se formó en sus labios y exhaló.

—Regresaste.

Dorian frunció el ceño, extraviado, y volvió a forcejear hasta que escucharon algo colisionando contra el suelo. Ambos se volvieron hacia el origen del sonido y vieron a Emma de rodillas, tapando su boca y llorando sin control.

—Estás vivo... —susurró, con su voz amortiguada por su mano.

Viktor le sonrió y dirigió su mirada hacia Lazarus, quien se limitaba a observar con atención, desconfiado como su profesión lo demandaba.

—Es él —señaló a Dorian—. Él es a quién buscábamos.

—Ya veo —contestó de manera cortante.

Viktor se volvió hacia Dorian, quien todavía no parecía entender qué ocurría e intentaba liberarse del vampiro con movimiento erráticos, infundados con pánico.

—Dorian...

—¡Quítate! —ordenó Dorian con un grito.

El vampiro sintió como perdía el control sobre su propio cuerpo y se apartó con movimientos rígidos. Por un momento olvidó la anómala habilidad de Dorian y el hecho de que esta podía controlar a cualquiera, sin importar la raza o la fortaleza mental que poseyera.

—Dorian, escúchame-

—¡Cierra la maldita boca! —espetó, apoyándose en sus codos para ponerse en pie.

Lazarus hizo amagos de intervenir, pero Viktor lo detuvo con una mano en el pecho, forzándolo a retroceder. Si los rumores eran ciertos, el detective tendía a recurrir a los métodos más violentos, y Viktor no quería que lo lastimara.

—Dime cómo sabes quién soy —ordenó Dorian, usando su voz de medio Banshee.

Emma, quien ya se había incorporado, dio un paso al frente.

—Dorian, soy Emma, tu hermana, no queremos...

—Guarda silencio y deja que el vampiro responda —la interrumpió y en su rostro apareció una sonrisa maliciosa—. Adelante, Viktor Zalatoris, te escucho.

Viktor, sintiendo el poder de Dorian vibrando en cada célula de su cuerpo, obedeció:

—Nos conocimos hace más de medio año —relató—. Te salvé la vida al marcarte como mi presa y luego tú salvaste la mía. Nos enamoramos. Tú y yo somos pareja, incluso algo más, somos...

—Suficiente —masculló Dorian—. Ya oí suficiente.

—Dorian, por favor...

—No te muevas. —Dorian apuntó a Lazarus con su dedo índice y miró a Emma de reojo—. Ninguno de los dos.

Viktor supo que estaba usando su poder en ellos, puesto que sus iris seguían siendo dorados y su voz adoptaba un tono particular, distante, como un eco susurrado.

—No nos recuerdas, ¿no es así? —indagó Viktor.

Dorian dio un paso hacia él, pegando sus caras a tal grado que Viktor pudo oler el dulce aroma de la sangre en sus venas. Un instinto salvaje lo sobrevino, pero lo resistió, manteniéndole la mirada.

—Silencio, Viktor —susurró Dorian, volviendo a sonreír con esa malicia de antes al mismo tiempo que colocaba un dedo sobre los labios del vampiro, forzándolo a callarse—. Yo soy quien hace las preguntas.

Viktor, incapaz de contestar, solo pudo entornar los ojos y escuchar atento.

—Zalatoris... —advirtió Lazarus.

Viktor y Dorian le hicieron caso omiso y este último empujó a Viktor hacia atrás con brusquedad, haciéndolo tropezar con sus propios pies hasta colisionar contra el suelo y quedar tendido sobre su espalda. Dorian apoyó una rodilla sobre su pecho y colocó ambas manos a los costados de su cabeza para acercar sus rostros.

—Si lo que dices es verdad, apuesto que me extrañaste, ¿no es así? —inquirió en voz baja, solo para los oídos del vampiro—. Pero entonces no sería capaz de explicarme por qué pasó lo que me pasó. Por qué morí... Por qué me asesinaron.

Viktor amplió los ojos, queriendo replicar, decir algo, pero sus labios estaban pegados y su cuerpo paralizado debajo del chico que amaba.

«En otras circunstancias, no sería tan malo». No pudo evitar pensar, odiándose por lo inapropiado de ello en el momento.

Dorian acercó sus tersos labios hacia la oreja de Viktor, rozándola, provocándole un escalofrío, simplemente tentándolo. Sabía bien lo que hacía y el vampiro reconocía estas mismas tácticas. Carmilla se las enseñó para engatusar humanos cuando no sentía consideración alguna por los mortales o el amor verdadero.

Frunció el ceño y Dorian lo notó, soltando una satisfecha exhalación.

—Parece que tú sí podrás darme las respuestas que busco.

—¡Dorian, ya basta! ¡Sé que no nos recuerdas, pero no puedes lastimarnos o jamás te lo perdonarás! —bramó Emma, moviéndose de su posición, demostrando que las habilidades de su hermano no la afectaban. La única explicación que Viktor le hallaba, es que eran de la misma raza anómala. Una debilidad a su poder.

Dorian se extrañó ante esto, pero en lugar de indagar, regresó su atención hacia Viktor. Estaba colérico y, si el vampiro conocía algo sobre él, es que cuando se ponía así, se volvía impulsivo al punto de perder el sentido común.

—Tal parece que indagar fue un completo error —dijo entonces—. Nicte tenía razón después de todo. Es un pasado doloroso. Odio sufrir.

«¿Nicte?» Pensó Viktor.

—Nadie aquí vale la pena. —Suspiró y miró a Viktor a los ojos—. Empezando por ti.

—¡No! —exclamó Emma y dio un paso al frente, pero fue detenida por Lazarus siendo controlado por Dorian. Había perfeccionado su habilidad en los últimos meses.

—Viktor Zalatoris —dijo y aproximó su rostro a tal punto que los mechones de su largo cabello le hicieron cosquillas en la frente—. ¿Alguna última palabra?

Viktor sintió el control sobre él desaparecer al mismo tiempo que lo recorrió un mal presentimiento por lo que se aproximaba. Este no era el reencuentro que esperaba, pero no era alguien que se diera por vencido tan fácil, no así, no cuando por fin sentía que respiraba de nuevo y su corazón latía con fuerza. Dorian estaba vivo, él estaba vivo. Ambos estaban juntos otra vez... Y se aseguraría de que siguiera así.

—No serán mis últimas palabras —aseguró.

—Eso ya lo veremos. —Dorian esbozó una sonrisa macabra—. Te ordeno que mue-

Viktor, sin cavilar, se inclinó hacia Dorian y unió sus labios en un forzado, pero anhelado beso, callándolo. Sus labios, tan suaves como los recordaba, el sabor de su boca, familiar, con esa esencia a su dulce sangre. Era todo lo que anhelaba y necesitaba, el momento que soñó dormido y despierto durante su estancia en una celda. Lo único que lo mantenía cuerdo, aferrado a su lado más humano.

Dorian, sorprendido, fue incapaz de moverse, sintiendo el beso del vampiro, sintiendo una bizarra familiaridad, una calidez que le generaba un apretado nudo en la garganta. Poco a poco perdió el control de sus habilidades hipnóticas, su cuerpo se relajó y sus párpados comenzaron a caer, dispuesto a cerrarlos para disfrutar el placer de ese beso, de regresarlo, de simplemente... sentir.

Pero en lugar de sentir la satisfacción de esa anómala caricia, lo que sintió fue un fuerte dolor en la nuca que se extendió a lo largo de todo su cráneo, tornando su visión borrosa hasta hundirlo en la inconsciencia.

El cuerpo de Dorian cayó lánguido sobre el regazo de Viktor, quien lo aferró entre sus brazos y lo miró con un rastro de culpa.

—Lo lamento —susurró.

Lazarus Solekosminus, habiendo sido liberado de su control en cuanto Viktor besó a Dorian, aprovechó la distracción para darle un golpe en la nuca con el cañón de su revólver, noqueándolo.

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