Capítulo 46.

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Daniel Ricciardo.

19 de Agosto, 2022.
Londres, Inglaterra.
Después de la tormenta.

El recuerdo de cuando la besé por primera vez luego de nuestro reencuentro se viene a mi mente, se veía preciosa con esa ropa que claramente no era de ella. Recuerdo que a mi cabeza se me había venido la pregunta: ¿Cómo se vería ella con mi ropa? Luego de un tiempo pude tener la respuesta, la cual era muy simple: Perfecta.

Perfecta era ella, cuando se despertaba, cuando me besaba, cuando me decía que me amaba... Ella sólo tenía veintinueve años, solo eso, aún no habíamos hecho nada de todo lo que ansiabamos. Aún no habíamos tenido tiempo y de golpe todo se anuló a cero. Ya no hay nada para hacer, ya no hay tiempo.

Dolor. El dolor se instala y se vuelve insoportable, se vuelve un peso, una cruz. Su cabello rubio, su flequillo, sus labios, su sonrisa, sus tatuajes, su voz... Su imagen me causa dolor, dolor de no haberla podido disfrutar. Dolor de que su recuerdo siga en mi piel.

No le pude decir todas las veces suficientes que la amo. No me pude despedir...

Apenas llegué a casa Damon se encontraba durmiendo en su cama. No pude y no quise despertarlo, por los que me dirigí directamente a donde se encuentra la oficina de Nikova, allí me quedé unos cuantos minutos en silencio intentando procesar todo, hasta que el sonido de unos pasos es lo que me saca de mis pensamientos. Al levantar la cabeza lo primero que me encuentro es a Brianna con Michael y Alaska ingresando con precaución al lugar, literalmente no llego a decir mucho, simplemente sonrío triste mientras que por mi rostro no dejan de caer lágrimas.

-Los dan por muertos-Murmuro ante su atenta mirada-. A Oliver, a Roma...-Un sollozo se entremezcla entre mis palabras y como puedo en un hilo de voz digo su nombre en voz alta-, a Nik... Dan por muerta a mi mujer y yo ni siquiera me pude despedir porque estaba seguro que volvería y ahora... No, no está.

Lloro como un bebé abrazando el almohadón que había en la silla, me abrazo con fuerza a el sintiendo el perfume de ella. Aquí, en este preciso lugar donde más de una vez hicimos el amor, dónde la he besado antes de irme a la fábrica o a algún otro país, donde hemos desayunado, reído, jugado, apostado... Carajo, es que toda está casa tiene recuerdos suyos y ahora estos pesan como la mismísima mierda. Todo tiene su imagen, todo se centra en ella.

-No puede ser... Ella me prometió volver, no... Ella no...-Balbuceo en medio de mi sollozo-, ¿por qué? Me dejó, nos dejó... Está muerta.

Un sollozo ronco se entremezcla entre mis labios mientras lloro desconsoladamente, logrando que mi pequeña hermanita me abrace con fuerza.

La muerte era algo a lo que no le temía simplemente la respetaba, esto fue hasta que hallé que un día, de golpe, habían dos personas esperándome en casa, hasta ese momento la simple idea de morir no me quitaba el sueño, pero ahora mismo preferiría haber sido yo con tal de que mi rusa estuviese aquí con nuestro hijo.

-No la pude salvar-Balbuceo en los brazos de Bri-. No pude salvar a mi mujer, no estuve ahí, no pude...

Grito y lloro de forma desconsolada, creo ver cómo Alaska se tapa los oídos y se esconde en el pecho de mi mejor amigo, pero ahora mismo no puedo (ni sé) como manejar mi dolor.

-Bri, me duele-Gruño-. Me duele mucho...

Ella acaricia mi cabello y susurra en un roto hilo de voz.

-Lo sé, Dan, y no sabes cuánto lo siento...

°°°

-Mamá y papá están por tomar un vuelo directo, también Dean y Natasha están viniendo-Me comenta mi hermana apareciendo en la cocina.

Última vuelta [Daniel Ricciardo] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora