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— Ah... sí. — respondió la castaña.

No tenía idea de cual había sido la pregunta, pero 'Sí' era casi siempre una respuesta segura.

— ¿Sí?

— Sí.

La barista levantó una ceja, sus labios conteniendo una sonrisa burlona que se convirtió después en una más grande, antes de volver a escribir algo en sus notas.

— Correcto, en un momento está tu café.

— Gracias.

El camino hasta su mesa, la pelinegra lo pasó recriminándose su actuación allá atrás.

¿Qué había sido eso?

Por eso es que llevaba tanto tiempo sin estar en una relación. Porque no podía ver una chica linda que se le olvidaba cómo funcionar.

Un 'gay mess', Ana, eres un desastre gay.

— ¿Sí?

Y no que estuviera buscando una novia tampoco, pero si alguien como la barista estuviera disponible, ella tal vez...

— ¡¿Sí?!

Podría considerar...

— Tengo el cortado de 'Sí, ¿Hay alguien aquí con ese nombre?, ¿Sí?

¿Pero quien demonios podría llamarse 'sí'?

La fotógrafa giró el rostro en dirección al mostrador, muy interesada en quien podría ser la dueña de tal nombre.

Una mujer mayor, de lentes y cabello largo, ondulado y entrecano, recorría el café con la mirada en busca de la tal 'Sí'.

El eco de una risa contenida llegó a los oídos de Ana y su instinto le llevó a querer encontrar la fuente de tan fascinante sonido, encontrando a la bonita barista con la mirada puesta en ella, mientras hacía un esfuerzo por no soltar una carcajada.

No le tomó demasiado concluir que el café era para ella.

De un salto, Ana se puso de pie y trató de acercarse lo más disimuladamente posible. No había mucha gente, pero aún así se sentía un poco abochornada.

— ¿Tú eres 'Sí'? — preguntó la mujer.

La figura de la mujer de los ojos hermosos pasando detrás de la que la atendía ahora mismo, se llevó toda su atención.

— Ah, ¿qué?... sí.

— Oh, ya veo. Aquí está tu cortado.

La agradable sensación del calor del vaso entrando en contacto con su piel le hizo bajar la vista al mostrador y encontró el motivo de tal confusión.

En letra negra y cursiva estaba escrita la sílaba que la señora había pronunciado en voz alta, acompañado de un dibujo digno de esas historietas de anime, una chica de pelo largo que parecía estar confundida mientras miraba hacia adelante.

La chica del dibujo llevaba además una chaqueta negra como la suya y una correa de cámara atravesada sobre el pecho.

Era ella, ese era la imagen de Ana de minutos atrás, pero versión caricatura.

Ana levantó la vista del vaso y buscó de inmediato a la barista, sorprendida no solo con su belleza sino también con su talento.

La encontró sonriéndole divertida y a ella no le quedó más que corresponder con un gesto igual.

***

¿Fue entonces cuando Ana se enamoró de ella?

No, pero fue justo ahí donde todo comenzara.

A partir de entonces, Ana se convirtió en una cliente frecuente de 'La cafetera de la abuela', en donde se presentaba a la misma hora, pidiendo el mismo cortado que le era entregado bajo el nombre de 'Sí' y un dibujito de anime que cambiaba de expresión con su propio estado de ánimo.

Cuando llegaba corriendo porque la lluvia se dejaba caer de la nada, 'Sí' era dibujada con el cabello empapado y un gesto de hartazgo. Los días en que hacía el esfuerzo de aparecerse a pesar de lo desvelada que estaba, la chica del vaso también lucía como si hubiese dormido una hora toda la noche, con grandes ojeras y una sombra cenital sobre los ojos. Los días soleados y alegres, 'Sí' portaba la misma sonrisa con la que ella entraba al café y que ponía ahí solo para la barista.

Fue casi un mes después que Ana decidió pasar de aquel extraño apodo a su nombre real.

— ¿Un cortado? — cuestionó la chica de los ojos Verdes, ni siquiera esperando a que diera su orden.

La fila era cada vez más larga, así que ahora podía robar dos o tres vistazos a la barista mientras esperaba.

— Ah... sí.

'Gay mess'.

Por siempre un 'gay mess'.

La joven detrás del mostrador asintió, comenzando a pasar la orden, pero esta vez la pelinegra se dio el valor de agregar algo más.

— Para Ana, — dijo, titubeante acomodándose la cámara que esta ocasión llevaba rebotando sobre su costilla, sin su estuche — el, el nombre es Ana.

La chica le dedicó una versión aún más bonita de las sonrisas que le había visto hasta ahora y escribió en esa libretita que usaba siempre.

Por primera ocasión, Ana puso atención a lo que hacían sus manos en lugar de su rostro y fue ahí donde la descubrió.

Ahí estaba, alrededor de su muñeca, refulgiendo fuertemente con sus vistosos colores. Esa era una pulsera con franjas de colores que iban desde el naranja oscuro a otro más claro, luego blanco y otros tonos de rosados que se volvían cada vez más fuertes.

Ana sabía perfectamente lo que significaban aquellos colores, ella y Daniela tenían una versión de ellos en una bandera gigantesca en su departamento.

— ¿Algo más? — la pregunta de la barista le hizo darse cuenta que estaba observando descaradamente.

— No, gracias, es todo.

— Perfecto, en un momento está tu orden.

Desde luego, aquella revelación despertó gran interés en Ana.

No podía ser una coincidencia, ¿verdad?, esos colores todos juntos en esas siete franjas y en ese orden, significaba lo que creía significaba ¿cierto?

Su cabeza comenzó a repasar la situación, tratando de controlar sus emociones y fallando miserablemente. Ahora estaba entusiasmada con la idea de que existiera la posibilidad de intentar algo con la barista, no sé quizá, decirle más de dos palabras, conocerla un poco más y-

Esta vez no fue su nombre siendo llamado lo que la trajo de nuevo a su realidad, pero la imagen de su vaso siendo colocado sobre la mesa, a un costado de su ordenador portátil.

— Deberías probar nuestro pastel de almendra al café.

Aquella era la barista ahora convertida en mesera improvisada.

Ana nunca había visto un camarero en este lugar. Si a caso, cuando un cliente se iba, alguien salía de la cocina a recoger la basura y limpiar la mesa.

I Can Be Better (VerAna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora