Bueno, cuéntame por qué has tirado el libro –pidió ella, sintiéndose entre molesta y excitada por la intensa mirada de él. Sabía que no era buena idea alimentar su adicción, sin embargo, no podía soportar la idea de levantarse de allí e irse a la cocina.
–Hace un par de meses, cerramos un trato con una editorial. Era una compra muy lucrativa y con potencial, pero estamos teniendo problemas._____ se inclinó hacia delante, intrigada. Recordaba haber leído algo sobre esa compra en Internet.
–¿Qué clase de problemas?
–Tienen que adaptarse. Tienen un nicho de mercado, pero no da dinero. Sus empleados podrían subirse al carro de los libros electrónicos, pero se niegan a cooperar y no quieren firmar el contrato. Por supuesto, podríamos obligarles a hacerlo, pero no queremos tener empleados a disgusto._____ había trabajado con un par de pequeñas editoriales en París, una de ellas especializada en mapas y otra, en libros raros de ediciones limitadas. Le había fascinado lo diferente que era su forma de llevar el negocio, comparadas con las grandes editoriales, y lo distintos que habían sido sus empleados. Eran personas que se involucraban a título personal en la empresa, de una forma que no sucedía en las grandes compañías. Ambas estaban luchando mucho para seguir adelante, pero estaban teniendo éxito.
Ella lo bombardeó con muchas preguntas sobre el acuerdo legal al que habían llegado con la editorial.
Compartió con él su experiencia con empresas similares y con los problemas que habían surgido cuando habían sido compradas por multinacionales.–Tienes que trabajar con ellas –aconsejó _____–. Puedes explorar un mercado diferente. No solo dan dinero los libros electrónicos. Yo creo que merece la pena tener un nicho de mercado que funciona sin interferencias, porque le otorga integridad al proyecto general.
James, que en realidad no tenía ni idea de lo que ella hacía en París, quedó impresionado por sus conocimientos y la brillantez de sus ideas. También conocía todos los entresijos legales de los que podía valerse esa pequeña editorial para independizarse de la compañía que la había comprado. Mientras la escuchaba con interés, ella le explicó con fogosidad todas las razones por las que era mejor no forzar a su nueva subsidiaria a amoldarse a lo que hacían la mayoría de las grandes editoriales. Al fin, él asintió despacio y frunció el ceño.
–Muy bien. ¿Entonces crees que debería dejar de presionar y consentir que los empleados hagan las cosas a su manera?
–No a su manera, pero con alguien competente en el puesto de dirección, igual te sorprende comprobar que, en este mundo informatizado en que vivimos, también hay sitio para las cosas que no quieren o no pueden ser digitalizadas. Sigue habiendo personas que aman las cosas antiguas y debemos animarlos a seguir así.
–¿Y qué pensarías si te digo que tengo en mente a la persona adecuada para ese puesto?
–¿Ah, sí? Siempre pensé que tus empleados son gente brillante y moderna que no quiere atarse a tareas consideradas como pasadas de moda.
–Bueno, siempre se les puede convencer, si se les paga bien. El dinero puede ser muy persuasivo.
–Sí... –dijo ella, pensativa–. Pero también te hace falta alguien a quien le interese el trabajo y no lo haga solo para engrosar su cuenta bancaria.
–La persona que tengo en mente es inteligente, apasionada y haría el trabajo de maravilla.
–Genial. Bueno... ya está bien de darte la charla. ¿Te sientes menos frustrado ya o vas a volver a tirar el libro de jardinería contra el suelo? Si lo vas a hacer, avísame para que no me pegue un susto de muerte mientras esté cortando cebollas para la cena –indicó ella y se puso en pie.James le hizo una seña para que esperara.
–Me gusta escuchar tus opiniones –señaló él–. Antes, tú siempre escuchabas las mías.
_____ se sonrojó de placer al escucharlo.
Su relación había dado un cambio. Se habían convertido en dos adultos en una situación de igualdad, muy diferente de la que habían compartido en el pasado y mucho más satisfactoria.Entonces, de golpe, _____ recordó aquellas palabras que él había pronunciado el día anterior. «Eres una mujer atractiva». El corazón se le aceleró. Era posible que él respetara sus opiniones, pero eso no significaba que hubiera dejado de verla como la vecinita de al lado. Sin embargo, cuando ella intentó recordar todo el daño que la había causado hacía cuatro años, no lo consiguió. Por primera vez, revivió aquella noche viéndose a sí misma a través de lo ojos de él. Joven, ingenua, enamoradiza, maleable... Meneó la cabeza, tratando de poner en orden un tumulto de pensamientos.
–Lo sé. Pero seguro que te aburro.
–Eso nunca...
–¿A quién tienes en mente para el trabajo? –inquirió ella para agilizar la conversación, pues la intensa mirada de él le estaba acelerando el corazón–. ¿Crees que no le importará que lo apartes de su puesto para hacer otra cosa que puede que no reporte beneficios?
–Es una mujer...De repente, la hiperactiva imaginación de _____ volvió a la carga, sembrándose de imágenes de rubias bonitas deseando satisfacer todos los deseos de su jefe. Sería una de sus leales empleadas, como su secretaria, aunque más joven y soltera.
–El único obstáculo que veo es que todavía no trabaja en mi compañía –señaló él, maravillado porque ella todavía no adivinara hacia dónde iba la conversación.
–¿Ah, no?
–No. De hecho, ni siquiera trabaja en el país –añadió él con una sonrisa y guardó silencio, esperando que ella empezara a comprender.
–¡No puedo trabajar para ti, James!
–¿Por qué no? Tú misma has dicho que estás pensando en volver a Inglaterra, que tu padre se está haciendo mayor y que necesita tenerte cerca... ¿Has cambiado de idea?
–No, pero...
–No te ofrezco el trabajo por caridad. Tú misma me has hecho ver que hace falta. Todo lo que has dicho me ha dejado impresionado. Será el mayor reto de tu vida y te aseguro que te va a encantar.
–Seguro que tienes empleados más cualificados para ese puesto.
–Nadie tan apasionado como tú y nadie con experiencia para lidiar con una pequeña y tozuda editorial que no quiere amoldarse a los nuevos tiempos.
–No sé qué decir...
–Piénsalo –sugirió él y cerró los ojos–. ¿Qué habías dicho sobre prepararme una comida excitante...?
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La chica a la que nunca miro ( adaptación )
AcakHabían crecido juntos, pero él en una mansión y ella en la casa del mayordomo. James Maslow siempre lo había tenido todo: dinero, atractivo y una sonrisa demasiado seductora, algo que le había procurado una larga lista de sofisticadas bellezas a su...