22

156 23 0
                                    

Le habló también de su conversación con Verónica, de cómo esta le había pedido su aprobación para seguir con sus planes de salida y  absolutamente todo lo ocurrido después, incluso la llegada de Lucía; el intento de escape que fue para ella su tiempo en California, confesó el verdadero motivo por el cual las fotos de su fiesta de compromiso jamás vieron la luz, el cómo había sido egoísta y guardado para sí misma un momento que debía haber sido solo para Verónica y ella; incluyó partes de su conversación con la modelo, con su padre y luego la manera en qué había ocurrido todo aquel día, ese en que Verónica se presentara a ayudarle a desempacar en su departamento y terminado encontrando su secreto en la tarjeta de memoria de su cámara. 

Su amiga escuchó cada palabra con suma atención, el sarcasmo lavándose poco a poco de su sonrisa, para dar paso a un gesto serio, pensativo, casi empático.  

Cuando la declaración de Ana terminó, poco o nada quedaba de su actitud desafiantes y burlesca, en su lugar solo... silencio. 

Ana sorbió lo poco que quedaba de su cortado, conteniendo el gesto de disgusto que fue el sentirlo completamente frío, mientras Daniela se mantenía absorta en lo que sea que tuviera en la cabeza en este momento. 

— Aún así creo que siempre lo supe, ¿sabes? — reflexionó en voz alta, mientras miraba los coches pasar en la calle.

— ¿Qué?

— Ustedes dos. Creo que... siempre supe que había algo ahí, incluso desde el primer día. Vi tu reacción a mi comentario de hacerla mi novia y... no sé, supongo que decidí ignorar las señales porque Verónica me gustó demasiado desde el momento en que la vi. 

Muy bien, eso no se lo esperaba y para ser sincera, no le había gustado nada el comentario.

— Tu... ¿sabías?

Sus ojos se posaron en ella.

— No sabía sabía, Ana, no leo mentes. Si hubieses mencionado algo habría dado un paso a un lado, no soy una hija de puta. 

— ¿Con eso quieres decir que yo sí lo soy?

— Si el saco te queda — aquello había sido claramente una broma y fue tomada como tal.

— Pues no queda, yo di muchos pasos a un lado, tantos que llegué a otro país y... 

— De todos modos terminaste quitándomela — completó por ella, antes de que otro silencio, ésta vez menos tenso, pero igual de incómodo, se estableciera entre ellas. 

A Ana le quedaba ahora claro que no era una mala amiga ni una mala persona, sólo una víctima de las circunstancias, de las malas decisiones, de la falta de comunicación y tanto Dani como Verónica estaban en esa lista también. 

Aquí no había villanas, solo personas reales, con aciertos y errores, con matices que las hacían humanas. 

— Siempre estuve celosa de su relación — volvió a intervenir Daniela — esa sensación de que entre ambas había una especie de... ya sabes, algo exclusivo entre ustedes, algo en lo que yo no tenía cabida. Sus bromas locales, la forma que yo debía recurrir a ti para entenderla mejor, lo de la pizza hawaiana... y ugh, no me hagas hablar de los estúpidos dibujos en los vasos de café. 

— ¡Hey!

No iba a permitir que se metiera con eso que era tan sagrado para ella.

— Los odiaba Ana, ¿por qué mi novia tenía que estar haciendo dibujos de mi mejor amiga?, ¿por qué no había un detalle así para mí? — otro silencio incómodo — pero ahora lo entiendo todo. 

— ¿Entiendes qué?

— Que ustedes dos, par de tontas, siempre estuvieron enamoradas y en lugar de hablar como la gente, dejaron que todo se enredara al punto de que las tres terminamos con el corazón roto en un momento de todo esto. Lástima que me tocó ser la última en la línea. 

— Dani

— No, en serio, Ana, no es un reclamo — hizo una pausa y entrecerró los ojos — bueno, la verdad es que sí... y creo que tengo todo el derecho.

No había argumento para contrarrestar eso... desde luego que lo tenía. 

— Y no me mal entiendas, Ana, no estoy lista para perdonarte, mucho menos a Verónica... pero el tiempo me ha ayudado a reflexionar.

— Sí, ya no me echaste nada encima ni me golpeaste — murmuró la fotógrafa, creyendo que había sido discreta, pero ronquido extraño que salió de su amiga al tratar de detener una carcajada le indicó que no había sido así. 

— En fin, creo que esta conversación me ayudará a llegar ahí, algún día... pero ese día no es hoy. 

No le quedó más que aceptar su decisión. Era una posición válida y entendible. Por lo menos su actitud le mostraba que, efectivamente, existía un pequeño avance en la resolución de este conflicto.

— Entiendo. 

Daniela terminó de beber su capuchino y revisó su reloj. 

Ana entendió que la reunión había llegado a su fin.

— Bueno, Ana.. me tengo que ir — anunció, comenzando a poner las cosas dentro del bolso de diseñador que descansaba sobre la mesa — un gusto verte y descubrir que ya no te quiero caer a golpes. Tú pagas la cuenta, me debes eso por lo menos.

Ambos comentarios fueron bien recibidos por la otra chica, quien solo alcanzó a asentir en acuerdo y acompañar el gesto con una sonrisa. 

— Claro.

— Okay. 

Daniela se puso de pie y estaba ya empezando a dar la vuelta, cuando algo la hizo detenerse. 

— ¿Por lo menos ya le diste el anillo? — soltó la pregunta sin miramientos. 

Ana podía apostar que su reacción había sido muy cómica, a juzgar por la risotada burlona que salió de su amiga, ex amiga, posiblemente amiga... o lo que fuera suyo la mujer frente a ella. 

— Qu- es.. no.. es, ¿no crees que es muy pronto? 

Es decir, no que no lo hubiera pensado, pero alguna vez Verónica le había dicho que era muy 'rrrrrápida' así, con muchas 'erres', qué tal si decía que no por sentirlo muy apresurado. 

— Pffts. Ana, no llevan ya cuatro años de estar enamoradas. 

— Sí, pero... apenas uno de estar juntas. 

— No había necesidad de recordarlo, pero... ¿sabes que mientras estuvimos juntas le propuse que se viniera a vivir conmigo muchísimas veces? — preguntó retóricamente, retomando el tono melancólico en la voz — nunca estuvo lista y... según supe de algunas fuentes, le tomó a penas unos meses llevar sus cosas a tu departamento — volvió a mirarla para esperar por su respuesta. 

Cuatro, para ser exactas, pero Ana no iba a ahondar en esos detalles. Mejor decidió limitarse a contestar la pregunta silenciosamente. 

— ¿Qué te hace pensar que no pasará lo mismo cuando le propongas que se casen?

Okay, eso hacía sentido, tenía que pensarlo, desde luego, pero-

— Bueno, me voy, Ana, cuídense y... si dice que sí, me invitas a la boda, igual y para ese entonces ya las perdoné. 

Con aquello, Daniela retomó su camino a la salida, desapareciendo por la puerta, regalándole con aquel encuentro la posibilidad de liberar otro peso de su conciencia y sembrando en ella la semilla de la duda.

I Can Be Better (VerAna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora