Bueno iniciamos una nueva historia, me gusta escribir esperó que a ustedes les guste esta nueva aventura.
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Primero y ante todo, Ana quería aclarar que ella no era una mala amiga.
En serio.
Es decir, ¿era cierto que estaba enamorada de la prometida de su mejor amiga?
Sí, perdidamente, pero nadie tenía derecho a emitir juicios sin saber la realidad, porque ella tenía una justificación para eso.
Cualquiera podría preguntarse cuál podría ser un argumento válido para defender tal traición, pero Ana lo tenía y era uno muy contundente.
¿Qué cual era?
Fácil, Ana se había enamorado de Verónica mucho antes de que su mejor amiga supiera de su existencia.
Interesante, ¿verdad?
Ahora, seguramente se estarían preguntando cómo es que había terminado en esta situación.
Pues bueno, eso no era del todo sencillo.
Este enredo había comenzado a enmarañarse tres años antes cuando Ana, fotógrafa de profesión, seguía tratando de abrirse paso en la industria sin la ayuda del poder que venía con el apellido Gabriel.
Su padre no estaba del todo de acuerdo con eso, pero reconocía en su hija más pequeña tenía la misma hambre de sobresalir por sus propios medios que le había llevado a él a convertirse en el dueño del emporio de comunicaciones más importante del país, así que la apoyaba en sus decisiones.
Ella lo agradecía bastante y bueno, como cualquier persona que comienza a ganarse una reputación en su ramo, captando trabajos aquí y allá cada vez más importantes debido a la calidad de los resultados que entregaba, Ana se encontraba con la agenda llena, repleta de pendientes y, más que nada, exhausta.
Estaba durmiendo poco, sus horarios eran un desastre, todas las fechas se estaban acercando y ella no tenía nada listo.
Encima de eso su sitio café preferido, la Bodeguita de café, había cerrado por completo y ella se había enterado esa mañana cuando llegara al sitio al punto de las 7:00 am como acostumbraba, encontrando el sitio cerrado, sin los logos que lo caracterizaban y con un mensaje en la puerta que los invitaba a pasar a su nueva ubicación, un sitio decenas de cuadras más abajo que este.
¿Cómo era posible que se hubiese perdido esta noticia?
Bueno, considerando el modo piloto automático en el que venía funcionando desde su último trabajo para la revista del congreso, tampoco le parecía tan raro.
Ana acomodó la correa del maletín que se le resbalaba del hombro, luego el del estuche de su cámara réflex que se cruzaba por el pecho y suspiró.
Aún tenía que editar esa sesión de fotos y Daniela estaba en casa esa mañana con otra de sus conquistas, así que no podía volver allá, puesto que significaba no tener la paz para llevar a cabo sus tareas.
Vivir con su mejor amiga tenía sus ventajas.
Daniela Romo había sido un gran apoyo para ella durante la universidad y cuando sentía que el mundo se le venía encima tras la muerte de su madre. Esa chica alta, de piel pálida y de ojos lindos, le había sacado del hoyo en tantas ocasiones, que no le parecía absurdo asegurar que le había salvado la vida en cada una de ellas.
Ahora, vivir con tu mejor amiga, con fama de conquistadora empedernida, ese sí que era el problema.
Sin afán de sonar odiosa, Ana reconocía tener su éxito con las mujeres, la verdad es que le gustaba su físico y la imagen que el espejo le devolvía, pero no abusaba de ello.
Daniela, en cambio, era otra historia.
La chica, prácticamente una deidad venida a la tierra, aprovechaba cada ventaja que su apariencia le traía, su carácter alegre y seguridad en sí misma, para tener a una mujer nueva en su cama cada dos o tres días.
En fin, bien por ella.
El problema era que lo que Ana necesitaba era encontrar un sitio donde sentarse, beber su primera taza de café del día y terminar de editar estas fotos que representaban un gran estímulo para su carrera en ascenso y definitivamente no lo podía hacer en su departamento, porque conociendo a su roomie, paz era lo último que habría ahí en cuanto ella y su acompañante en turno despertaran.
La solución llegó en forma de un recuerdo de un par de semanas atrás, cuando cruzando por una calle, un chico le entregara un volante con la publicidad de este nuevo sitio 'La cafetera de la abuela', dos cuadras más adelante.
Según sus cuentas, ya debería haberse inaugurado para ahora.
Ajustando sus pasos, Ana cambió de dirección calle arriba y no tardó demasiado en dar con el lugar.
No era muy grande, lo cual le agradaba. Tenía pocos comensales al interior, lo que era comprensible debido a lo nuevo que era. Ofrecía servicio de wifi, del que requería ahora mismo y el olor que despedía el interior era simplemente embriagante.
Café y tranquilidad, justo lo que necesitaba.
Sin pensarlo dos veces, la pelinegra de cabello largo entró en la cafetería, eligió una mesa en una esquina solitaria que daba hacia la calle, dejó sus cosas y regresó al mostrador, lista para hacer su orden, sin sospechar que ahí encontraría el detalle más llamativo que tenía este sitio, ese que la mantendría regresando a él a diario y que terminaría por enredarla en la situación en la que su yo de la actualidad se encontraba.
— Hola, ¿ya sabes qué quieres? — saludó una interesante voz.
Movida por la inercia, Ana apartó la mirada del menú de la pared y en ese instante se quedó sin habla, porque ¿de qué otra manera se podía reaccionar ante tal belleza?
Sus labios rosas enmarcando esa sonrisa de dentadura perfecta, la finura de su color de piel, más blanca que la suya y sus ojos verdes que no podían ser de este mundo.
O quizá sí.
Es más, si lo pensaba bien, que una chica tan hermosa atendiera este lugar era muy entendible y ahora no le quedaba la menor duda que esa fragancia que le había cautivado vivía dentro de ella, emanando de los poros de su piel, invadiendo su mirada, que era la prueba irrefutable de la calidad del café que se servía ahí.
— Uhm... ¿disculpa?
La voz de la chica volvió a llegar hasta sus oídos.
— ¿Perdón?
— Decía que si ya sabes qué vas a ordenar — repitió.
— Ah, uh... sí ... un, un cortado está bien.
— Perfecto — volvió a sonreír, registrando su pedido — ¿algo más?
— No
— Okay. ¿A nombre de quien queda la orden?
Ana volvió a sumergirse en aquel maravilloso espectáculo con esencia de café, ignorando por completo lo que la chica acababa de pedirle.
Cuando el silencio le indicó que estaba observando demasiado, volvió a la realidad, ésta a donde la barista la miraba curiosamente.
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I Can Be Better (VerAna)
RomanceEl amor que sentimiento tan extraño y confuso, pero solo es cuestión de encontrar el tiempo perfecto