💀Capítulo 7. No recuerdes

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—¡Bienvenidos a su maldita tierra! —exclamó Nicte, extendiendo los brazos hacia el cielo oscurecido por nubes grises y que tronaba cada pocos minutos, presagiando una lluvia torrencial

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—¡Bienvenidos a su maldita tierra! —exclamó Nicte, extendiendo los brazos hacia el cielo oscurecido por nubes grises y que tronaba cada pocos minutos, presagiando una lluvia torrencial.

Hace una hora llegaron a Inglaterra en el tren transcontinental de la Sociedad Ulterior. Rentaron un coche, para disgusto de Dorian, y se dirigían hacia Core cuando el vehículo, un Volkswagen Jetta rojo, se descompuso y los dejó varados en medio de la carretera. Pocos automóviles pasaban por ahí, y los que lo hacían no mostraban ninguna intención de detenerse.

Carmilla estaba furiosa, Nicte no dejaba de rezongar y Dorian no entendía nada de lo que veía en el motor del coche. Le gustaban los autos, pero nunca se interesó lo suficiente en la mecánica más allá de lo básico; cómo cambiar una llanta, el aceite o pasar corriente.

Azotó el capó y se sacudió el polvo de las manos, volviéndose hacia Carmilla con el ceño fruncido.

—Te dije que robáramos uno —rezongó. No podía quitarse toda la suciedad de las manos, por lo que tuvo que limpiarlas con la tela de su pantalón. Era asqueroso.

La vampira lo miró con los ojos entornados y volvió a marcar un número en su teléfono, aunque las últimas diez veces no había funcionado debido a la terrible recepción del lugar donde se encontraban.

—¿Quieres callarte? —reprendió ella y escuchó a Nicte murmurar maldiciones—. Ambos.

—¿Quieres dejar de hacerte la noble? —masculló Dorian, cruzándose de brazos y recargándose contra la puerta del conductor con cara de pocos amigos. Nadie se detendría ni por asomo.

—¡Ese maldito aparato no va a funcionar, Isabella! —espetó Nicte, pateando el pavimento y levantando una fina nube de polvo.

Carmilla, harta y con el teléfono casi sin batería, lo apagó y lo arrojó al interior del coche.

—¡Bien, entonces arréglalo con magia, bruja de pacotilla! —refutó.

—¿Cuándo has visto una bruja mecánica, vampira doble cara? —replicó Nicte con una sonrisa maliciosa—. Eso me recuerda, ¿qué máscara llevas hoy? ¿La de la seductora o la de la fría asesina? Porque son las únicas que aceptaría ahora mismo.

Dorian estaba tan acostumbrado a las riñas entre Carmilla y Nicte que ni siquiera le apetecía prestarles atención. A menudo las encontraba tan ridículas que le entretenían, pero en ese momento solo quería un coche, un baño y, por alguna extraña razón, una fría malteada de vainilla.

Estaba a punto de suspirar cuando escuchó el característico rugido de un motor. Al levantar la vista, vio una camioneta destartalada aproximándose. Era una Pick-Up anaranjada que llevaba una oveja en la parte trasera, cuya lana blanca estaba manchada de barro.

Esbozó una media sonrisa y, aprovechando lo lento que iba el vehículo, se paró en medio de la carretera. El conductor, un hombre barbudo con una camisa a cuadros, frenó de súbito al verlo y asomó la cabeza por la ventana.

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