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La sugerencia de que se mudaran juntas llegó más pronto de lo que esperaba.

La idea vino a su mente de la manera más natural posible, en una de las pocas noches en que Verónica decidió no quedarse en su departamento.

Aparentemente Socorro le había reclamado que llevaba semanas viéndola solo en el café y se sentía abandonada, así que, en lugar de ir de la escuela al departamento de Ana, Verónica le había mandado el audio en el que su mamá le recordaba que ella también requería de su compañía y agregado uno de ella comunicándole que hoy estaría en casa de Socorro.

Ana envió muchas caritas chillonas, pero la verdad es que entendía a su suegra.

Ni siquiera quería pensar en el sentimiento que la embargaría si pasara tanto tiempo sin sus besos, su silueta sentada a media sala mientras diseñaba algo en su cuaderno, llenado el espacio con el sonido del lápiz deslizándose por el papel y sin cada rutinario detalle que ella encontraba suficientemente cautivador como para dedicarle sesiones de fotos enteras.

Cada vez que el sonido del obturador llegaba a los oídos de Verónica, ésta comenzaba a curvar sus labios, sin apartar la mirada de la hoja en la que trabajaba y Ana ajustaba el aparato en sus manos, porque sabía que en dos o tres disparos, ella alzaría el rostro para decirle '¡ya, Ana!' con una enorme sonrisa de la que ella tomaría ventaja para capturar eternamente con su cámara.

Verónica tampoco tenía mucho que reclamarle, pues compartiendo espacio con los maravillosos diseños que trazaba para sus proyectos escolares, vivían decenas de dibujos de Ana haciendo cualquier actividad cotidiana; cocinando, regando la colección de suculentas que Socorro le había regalado, trabajando en frente a su laptop o vencida por el sueño en el sofá, su recámara o la alfombra de la sala.

Por la tarde de ese día del reclamo, Verónica llegó a su departamento con una maleta, no para quedarse, sino para llenarla de las cosas que necesitaba para pasar la noche en la que se suponía era su casa.

Darse cuenta de que su novia prácticamente vivía con ella,  le ayudó a decidir hacerlo oficial.

— Ana... — comenzó Verónica, después de escucharla — no te estoy diciendo que no, pero... ¿no crees que es muy pronto?

— Llevo tres años queriendo que vivas conmigo Vero, eso no es nada pronto — respondió en automático, pensando que era claro que se trataba de una broma, pero la manera en que la cara de Verónica se descompuso al escucharla, le dejó muy claro que no había sido así.

Ana acudió a ella rápidamente.

— Hey, era una broma. No es una reclamación ni nada.

— Lo sé, es solo que... siento que perdimos tanto tiempo — parecía estar recriminándose a sí misma — Todo podría haberse solucionado si alguna de las dos hubiese hablado antes de dejar que todo se enredara.

— Vero... Tú dices ser mala con las palabras y yo soy un desastre gay cuando estoy cerca de una niña que me gusta, éramos un caso perdido en eso de la comunicación.

Con el comentario logró tanto arrancarle una sonrisa como aligerar el ambiente, dos pájaros de un tiro.

— Además todo ocurrió en el tiempo adecuado, porque así debía ser.

—¿Así?, ¿que sufrieras en silencio por años?

— Sí, los peores tres años de mi vida — confesó, volviendo a poner el gesto decaído en su novia — pero no importan ya, ¿Sabes por qué?

— Nah.

— Porque ahora me espera una vida entera a tu lado para sanar cada herida del pasado y hacer recuerdos contigo.

I Can Be Better (VerAna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora