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Tener todo listo para dejar la bahía en tan poco tiempo, le hizo darse cuenta de que en realidad siempre había tenido la esperanza de volver, pues no había raíz alguna que la atara a esta ciudad.

Su trabajo en la fotografía se había mantenido más en el tono freelance así que ni siquiera eso representó una dificultad para ella. 

Apenas unas cuantas semanas después de su conversación con Lucía, Ana tomó el vuelo de regreso a la capital mexicana. 

El primer mes lo pasó completo en casa de su padre.

No quería esperar a tener un nuevo departamento cuando ya había extendido demasiado su estadía en el estudio de Lucía y porque era aquel su bastión más seguro.

La agencia de fotografía la tomó de regreso de inmediato, sabiendo la calidad de su trabajo. 

Ana estaba consciente de que tenía que reconstruir la reputación que había dejado abandonada en su alocado intento de huída, pero estaba segura de que volvería a colocarse en un buen sitio si ponía el empeño suficiente y agregaba a su currículum las dos, tres credenciales logradas durante su breve estancia en el extranjero.

Estaba concentrada en lograr posicionarse mejor que antes en esta industria, así que si eso significaba dedicarse únicamente a su vida laborar por un tiempo.

Okay, okay.

¿Estaba usando ese argumento para justificar que estaba escondiéndose de su vida personal? Probablemente, pero no se sentía lista para nada más. Ya pensaría más adelante cómo solucionar eso.

Desde luego que Verónica siendo la primera persona que se parara en su nuevo departamento un jueves por la tarde, era lo último que esperaba.

Se suponía que su hermano estaría ahí para ayudarle a sacar todo de las cajas que habían traído de su casa, pero un viaje de último minuto a Monterrey por asuntos de la empresa del padre de ambos, había cambiado los planes.

Al escuchar el timbre de la puerta, creyó que sería Renata, pues no era extraño que su cuñada tomara el lugar de su hermano para auxiliarle en ciertas cosas.

— Hola, Ana — saludó la razón de su tormento, con la misma sonrisa bonita de siempre. 

Ana enterró una de sus uñas en la palma de su mano, esperando que aquello le ayudara a despertar de este  sueño. Se había levantado muy temprano a comenzar esta odisea, así que cabía la posibilidad de que todo fuera producto de su imaginación.

No, no estaba soñando y ahora le dolía la mano. Verónica estaba ahí, tan linda como de costumbre, cargando sus libros y una mochila en la espalda.

— Hey, hola — saludó de regreso, intentando sonar lo más serena posible.

— Hola — un silencio — ¿puedo pasar?, o ¿es un mal momento?

— No, para nada... adelante.

La fotógrafa se hizo a un lado para permitirle entrar al desorden que era este nuevo piso.

— Cómo, cómo... — trató de articular.

— ¿Supe que estabas aquí?, Dani tuvo que ir a Monterrey por trabajo, fui a dejarla al aeropuerto y nos encontramos con tu hermano. Creo que iban en el mismo vuelo, supongo que se pusieron al tanto de las últimas noticias y... bueno, imagina nuestra sorpresa al enterarnos que tienes más de un mes en la ciudad.

Su hermano no tenía instrucciones de negarle información a su mejor amiga, a quien ya no sabía si seguir llamando de esa manera, pero de ahí a que se tomara la libertad de darle su dirección era algo completamente distinto.

I Can Be Better (VerAna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora