💀Capítulo 9. No es tu pasado

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Era casi de madrugada, pero Viktor sabía que los vampiros no necesitaban dormir por la noche; de hecho, podían permanecer despiertos y activos durante días sin problema

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Era casi de madrugada, pero Viktor sabía que los vampiros no necesitaban dormir por la noche; de hecho, podían permanecer despiertos y activos durante días sin problema. Así que, sin excusa alguna, fue a buscar a Lazarus Solekosminus en cuanto pudo y quiso.

El detective vampiro en cuestión se encontraba en la guarida de los Verdugos de Core. La ubicación de esta era secreta y solo Rhapsody la conocía. Por fortuna, Viktor, por haber sido aprendiz de Verdugo, tenía permiso para viajar allí a través del Torrente Sanguíneo.

Antes de partir, se alojó en el Hotel Incógnito —costeado por Rhapsody—, se dio un largo baño, recortó su cabello y consiguió ropa decente. Ahora llevaba una camisa negra ajustada, un saco color guinda y, en el cuello, la cadena con el cristal de sangre que Matthias le regaló hace más de cien años.

Al entrar a la guarida de los Verdugos, todas las miradas se posaron sobre él. Sin embargo, para su desagrado y su ego, la atención no se debía a su pulcra apariencia, sino a los rumores sobre su estancia en prisión y sus antecedentes penales por homicidio.

Ignorando las miradas juzgadoras, se dirigió a la oficina de Rhapsody. Abrió la puerta sin tocar y encontró a la vampira Ancestral y al detective Solekosminus inclinados sobre el escritorio, analizando una serie de archivos y fotografías que, a la distancia, parecían bastante desagradables.

—Viktor —recibió Rhapsody, entornando los ojos—. ¿El tiempo tras las rejas te ha despojado de tus modales?

—Solo las ganas de ejercerlos —respondió con cinismo y se tumbó en uno de los sofás de la oficina. Este daba a una chimenea y aportaba un aire bastante acogedor con su forro de gamuza roja—. ¿Me regalaría un trago?

Rhapsody le dio una suave palmada en el hombro a Lazarus, quien no apartó su atención de los archivos en el escritorio ni por un instante. Viktor aún no podía discernir si era apático y desinteresado o solo un maldito distraído.

—Te regalaré uno para celebrar tu liberación —cedió Rhapsody—, pero si no bajas los pies del sillón en este instante, te mandaré de regreso a tu celda.

Viktor mostró una sonrisa burlona y se sentó de manera apropiada con un movimiento ágil, cruzando una pierna sobre la otra.

—Su hogar, sus reglas.

La vampira se acercó a un carrito repleto de botellas de cristal, cada una conteniendo sangre de distintas especies. Tomó una de color negro, la revolvió con suaves movimientos de la muñeca y la sirvió en una copa de globo.

—Sangre de Leviathan. —Se la ofreció.

Viktor aceptó la copa con gratitud y la bebió de un solo trago. Estaba hambriento por algo que tuviera sabor y sustento. La sangre de demonio era la mejor para saciar sus necesidades más primitivas.

—Exquisita. —Lamió los restos de sus labios y colmillos.

Rhapsody asintió y volvió al escritorio, donde Lazarus anotaba a una velocidad impresionante. Sus ojos se movían de un lado a otro con tal rapidez, que parecía estar en trance.

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