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— Ana, por favor — repitió Daniela por enésima vez, observándola a través de la pantalla con esos ojos de súplica.

— Dani, es que tengo mucho trabajo, es neta.

Después de recibir la noticia con aquel post en Instagram, a Ana le había costado semanas enteras ver el lado positivo de todo, pero lo había logrado.

Que su amiga y Verónica estuvieran comprometidas significaba varias cosas.

Una de ellas, que su amor era real.

No es que alguna vez lo dudara, desde luego que no, era simplemente que en ocasiones, la forma en que ella y la barista interactuaban, le parecía distinta a la que ella pensaría debían tener dos amigas.

Aunque Ana hubiese atesorado el consejo de su padre, ese que decía que quizá solo era cuestión de esperar por su 'perfect timing', ahora entendía que ya no había marcha atrás. Verónica y Daniela se iban a casar, quizá tener hijos, un golden retriever porque su amiga adoraba a esos perritos, la casa con el jardín enorme y la cerca de maderos blancos para completar el cuadro y eso le proporcionaba cierta felicidad porque las apreciaba a ambas y porque era la señal que tanto había esperado para entender de una vez por todas que Verónica nunca había pertenecido a su lado. 

Había seguido el consejo, la dejó volar, ser libre y nunca, ni por error, había encontrado un camino que la dirigiera hacia ella.

Ana, una Gabriel hecha y derecha, detestaba la sensación de la derrota, pero existía cierta tranquilidad en la resignación, que de apoco le había servido para encontrar la determinación de construir un 'de ahora en adelante' lleno de esperanza.

Pero desde luego, Daniela tenía otros planes.

Recibir esa llamada de FaceTime era lo último que quería para terminar su día, pero tampoco iba a dejarla sin contestar luego de tanta insistencia.

— Yo sé, Ana... Verónica me dijo que probablemente no tendrías el tiempo, pero tú sabes que eres la única a la que le confiaría algo así de importante.

— Dani, hay un buen de fotógrafos que harían un trabajo maravilloso. O sea, ¿por qué no le escribes a Freddy?, él hace cosas súper cool para eventos así.

— Sí, pero Freddy no es mi amigo desde hace años a quien quisiera tener acompañándome en mi fiesta de compromiso — refutó la chica al otro lado de la pantalla, con cierto reclamo en la voz.

Ana no tenía respuesta para aquel argumento. Daniela na tenía razón. Ellas eran amigas, incluso antes de la aparición de Verónica y siempre se imaginaron formando parte de los momentos más importantes de la otra.

Que ella estuviese enamorada de su prometida no era culpa ni de Daniela ni de Verónica, eso siempre había sido un enredo que ella sola se había creado.

Lanzando un suspiro derrotado, Ana accedió.

— Está bien, estoy dentro. 

Daniela alzó los brazos al aire y comenzó a hacer ese baile de victoria tan característico de ella.

— ¡Verónica, ven!, ¡Ana dijo que sí! — exclamó tan pronto dejó de dar vueltas, dirigiendo el rostro hacia un punto a su derecha. 

Escuchar aquel nombre tensó de inmediato la espalda de la fotógrafa y ni siquiera tuvo tiempo de inventar nada para escapar de la situación. El hermoso rostro de la barista apareció en el teléfono segundos más adelante, sonriendo para ella como desde la primera vez en que la casualidad la había llevado a aquel café.

— Hola, Anilla.

— Hola, Verónica. — Intentó sonar feliz — ¿Cómo estás?

— Bien, ¿y tú?

— Bien también.

— Que bueno, me da gusto.

— Sí. Gracias por aceptar. Sabemos que tienes trabajo pero significa mucho para... nosotras, que nos acompañes y puedas hacer este trabajo.

— Al contrario, Vero... un honor que me confíen algo tan importantísimo para ustedes — las miradas de ambas quedaron conectadas un instante demasiado largo para el bienestar de su corazón. Tenía que terminar esa llamada, ya — bueno, tengo unas cosas que hacer, así que las voy a tener que dejar. 

— Sí, claro, Ana, de nuevo, gracias

—  No hay de qué. Nos vemos en México.

— ¡Bye!

Daniela volvió a contactarla vía mensaje unos cuantos días después para comentarle el concepto de sesión que quería para ellas, el día, la hora, el lugar y todo lo que iban a necesitar para esta celebración.

Ana puso en juego sus mejores dotes de actriz para mostrarse entusiasmada con todo el asunto porque primero y ante todo, ella no era una mala amiga.

***

Y quizá podrían pensar que cuando ella había dicho 'situación' se refería a absolutamente todo lo relatado, pero no era así.

Ni enamorarse de una chica que nunca sería suya, ni que su mejor amiga fuera quien se terminara ganando su corazón, ni huir a otro país tratando de escapar de algo que insistía en encontrarla, ni ser la encargada de hacer la sesión de compromiso de la pareja, era a lo que se Ana se refería, sino más bien al problema que descubrió unos cuantos días después estando de regreso en casa, sentada frente a su computadora.

Durante la fiesta ni siquiera se había percatado de lo que estaba haciendo, pero, o sea, ¿quién podía culparla?

Vero se veía hermosa en aquel vestido recto color marfil  con cuello halter y encaje en el mismo tono.

Desde luego que la cámara se había enamorado de inmediato de la forma en que su piel contrastaba perfecto con la tela, sus piernas torneadas, su larga cabellera ondulada que se movía en perfecta sincronía con ella, de su sonrisa que iluminaba hasta el último rincón de aquel jardín y esa mirada con aroma de café que conservaba el mismo efecto encanto sobre ella

Ana había comenzado a disparar el obturador una y otra vez, dejándose llevar por la pasión que sentía por aquel arte, capturando cada instante que creía merecer ser conservado como una de aquellas imágenes inmóviles que el tiempo ya no podía tocar una vez que eran inmortalizadas, hasta que el espacio en la tarjeta de memoria le indicó que ya no era posible agregar una más de esas.

No había inconveniente, tenía suficiente material.

La cuestión fue que, al sentarse en su escritorio frente a la ventana que daba hacia la bahía permitiéndole admirar el espectáculo de luces del 'Bay Bridge', dispuesta a pasar por el trago amargo de editar las fotografías para poder enviarlas a las futuras esposas y luego borrarlas de su memoria, la de la cámara y la suya quería decir, se dio cuenta de que no había una sola imagen que no fuera de Verónica.

En serio.

Lo más que aparecía de Daniela era un brazo mal acomodado, uno de sus mechones castaños, quizá una mano posada sobre el definido hombro de la barista, pero nada. Más.

Todo era Verónica sonriendo, o Verónica sentada con un gesto contemplativo, con los ojos cerrados, bebiendo un poco de champagne, conversando con los invitados, abrazando a sus seres queridos, retocándose el maquillaje, lanzando la cabeza atrás en medio de una carcajada, revisando su teléfono, luciendo como la obra de arte que definitivamente era y... ¿ahora?

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Esperó que les este gustando la historia tanto como a me está gustado escribirla

I Can Be Better (VerAna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora