XXII.

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Bell ladeó su cabeza hacia un costado observando a su alrededor confundido. A su lado, Naruto caminaba tranquilamente mientras daba un bostezo.

Ahora que prestaba atención, ¿su hermano no estaba captando las miradas de las personas? Entre ellos algunos susurraban, llegando un par incluso a señalar al rubio teñido.

- Ey...- llamó Bell en medio de un murmullo a su hermano-. ¿No crees que te están mirando mucho?-

- Gaah- Naruto elevó sus hombros en un gesto desinteresado.

Puck, sentado sobre la cabeza del rubio, infló su pecho y las comisuras de sus labios se desfiguraron en una expresión arrogante.

- La gente sabe cuando pasan frente a ellos los que la tienen más larga-

Algo raro el comentario de Puck al saber que el espíritu no tenía genitales.

Naruto solo negó ante la inmadurez del pequeño.

- (Aún así, tiene razón)- pensó el espadachín negro viendo las miradas discretas del público-. (¿Por qué demonios me miran?)-

- Porque somos sexys- expresó Puck posando como un modelo.

Ambos hermanos se dirigían hacia la sede del Gremio para rendir un informe a Eina, la semielfa que guiaba al par desde su primer día como aventureros, y de paso averiguar algo sobre la <Familia Soma>.

Las calles con gente andando de aquí para allá, visitando las tiendas que residían en aquella avenida, una de las más lujosas de la ciudad como se podía apreciar gracias a los negocios de alta calidad.

Gracias a la rutina de ir al Calabozo dia a día, los hermanos podían reconocer a varios aventureros entre la multitud comprando nuevos accesorios o disfrutando de un paseo junto a sus compañeros.

Ante la última palabra, Bell hizo un pequeño mohín. Se sentía un poco celoso de ver a distintas personas pasando tiempo en grupo. Ya ansiaba que la Familia Hestía creciera en miembros para poder imitar a los demás grupos.

Naruto solo comenzaba a irritarse ante la mirada de las personas.

Tras pocos minutos de caminata, ambos llegaron al Panteón, yendo a través del patio de columnas blancas que conectaba con la sede del Gremio.  El vestíbulo elegante de mármol blanco era sumamente amplio pudiendo caber decenas de aventureros sin problemas.

Gracias al horario, no había casi nadie en aquel lugar, estando todos ya dentro del Calabozo, o algunos comprando en las avenidas como los hermanos habían presenciado.

Encontrar a Eina fue fácil.

La semielfa se hallaba sentada en su recepción atendiendo a una persona.

Naruto alzó una ceja curioso ante el comportamiento de su hermano mayor. Bell se había quedado estático y balbuceando apenas la persona que hablaba con Eina se dio media vuelta.

Su cabello, sus ojos dorados, su figura. Era hermosa. Su belleza se comparaba con las diosas más atractivas.

Los cuatro presentes se observaron en silencio. Bueno, Naruto no podía hablar.

El largo silencio continuo.

Ante la mirada de Aiz Wallenstein calando en el, Bell se dio media vuelta tratando de huir hacia la salida.

Naruto le puso un pie en su camino.

¡Pump!

El albino se fue de cara al suelo.

- ¡Bell-kun! ¡Naruto-kun eso no se hace!- reprendió Eina enojada.

El rubio teñido solo alzó sus hombros. ¿Qué? Había funcionado deteniendo al muchacho. Pueden cuestionar sus métodos, pero no sus resultados.

Espadachín Negro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora