No te preocupes

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–Al menos, esa es la visión romántica del matrimonio.
–¿Qué otra interpretación podría hacerse?
–Algo más práctico. Piénsalo. Uno de cada tres matrimonios termina en divorcio. Y seguro que todas esas parejas de divorciados se habían sentado a cenar de la mano antes de casarse, soñando con hacerse viejos juntos.
–Pero, en dos de cada tres, la cosa funciona. Terminan juntos.
–Eres una optimista. La experiencia me ha enseñado a ser más cauto. De todas maneras, no importa. Podríamos seguir dando vueltas a lo mismo durante toda la noche. La realidad es que estamos en una situación en la que no podemos elegir.

A _____ se le encogió el corazón. Si no lo amara, quizá hubiera sido más fácil aceptar su propuesta. Pero, si se casaba con él, se sentiría desgarrada.

–Lo siento, James –murmuró ella con voz temblorosa–. Mi respuesta tiene que ser no. No puedo casarme contigo por que creas que es lo correcto. Cuando me case, quiero que sea por la razón adecuada. No quiero conformarme con un marido reticente que ha tenido la mala suerte de verse atrapado. ¿Acaso crees que sería bueno para nuestro hijo?

¿Cómo era posible que la vida hubiera cambiado tanto en unas pocas horas?, se preguntó él, contemplando la expresión tozuda de su acompañante.
Una oleada de rabia lo atravesó.

–Y dime una cosa. ¿Crees que sería bueno para nuestro hijo crecer sin su padre a su lado? ¡Eso también debes tenerlo en cuenta! ¡No se trata solo de ti y tu idea romántica de un matrimonio de cuento de hadas!

_____ se encogió y apartó la mirada.

–No vas a conseguir que cambie de idea –aseguró ella, reuniendo todas sus fuerzas.
–¿No? Entonces, deja que te presente la otra opción. Nuestro hijo crece en una familia separada y, en su momento, descubre que podríamos haber estado juntos, pero que tú no quisiste porque estabas esperando al príncipe azul. Y, si ese príncipe apareciera... te aseguro que no iba a dejarle educar a mi hijo y que lucharía por quedarme con la custodia.

_____ apenas podía pensar tan a largo plazo.

–¿Y tu padre? ¿Qué pretendes contarle? –le espetó él.
–No había pensado...
–¿Es que no tienes valor para decirle que te he ofrecido casarnos? Pues que sepas que pienso dejarles claro a mi madre y a John que te he pedido matrimonio y que tú has decidido que prefieres hacerlo sola. Ya veremos qué les parece.
–No quiero discutir por esto...
–Quizá deberías haber pensado en darme la noticia bomba de otra manera...
–Habría dado lo mismo. El resultado habría sido el mismo y lo siento. Mira, no puedo seguir comiendo. He perdido el apetito. Quiero irme a casa –afirmó ella, se puso en pie, se tambaleó y volvió a sentarse.

Al instante, James corrió a su lado, olvidando por completo la discusión.

_____ apenas fue consciente de que él pagaba la cuenta y dejaba una generosa propina al camarero. Agachó la cabeza entre las manos.

–De verdad, estoy bien, James –aseguró ella con voz débil, mientras salían del restaurante.
–¿Hace cuánto tiempo que tienes estos mareos?
–De vez en cuando. No es nada preocupante... –balbuceó ella. Sin embargo, era agradable que la rodeara con sus brazos.

James paró un taxi y la ayudó a entrar como si fuera de porcelana.

–¿Qué ha dicho el médico?
–No se lo he comentado. Me quedé demasiado estupefacta al saber que estaba embarazada.
–Deberías volver y hacer que te examinen bien. ¿Qué les pasa a los médicos? ¿Es que no saben hacer su trabajo?
–No te preocupes. ¡No pasa nada!

Por primera vez desde que había descubierto que estaba embarazada, _____ se preguntó si estaría haciendo bien al rechazar su propuesta. La amara o no, era un hombre fuerte y ella necesitaba su protección. Sobre todo, iba a necesitarla cuando fuera madre. Él quería hacer lo correcto. ¿Estaba siendo una egoísta al aferrarse a sus principios por encima de todo? ¿Tenía James razón? ¿Sería lo más adecuado aceptar un matrimonio sin amor?

La chica a la que nunca miro ( adaptación )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora