Capítulo 16

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No supo en qué momento se encontró atrapado en un chat con el joven local, enviando su ubicación. Esa era la excusa que necesitaba para volver a hablar con él. Lo necesitaba, deseaba verlo. Con el mensaje enviado, una ola de anticipación lo envolvió, y los minutos se estiraron ante él como horas interminables. Cada segundo se convirtió en un eco en su mente, resonando con la posibilidad de una respuesta. Suspiró, elevando la mirada hacia el cielo nublado, donde las nubes, pesadas y grises como la incertidumbre en su corazón, parecían aplastarle el alma. El viento, suave y juguetón, acarició su rostro, despeinando levemente su oscuro cabello y llevándose consigo algunas de sus preocupaciones.

Pasó la mano por su frente en un intento de acomodarlo, pero el desorden era parte de su naturaleza; quizás, pensó, era como el caos de sus pensamientos. Guardó su teléfono al ver que su petición no era contestada, sintiendo cómo la esperanza comenzaba a desvanecerse en el aire espeso de la ciudad. Dirigió la vista hacia sus amigos, una sonrisa forzada floreciendo en su rostro mientras se acercaba a ellos. A pesar de la alegría que intentaban transmitir, una sombra de preocupación se cernía sobre él como una nube oscura, y se preguntó si alguna vez lograría deshacerse de la sensación de vacío que lo perseguía.

Comenzaron a caminar por las bulliciosas calles de la ciudad, las luces parpadeantes y los sonidos vibrantes envolviéndolos en una sinfonía caótica. Buscaban su habitación de hotel, y él necesitaba un baño, un momento para refrescarse y escapar de la tormenta que rugía en su interior antes de regresar al hospital para visitar a su tía.

Cuando el grupo llegó a la habitación del hotel, el adolescente compartía el cuarto con su familiar, mientras que sus dos amigos y amigas habían reservado habitaciones separadas. Una vez que sus amigos se retiraron a descansar, el chico de cabello oscuro entró en su habitación, cerrando la puerta tras de sí con un clic que resonó en el silencio. En ese instante, se sintió atrapado entre dos mundos: el bullicio de la ciudad afuera y la calma de su refugio personal.

El agua caliente del baño lo abrazó como un amante ansiado, cada gota un suave susurro de alivio que lo envolvía. Con un suspiro profundo, aplicó champú en su cabello, dejando que la fragancia lo transportara a un lugar de paz. Sin embargo, su mente seguía atrapada en un torbellino de pensamientos; cada recuerdo de lo que había vivido en aquel hermoso y peligroso país se entrelazaba con la imagen del chico de piel morena. A pesar de la tormenta en su mente, sus labios dibujaron una sonrisa al recordar cómo siempre estaba ahí para ayudarlo o coquetearle. ¿Cómo podía ser tan fácil sentir una conexión tan profunda con alguien que acababa de conocer? Una calidez brotaba en su pecho, como si el mismo sol estuviera brillando en su interior con cada recuerdo de su toque.

De repente, en medio de su reflexión, escuchó la notificación de su celular, como el canto de un ave que anuncia la llegada de un nuevo día. ¿Sería un mensaje? La anticipación lo impulsó a salir del baño, envuelto en una toalla que cubría su cuerpo, y miró su maleta con ansiedad. Con manos temblorosas, buscó su ropa, cada prenda un pequeño ritual que lo preparaba para lo que podría ser un encuentro significativo. Se sintió como un guerrero a punto de entrar en batalla, esperando que el mensaje fuera de ese local que había cautivado su mente y su corazón, el que no podía dejar de pensar.

Mientras se cambiaba, un colibrí revoloteaba fuera de su ventana, vibrante y lleno de vida, como un destello de magia en su mundo cotidiano. Se movía con agilidad, como si estuviera buscando algo o vigilando su entorno. ¿Acaso estaba cuidándolo a él? La imagen del pájaro, con su plumaje brillante, lo llenó de una inexplicable sensación de esperanza, como si la naturaleza misma estuviera conspirando para unir sus caminos. Ambos estaban bajo la mirada atenta de sus diosas, quienes observaban desde un lugar donde lo tangible y lo etéreo se encontraban, sabiendo que el momento se acercaba. El momento que habían esperado con tanto anhelo, donde sus almas finalmente se encontrarían.

En esa dimensión intermedia, las deidades sentían el peso de sus decisiones, sabiendo que había un precio que pagar: una vida por otra. Una diosa clamaba por sangre, mientras que la otra imploraba por paz. La deidad observó el cielo, sus pensamientos entrelazados con las palabras de su colega, y una ola de compasión la envolvió. Recordó el sufrimiento de esos chicos, víctimas de un engaño que había alterado sus destinos. El joven había traído victorias a su pueblo, merecía un final feliz.

—Merecen un final feliz... —susurró, sintiendo que la decisión pesaba en su corazón como una tormenta que pronto liberaría su carga.


























Gracias por leer el capítulo y por su paciencia

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Corregido: 2/oct/2024

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⏰ Última actualización: Oct 03 ⏰

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