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Willmer:

Abrí los ojos y suspiré. No había podido dormir bien en toda la noche. Las pesadillas no eran lo mío. Era raro que soñara algo, por lo regular me dormía y me mente quedaba en blanco, solo despertaba a la mañana siguiente y continuaba con mi vida sin preocuparme sobre las fantasías que armaría mi mente.

Me incorporé y calzé los zapatos. Muriendo de sueño o no, debía ir a la escuela. La beca no se iba a mantener sola y mi madre no me perdonaría malgastar mi tiempo durmiendo.

Cuando terminé de arreglarme, tomé la camioneta y conducí hasta la casa de los Colombus. Estaba en frente de la casa de Carter más temprano que de costumbre, apreté mis manos en el volante y me revolví nervioso. Ella hacía que me comportara así, aunque no lo supiera. Su simple mirada me intimidaba.

Miré de reojo a la puerta y cuando ví que se abría, regresé la vista al volante.

Carter caminaba en mi dirección. Se había arreglado el cabello en una cebolla y un rizo se escapaba, cayendo a lado de su ojo izquierdo.

Actúa tranquilo, eres su mejor amigo, recuérdalo. Ella no es hermosa, ella no es hermosa.

—Hola, Will. —le miré unos segundos y aparté la mirada, sonriendo.

Era hermosa.

—Hola, Crack.

—Por dios, Will. Ya nadie me llama así. —comentó enojada.

—¿Qué? —la burla en mi voz era notoria.— ¿No te gusta?

—No —respondió firme. Empece a reír.

—Pero si te queda bien.

—No me gusta. —se abrochó el cinturón y dejó su mochila en el suelo de la camioneta.— Que me digan así me recuerda a algo espantoso.

—Pero... —quise protestar.

—Además no me parece correcto. — respondió indignada, interrumpiéndome.

—Carter —le llamé, ella volteó a verme.— Son las siglas de tu nombre.

Ella bufó.

—Ya sé, es un recordatorio molesto. —comentó con expresión sombría.— Eso me atormenta cada día.

Me eché a reír y al cabo de un rato la contagié. Su risa era lo mas hermoso que había escuchado nunca. Simplemente podía escucharla reír todo el día y no iba a cansarme.

Incluso tenía un vídeo donde estaba abrazando a Carter mientras veíamos una comedia sentados en el sofá y empezaba a reír después de que mi hermana se cayera frente al televisor. Aquél video lo había grabado con la cámara frontal de mi celular y se podía ver cuando ella volteaba para esconder su cara detrás de mí, aún riendo.

Tenía dos años aquello y no lo había borrado a pesar de cambiar de celular.

Nuestra conversación en la camioneta fue como de costumbre, nos peleamos por ver quien conocía más bandas y que canción nueva era la mejor. Contando anécdotas del otro que nos sabíamos de memoria. De vez en cuando Carter me regañaba por apartar los ojos del camino y amenazaba con conducir la camioneta si lo volvía a hacer.

Nunca me aburría con ella a mi lado. Me hacía sentir eufórico cada vez que estaba conmigo.

Todo iba bien, hasta que al llegar al colegio divisé a ese chico. Collin.

Carter se bajo del auto sonriente, saludó a Collin y éste le agarró de la cintura, y sin más le plantó un beso. Ella no se movió, pero no le respondió, como si no supiera que hacer con la repentina acción del otro. En el fondo, deseé ser ese chico.

Deseé tener la confianza suficiente para poder llegar con ella, tomarla de la cintura y besarla. Acariciar su rostro lentamente y picar los huecos de sus hoyuelos al verla sonreír, besar su frente y abrazarla no sólo porque ella se sienta mal.

Deseé aquello que no podía tener porque sólo me atrevía a besar su mano.

Los observé alejarse, después de dos minutos él regresó al estacionamiento, solo. Cuando se alejó en su coche, golpeé el volante y respiré varias veces.

Ella no es bonita. Ella no es bonita, ya tiene un chico y no es bonita. No te quiere, solo le gustas como amigo.

Ella no es bonita.

Era la peor mentira que había dicho en toda mi vida, claro que era bonita. Ella era hermosa. Solo que no me quería así. Carter era la chica más linda que podría llegar a conocer en toda mi vida. Era amable, atenta, cariñosa, confiable. Era preciosa.

Quería que tomara mi mano y no la soltara jamás. Tan solo tenerla conmigo me hacía sentir dormido, construyendo sueños inalcanzables sin querer despertar. Tocar su piel, escuchar su risa, sentir su cabello y la calidez de su sonrisa. Cuando estaba conmigo me sentía en un lugar diferente a todo, irreal pero real a la vez, que alimentaba mis fantasías y me llenaba de vida.

¡Diablos!

Todo este enamoramiento empezó antes de haberle besado ese día, cuando le dije que quería probar algo y solo era una excusa para probar sus labios.

Ojalá pudiera contar hasta tres y borrar todo. No sólo los malos momentos, para así poder tomar su mano y sonreír.

¿Por qué la bese en primer lugar?

Gruñí.

Ella no es bonita.

Iba a repetírmelo hasta que me lo creyera.

Pero ya no quería pensar en nada, ni decir una palabra. Menos a ella, porque cada que abría la boca o la soltaba sentía que ella saldría volando lejos de mí, como una mariposa me vería a lo lejos sin tocarme.

Quería extender mis brazos a ella y gritarle que aquí estaba para ella y aunque fuera momentáneo, aunque quisiera desperdiciar su tiempo en mí, yo lo aceptaría. Pero sabía que eso no era verdad, porque no me conformaría con algo pequeño, pasajero. Quería más, todo el mundo quería más, siempre.

Me dirigí a clases de mal humor. Aún si mi día había iniciado bien, aquél pequeño detalle me había destruido el espíritu. Ya no quería nada, solo hundirme en mi asiento y pasar las siguientes horas pensando en algo más que no fuera ella.

Carter no era bonita.

Carter era hermosa como un cisne, el cual me tocaba admirar de lejos, sin poder alcanzar.

Complaciendo a Papá. EN EDICIÓN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora