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Willmer:

Abrí los ojos y suspiré, no había podido dormir bien en toda la noche. Las pesadillas no eran lo mío. Era raro que soñara algo, por lo regular me dormía y despertaba a la mañana siguiente y continuaba con mi vida sin tener que preocuparme porque mi mente armara fantasías.

Me levanté de la cama y me vestí, una playera sin mangas, una camisa grisácea y un pantalón de mezclilla con mis tenis blancos. Al salir, alcancé la gorra que Carter me había regalado y tenía tejido un patito y un corazón encima de él.

Carter.

Sin darme cuenta, ya estaba estacionado frente a su casa. Ni siquiera era hora de que ella saliera por la puerta, probablemente apenas estaba tomando un baño. Apreté las manos en el volante y me revolví nervioso, desde que me había dicho que estuvo enamorada de mí no sabía cómo comportarme con ella. He de reconocer que mis actitudes no fueron las más adecuadas, menos cuando encontré al chico universitario en su casa, jugando el juego de mesa favorito de Piper.

Saqué mi teléfono y le mandé mensaje, había sido grosero con ella la última vez que la vi, así que probablemente no respondiera. Pero para mi sorpresa, y alivio, recibí una respuesta minutos después.

"Lo siento, me estaba cambiando. Ya bajo."

Leí el mensaje una y otra vez, lo que me puso nervioso y me hizo sentir culpable. Carter no tenía que disculparse por nada, yo fui quién la trató mal y, al no saber como exteriorizar mis sentimientos, opté por comportarme de manera inapropiada. Miré de reojo a la puerta y cuando vi que se abría, regresé la vista al volante.

Carter caminaba en mi dirección. Se había arreglado el cabello en una coleta y un rizo se escapaba, cayendo a lado de su ojo izquierdo. Solo hacía eso cuando tenía demasiado calor, por lo regular siempre andaba con el cabello suelto. Y si tenía tanto calor como para peinarse, seguramente también traía el ventilador con forma de pata de gato, el cual le regalé hace tres años en su cumpleaños.

Actúa tranquilo, por más hermosa que sea, somos mejores amigos. Es lo mejor.

La puerta del copiloto se abrió y volteé a ver como Carter se acomodaba en el asiento. —Hola, Will.

—Hola.

Se abrochó el cinturón y dejó su mochila en el asiento trasero, junto a la mía. Tenía una expresión seria.

—Carter, quisiera decirte algo.

—Te escucho. —dijo, al mismo tiempo que se ponía a revisar su celular, sin mirarme. Entonces la escuché, aquella risa que me ponía la piel de gallina, esa risa que nunca me cansaría de escuchar pero que en este momento no era para mí ni por mí. Disimuladamente, miré la pantalla de su celular y pude notar que sostenía una conversación con un tal Collin. Seguramente era ese chico que estuvo en su casa el otro día.

—Carter.

Mi voz sonó diferente a como quería, parecía que la estaba regañando. Vi como automáticamente guardó el celular y entrelazó sus manos. Ese tono, se me había olvidado, era un disparador emocional ligado al abuso que sufría por su padre. Ni siquiera intentando disculparme podía hacer las cosas bien.

—Disculpa, estaba contestando un mensaje.

Ya no podía mirarla porque estaba conduciendo, pero sonreí, triste. Sabía que no era mi responsabilidad la manera en que ella respondía o los traumas que la atosigaban, pero me sentía mal por ser como su padre y hacerla sentir mal.

—Solo quería disculparme contigo por mi comportamiento del otro día, no fue el mejor y me mostré de mala manera ante tu visita. Sé que no tienes por qué aceptar mis disculpas, pero tenía que decirlo. No hiciste nada para que te tratara de esa manera y te lastimé.

Complaciendo a Papá. EN EDICIÓN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora