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Un destello de coherencia y autocontrol bajó del cielo para ayudarla y hacerle hilar una pregunta sensata.

— ¿Tú crees?

Si tan solo pudiera hacer que su voz no temblara tanto.

— Sí. Es muy bueno y tu cortado siempre se ve muy solito, es perfecto para acompañarlo.

— Oh, pues... ¿tienen hoy?

— Claro, recién salidito del horno.

— Cool, pues... uh. ¿Me puedes traer uno?

— En seguida.

Ana entonces se quedó en su mesa, esperando ahora por el postre que le haría compañía a su bebida.

Sus manos comenzaron a juguetear nerviosas con el vaso térmico que la barista había tenido la atención de traer hasta ella, dándole la vuelta para averiguar el dibujo del día de hoy.

Se trataba de la misma chica que ahora sabía la representaba a ella, solo que en esta ocasión sostenía una cámara con una mano y con la otra hacía un signo de amor y paz por sobre su cabeza y era acompañado por esa elegante letra cursiva color negro que formaba la palabra 'Ana'.

***

A partir de entonces Ana dejó de ser sólo una cliente frecuente para pasar a convertirse en amiga de la casa.

Esa misma tarde averiguó el nombre de la barista.

VERÓNICA.

Era fuerte, con carácter y personalidad, perfecto para describir el aura de la chica que lo poseía.

Y no, no estaba actuando de mesera, era sólo que en días lentos como aquellos, ella y Perlita, la dueña del lugar, se permitían dar alguna atención extra a sus comensales, como el llevar la orden de café hasta sus mesas.

Así fue también como aprendió cosas sobre ella.

Verónica, a penas un par de años mayor que ella, estudiaba diseño de modas en una universidad no muy lejana de ahí.

Sin embargo, la carrera exigía tanta inversión en tiempo y dinero, que había elegido suspenderla por un semestre, concentrarse en trabajar para ahorrar lo suficiente y poder reincorporarse el siguiente periodo, ya más relajada en cuanto a lo económico, esperando poder quedarse sólo con este empleo y no con el otro que tenía también.

A Ana eso le pareció encomiable y le recordó el privilegio en el que ella había nacido, al no tener que preocuparse por algo así y hasta poder darse el lujo de querer ser independiente, cuando personas como Verónica no tenían otra opción.

Perlita, la dueña del café, quien era amiga de su madre, y ésta última a su vez la repostera de la cafetería, había ahorrado toda su vida para abrir este lugar y les estaba yendo bastante regular, pero esperaban que las cosas siguieran en aumento.

La fotógrafa hizo su misión recomendar a toda la gente que conocía tomarse un café en aquel sitio, asegurándoles que el pastel de almendra al café era simplemente maravilloso y la bebida por igual.

Pero no solo eso, el tiempo que siguió a aquel día le sirvió para confirmar que Verónica, como ella, gustaba de las chicas.

La aclaración llegó gracias a la intervención de Socorro, la mamá de la barista, un día de esos lentos en los que Verónica podía pasarse por su mesa a conversar un poco.

Justo estaban hablando sobre una sesión que el mánager de cierta actriz le había pedido para su cliente, cuando Socorro se acercó a recoger el plato de cerámica en el que Verónica había traído su postre.

I Can Be Better (VerAna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora