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Esa noche, Ana la invirtió entera en repasar en vano la escena en el café, ideando maneras en que pudiese haber dicho algo distinto sin que sonara a hablar mal de su amiga, como si al día siguiente el día fuese a repetirse y ahora tuviera la oportunidad de actuar de manera diferente.

El único pensamiento que le trajo un poco de tranquilidad, fue el de saber que Verónica no era el tipo de chica que caía por los trucos de alguien como Daniela, y no se equivocó.

Lo que no esperaba, fue que sucediera exactamente lo contrario.

Si saber que a tu mejor amiga le gusta la misma chica que tú era desagradable, Ana no tenía palabras para describir cómo se sentía verla enamorarse completamente de Verónica.

Con el pasar de las semanas, Daniela se convirtió en una persona completamente distinta. Una que no pensaba en ir fiestas con la misión de traer una mujer nueva a su cama como un trofeo que mostrar por la mañana y en cambio pasaba los días maquinando nuevas maneras de tratar de conquistar a Verónica. Flores, cenas, presentarse en el café con mandil en mano y todos los ingredientes para hornear nuevas opciones de postre para el menú junto a Socorro, o quedarse todo el tiempo disponible para ayudarle a Perlita a atender las mesas.

Para Ana se volvió común encontrar a Daniela en la cafetería, conversando con la dueña del lugar, inventando cualquier tontería para estar junto a Verónica, llenándola de halagos tan cursis que la hacían rodar los ojos y estallar en carcajadas.

Cada vez que aquello sucedía Ana quería levantarse de su lugar, ir hasta Verónica, ponerla detrás de ella y decirle a su amiga que se apartara, que ella la había visto primero como hacían cuando era niña y se peleaba por los columpios durante el receso en el preescolar. 

Cada vez que ese pensamiento venía a su cabeza, era ella misma la que se daba tremendas reprimendas porque efectivamente, ella había conocido a Vero primero y no había hecho nada.

Aún así, su relación con la barista no cambió demasiado.

Sus conversaciones seguían siendo tan cómodas como siempre. Ana llegaba a su hora acostumbrada y Verónica tenía listo su cortado, su postre y casi reservado su sitio junto a la ventana.

Era en otros detalles donde se notaba la diferencia.

Esa mirada bonita que Ana había llegado a pensar que quizá era sólo para ella, cambio de objetivo. La sonrisa de ensueño que creía sólo ella podía generar, tuvo una nueva destinataria y ni el dulce postre de almendra pudo quitarle el sabor amargo que ahora tenía su café de las mañanas.

Con el pasar de los días, Ana se dio cuenta que estaba perdiendo la batalla que ella misma no había querido librar y supo que debía darse por vencida el día que Daniela entró por la puerta de la cafetería, acercándose al mostrador para pedir su pretenciosa orden de café con leches vegetales y otras tonterías y Verónica la recibió con un rápido beso en los labios.

El dolor en el estómago que aquello provocó, nada tenía que ver con algo que hubiese consumido.

¿Lo peor?

Que aquella imagen comenzó a repetirse día tras día a partir de entonces.

Ir a 'La cafetera de la abuela' se convirtió más en un compromiso que se obligaba a cumplir, porque que no se le ocurría un motivo para desaparecer por completo, cuando en ese café estaban dos de sus mejores amigas, quienes solo sucedían ser ahora pareja.

***

La primera noche que Verónica pasó en su departamento, Ana no pudo detenerse de salir huyendo cuando los sonidos inconfundibles de lo que estaban haciendo llegaron a sus oídos.

Ana quería gritar, sacar a la barista de ahí, llevársela consigo, decirle que no podía entregarse así a su amiga porque, porque... ella la amaba ¿de acuerdo?, Ana estaba enamorada de Verónica, probablemente lo había estado desde mucho tiempo atrás, quizá desde el inicio y ¿no se suponía que debías estar con la persona que te ama como a nadie? y... y esa era ella, ¿okay? Ana, no Daniela, y aún si ésta última lo hacía también, Ana lo había hecho primero, eso debía significar algo ¿no era así?

Un ruido particularmente fuerte le revolvió el estómago y lo único que atinó a hacer fue tomar sus llaves, salir corriendo a casa de su padre, en donde se encerró en su propia habitación se metió a la ducha desesperada, buscando que el agua le ayudara a erradicar de su cabeza esos sonidos que seguían rebotando en sus oídos y que su cruel cerebro gustaba de acompañar con imágenes.

Desde la muerte de su madre que no usaba el agotamiento del llanto para quedarse dormida, pero agradeció bastante que sucediera, después de todo necesitaba el descanso.

— ¿Mi niña? — la sorprendida voz de su abuela, la encontró por la mañana en la cocina, sirviéndose un vaso con agua, recordándole que nadie, excepto los guardias, le habían visto llegar la noche anterior.

— Hola, buen día — saludó Ana, completamente falta de la animosidad que la caracterizaba.

Una mujer de unos 70 años que mostraba su edad en las marcas que le cubrían el rostro, pero que se conservaba fuerte y vigorosa a pesar de eso, la miró curiosamente, antes de acercarse a abrazarla.

— ¿Cuándo llegaste?, ¿Quieres que te prepare algo de desayunar?

— Anoche, ya estaban todos dormidos, así que no quise despertar a nadie y no, no te preocupes, no tengo mucha hambre.

Su primer pensamiento fue que debía regresar a casa por su cámara, su computadora y pasaría a 'La cafetera de la abuela' por su café y algo para comer.

— Pero si ya estás aquí, mi niña...  te preparo algo rapidito.

—no, tranquila. Si no me voy ahorita no- — La campana de su celular anunciando un mensaje le impidió seguir hablando — aguántame tantito.

— Sí contestó

Dani: '¿Dónde estás?, no estás aquí ¿verdad?'

Las preguntas venían de Daniela.

Era la última persona de la que quería saber, o bueno... más bien la penúltima, pero no tenía un motivo para no contestarle.

Ana: En casa de mi papá, yo creo que estaré aquí hasta mañana.

Dani: ¿Por?, ¿están todos bien?, ¿Don Ramon ?

Ana: Sí, no te preocupes, es sólo que tiene mucho que no paso tiempo con él y... quería verlo.

Okay, esa parte no era mentira. Sí extrañaba a su papá.

Dani: Ah, cool, cool. Me lo saludas.

Ana: Claro.

Dani: ¿Eso quiere decir que tengo casa sola por hoy?

Ana: Si vas a hacer fiesta, solo deja limpio después.

Ana detestaba que cuando su amiga organizaba algo así, era ella quien terminaba levantando el desastre.

Dani: Nah. Solo una fiestecita privada... con Verónica. 😈😈😈😈

Su estómago volvió a sufrir con el evidente significado de ese enunciado.

Fuck!

Fuck!, Fuck! Fuck!

Fuck Dani, y fuck Verónica también.

Ana: Chido.

Envió su respuesta antes de bloquear el aparato y dejarlo sobre la isla del centro con brusquedad.

— Abuela — le habló.

— Dime, mi niña.

— Sí me quedo a desayunar.

La mujer sonrió complacida por su respuesta, sacando más huevos y leche de la nevera.

I Can Be Better (VerAna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora