Si la transformación en Nosferatu no lo mataba, definitivamente los nervios sí lo harían.
Dorian, plagado de ansiedad de punta a punta, daba vueltas alrededor de la reducida celda mientras su cuerpo se estremecía, pero estaba casi seguro de que esto no era un simple efecto secundario del estrés, sino de su nueva condición, una en la que ni siquiera quería pensar o prestarle atención, temiendo que acabaría sufriendo un quiebre nervioso.
«Vampiro. Eres un vampiro. Acéptalo ya». Pensó.
Sentía como si su cuerpo estuviera siendo picoteado por pequeñas agujas con cada movimiento que realizaba y, cuando fijaba su mirada en algún sitio, lo veía con una nitidez incómoda. Observaba los más mínimos detalles, olfateaba aromas que ni siquiera reconocía y, si se quedaba muy quieto, juraba poder oír el flujo de la sangre en sus venas y el tronar de sus articulaciones.
Cerró los ojos y tomó una bocanada de aire por la boca. Solo así lograba anclarse y relajarse. Hizo y deshizo sus manos en puños, y separó los párpados al mismo tiempo que el aire escapaba de entre sus labios.
«Bien, concéntrate». Se dijo a sí mismo.
Relajó el cuerpo, agitando los brazos a sus costados, e inclinando la cabeza de un lado al otro hasta oír cómo sus huesos tronaban. Necesitaba enfocarse y hallar una manera de escapar de este sitio. Viktor estaba cautivo y, a decir verdad, le preocupaba más el bienestar del vampiro que el suyo.
Viktor no tenía nada que ver en todo esto y, sin embargo, era también un prisionero del Salvador, de Carmilla y también de Nicte. A Dorian no le importaba si a él se le acababa el tiempo, solo quería asegurarse de que Viktor estuviese a salvo. Los movimientos del enemigo eran demasiado impredecibles para no temerles.
—Mierda —musitó entre dientes y miró su manos. Podía ver la suciedad impregnada en estas y también sus venas en el dorso de sus brazos. De repente la existencia de la sangre se volvió más prominente, como si estuviese en todos lados. ¿Los vampiros siempre la deseaban tanto?
Frunció el entrecejo y dejó caer las manos a sus costados, lánguidas, teniendo una especie de epifanía.
«Sangre... El Torrente Sanguíneo».
Viktor utilizaba ese transporte para moverse de un sitio al otro en cuestión de instantes, una habilidad única de los vampiros. Dorian sabía que no era un vampiro completo, seguía siendo una Anomalía, pero tal vez, y solo tal vez, podría utilizar ese Torrente.
¿El problema? No tenía la menor idea de cómo invocarlo.
Haciendo acopio de todas sus memorias en donde Viktor usó ese medio, logró concluir que necesitaba sangre, su propia sangre. Era un principio.
Con sus caninos ahora más afilados, mordió su propia mano y la sangre brotó del corte. Ardía, las heridas todavía dolían, pero el tejido ya comenzaba a sanar, por lo que se apresuró a limpiar el espeso líquido con los dedos de su otra mano y usarla para trazar una línea en el suelo de su celda. Le avergonzaba admitir que no tenía la menor idea de lo que estaba haciendo.
—Maldita sea —masculló, y aunque batallaba por enfocarse, su atención siempre terminaba desviándose hacia la sangre, hacia su aroma metálico, hacia lo que representaba. ¿Era posible que se antojara a sí mismo? ¿De verdad estaba tan hambriento?
Miró su mano, en donde la herida ya casi se cerraba por completo, pero todavía escurrían unas gotas de sangre. Era brillante, espesa, algo que hace dos días le habría parecido una molestia, ahora parecía un exquisito manjar.
Estuvo a punto de beberla, de probar tan solo un poco y deleitarse, pero fue interrumpido por una risa burlona. Levantó la cabeza de súbito y se halló con Carmilla al otro lado de los barrotes. Tenía los ojos irritados, parecía que acababa de llorar hace nada y su regeneración apenas se deshacía de los efectos.
—No puedes caer tan bajo —señaló ella—. ¿Beber tu propia sangre? Es como si un humano bebiera un vaso de su saliva para saciar su sed.
Dorian se incorporó, arrugado el entrecejo.
—¿Qué haces aquí? —cuestionó—. ¿Todavía no has acabado de joder mi vida?
Carmilla entornó los ojos.
—A veces hay que hacer sacrificios, Dorian —aseveró—. ¿Sabes algo? Esto habría sido muy diferente si el plan original hubiese marchado como debía.
—¿Plan original? —inquirió—. Apuesto que era matarme antes o...
—Ibas a ser mi presa —acotó la vampira, tomándolo por sorpresa—. Ese era el plan original. Viktor nunca iba a estar involucrado.
—¿Presa tuya? —repitió en voz baja. En realidad, si hacía memoria, tenía cierto sentido, o al menos le daría explicación a por qué Carmilla estaba tan interesada en él cuando se conocieron y lo evidente que eran sus coqueteos, muy para su detrimento.
—Como te habrás percatado ya, no resultó —añadió ella—. Viktor se entrometió de más y ahora estamos aquí. Tal vez, si él no hubiese metido sus narices, esto no sería tan... trágico.
Dorian rodó los ojos.
—Por favor, como si te importara lo "trágico" que es —refutó—. Solo eres una doble cara. Nunca me fié de ti.
—¿Y qué quieres? ¿Un premio? —se mofó.
Dorian, ya de por sí al borde de explotar, se movió de un rápido movimiento hacia los barrotes, golpeando estos con sus puños con tal fuerza, que podría haberlos quebrado de no estar hechizados.
—Quiero mi vida de regreso —masculló—. La que tú me arrebataste.
Carmilla se tensó.
—Estás vivo, ¿no?
—Estoy a punto de morir, otra vez.
—Considera esto una segunda oportunidad, pudimos haberte dejado muerto. —Ahora ella estaba enfadada, algo la había provocado.
—Tú también podrías tener una segunda oportunidad —señaló Dorian—. Si nos ayudaras a salir de aquí y...
—Anomalía 55. —Lo interrumpió la voz del Salvador.
Ambos vampiros se volvieron de súbito, hallándose con un rostro cuya mitad estaba deformado por una quemadura. Dorian amplió ligeramente los ojos, nunca había visto a la persona debajo de la máscara, jamás pudo crear una imagen mental de quién se ocultaba detrás. Se sorprendió al ver un ojo negro y otro verde, pero este último nublado con algo que no supo reconocer, sin embargo, era la mirada de alguien vivo, de una persona, no un monstruo.
—¿Cómo te sientes? —preguntó El Salvador a Dorian, escudriñándolo—. Veo que la transformación fue... exitosa.
—Se convertirá en Nosferatu en menos de tres días —informó Carmilla.
El Salvador asintió y un mechón de su cabello castaño cayó sobre su frente.
—Lo supuse.
Carmilla frunció el ceño.
—¿Y así le servirá?
El Salvador esbozó una sonrisa desagradable, de dientes manchados e intenciones cuestionables. ¿Qué diablos le ocurrió a esta persona?
—No necesito que sirva al cien por ciento, un Nosferatu fiel será prueba suficiente para el Padre Común.
ESTÁS LEYENDO
Vampire Anomaly
VampirosLIBRO 2 DE VAMPIRE KISS ¿Cómo puedes recuperar lo que no sabes que está perdido? Seis meses después de los eventos de Vampire Kiss, Dorian Welsh ha perdido todas las memorias de su pasado y se encuentra atrapado a merced del Salvador, un misterioso...