Capítulo 42

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No dejes de sentir (y gemir).

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Aisha

Theo tarda un momento en salir de la sorpresa, pero cuando lo hace toma el control de mi ataque.

Muerde mi labio provocando que suelte un gemido sordo, aprovecha que mis labios se entreabren para meter su lengua en mi boca y aumentar la intensidad.

Me es imposible quedarme quieta sobre su cuerpo, las sensaciones que experimenta mi cuerpo me hace removerme sobre su pelvis, despertando su miembro.

—Theo… —jadeo su nombre, pero nuestros labios están juntos aun así que sale como un susurro apenas audible.

—Shhh… —sisea contra mis labios, pero me es imposible acatar la orden.

Es demasiada la intensidad como para contenerme.

—Cállame, si quieres que haga silencio.  —sus labios congelan sus movimientos al escuchar mi demanda.

No sé de donde sale mi actitud, pero me gusta esta nueva Aisha.

Theo separa nuestros labios y junta nuestras miradas.

—Lástima que amo que seas ruidosa cuando estás sobre mi.  

Para afianzar sus palabras coloca sus manos en mi cintura y me acerca más a él. Al mismo tiempo dirige su boca en mi garganta dejando un leve mordisco que me hace soltar un gemido, esta vez es ruidoso porque sus labios no están para callarlo.

Siento su miembro frotarse contra la parte interior de mi muslo, mientras Theo sigue dejando besos y leves mordiscos en mi cuello.

Las sensaciones se juntan y comienzo a sentir la humedad entre mis muslos, intento cerrarlos, pero su cuerpo debajo de mi me lo impide. Intento moverme, para acomodarme mejor sobre él, en cambio, hago que su pene se frote aún más contra el vértice entre mis muslos.

—Ah. —Theo gime contra mi oído por culpa de mis roces descontrolados.

Sus manos recorren mi cintura, arrugando mi blusa, pero no puede importarme menos. Siguen su camino hasta mi espalda baja y no se detienen hasta el final de mis nalgas.

—Ohm. —jadeo cuando las dos grandes manos de Theo sujetan mis nalgas, apretándolas y moviéndolas, como en un masaje.

Mis ojos se viran por las sensaciones y vuelven a su sitio, para encontrarse con la mirada fija de Theo.

—Si hubiera sabido que eras así de fiera cuando tomas el mando, te lo habría entregado desde el inicio. —me río, provocando que mi cuerpo se mueva.

Salto levemente cuando mis movimientos, a causa de la risa, hacen que sus dedos se resbalen hacia el interior de mis muslos. Al ser mi short ancho y corto, tiene total accesibilidad, cosa que ahora mismo no sé si es del todo buena.

Nuestras miradas siguen fijas y mi respiración se vuelve cada vez más pesada, al sentir sus dedos cada vez más cerca de mi centro. Cuando rozan sus dedos levemente con mis bragas un escalofrío me recorre el cuerpo, erizando todos mis cabellos.

Sus dedos siguen su camino y esta vez tocan por completo la humedad de mis bragas, siento la sangre ir hacia mis mejillas y espero un comentario burlón a causa de ello, pero en cambio recibo por respuesta un beso arrollador.

Sujeta mi cara con una mano, esa misma mano se enreda con mis rizos, mientras sigue besándome con intensidad. La otra, en cambio permanece tocando la parte exterior de mis bragas, provocando más humedad y gemidos ahogados contra sus labios.

—Ahhh. —gimo más fuerte contras sus labios cuando sus dedos se meten por un lado de mis bragas, tocando por completo mi piel sensible.

Sus dedos comienzan a subir y bajar a lo largo de mi raja, llevando consigo la humedad. Las sensaciones van en aumento haciendo que mis dedos se encojan con fuerza.

Sus labios se separan de los míos y ambos nos miramos jadeando.

Theo se deja caer por completo en la cama y yo me quedo sentada sobre él, acomodo mis manos en su pecho para sujetarme, mientras me estiro un poco hacia adelante dándole más acceso.

Mis manos recorren sus abdominales y mientras sus dedos continúan trabajando yo levanto su camisa, cuando esta llega a su cuello, tiene que sacar la mano de mis bragas para terminar de quietárselo. La falta de sus dedos me golpea al momento y aún más cuando ya se quitó la camisa, pero sus dedos no vuelven a su trabajo.

—Quítate la blusa. —me dice en un susurro ahogado y yo mirándolo a los ojos la saco por encima de mi cabeza dejando mis tetas en libertad, ya que no llevo sujetador.

Theo me mira y se relame los labios.

»—Acuéstate sobre mí. —me pide y así lo hago.

Cuando mi cabeza se encuentra reposando sobre su pecho siento sus manos recorrerme, con caricias leves hasta llegar a mis caderas, comienza a deslizar el short hacia abajo y yo me elevo un poco para ayudarlo, luego repite lo mismo con las bragas, dejándome completamente desnuda.

—¿Me dejas desnudarte? —le cuestiono levantando mi cabeza para verlo a los ojos.

—Por supuesto, soy tuyo.

Le respondo con una sonrisa de boca cerrada antes de levantarme, ya a su lado desabrocho su pantalón y lo deslizo por sus piernas, dejando cuatro de mis dedos por dentro, y cuando pasa por su bóxer rozan su miembro haciéndolo gemir. Repito la acción con su bóxer, está vez gime más fuerte porque roza piel con piel.

Cuando termino dejo la ropa a un lado

»—Vuelve a la posición en la que estabas antes.

Un poco con curiosidad me vuelvo a acostar en su pecho. Está vez va directo a mis muslos y con sus manos los mueve hasta que estoy en una posición como si fuera una rana.

Ahora la ropa no es una barrera, así que sus dedos tienen vía libre.

—Ah. —jadeo cuando uno de sus dedos me roza el clítoris, provocando una corriente de placer.

Esta vez no se detiene, introduce uno de sus dedos estirándome. Con suavidad introduce otro y comienzan los movimientos constantes.

—Ummm. —mis gemidos van en aumento, cada vez que la intensidad de sus dedos en mi interior sube.

Cada vez me encuentro más cerca, pero algo me impide dejarme ir frustrándome. Theo al parecer lo nota, porque se acerca a mi oído y susurra.

—Shhh, tócate el clítoris.  

Por la posición en la que nos encontramos a Theo se le dificulta tocarme ahí, así que sigo sus instrucciones y llevo mis manos hacia el lugar mágico del placer femenino. Mis movimientos comienzan con lentitud y luego llegan al mismo ritmo que los de Theo.

Mis dedos se enroscan y lo siento ahí, tan cerca. Hasta que me dejo ir, sintiendo que toco el cielo.

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Cuando vuelvo en mi siento a Theo acariciarme el pelo. Mis ojos se encuentran pesados y me cuesta abrirlos.

Cuando por fin consigo abrirlos veo a Theo abrazándome y acariciando mi cabello con una sonrisa.

—La idea era cansarte a ti, no a mí. —Theo suelta una carcajada.

—Me conformo a verte dormir en mis brazos.

—Theo. —me quejo.

—Shhh, duerme princesa.

Mis ojos se cierran de forma involuntaria, pero juro que antes de caer por completo en el Morfeo sentí un beso en mis labios seguido por una sonrisa.

No sé lo que nos depara el futuro, pero mientras esté entre los brazos de Theo, me siento con el súper poder de afrontar lo que sea, porque lo tengo a él a mi lado.

Seis meses para decir noDonde viven las historias. Descúbrelo ahora