ೋ• Esos ojos •ೋ

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Sentía su corazón muy acelerado. Se sentía nervioso pero no podía dejar de observar al hombre que tenía frente a sus ojos - ¿Q-que clase de d-distracción es e-esta? - logró preguntar con dificultad. El cuerpo de Volkov era puro músculo. Le escucho reír suavemente.

- ¿Distracción?. Oh cariño, que más quisiera yo que distraerte - murmuró pícaramente el peligris. Horacio estaba tan distraído que ni siquiera alcanzó a escuchar lo que había dicho el ruso, su cerebro parecía que se habia fundido como oro caliente. Observó que se bajó el pantalón, se quitó las botas y calcetines, quedando solo en boxers frente a un sonrojado Horacio.

- Y-yo... lo q-que querías m-mostrar exactamente q-que era - formuló Horacio con cierta dificultad. Observó que Volkov solo lo veía fijamente, sin hacer ni decir nada. Se dio media vuelta y cerró la oficina con cerrojo, luego camino a un lado de la puerta, hacia la esquina de la habitación.

- Por favor, solo... no me temas. ¿Vale? Sigo siendo yo - le dijo suavemente. Horacio no entendía a qué era lo que se refería Viktor, hasta que vio que frente a sus ojos, su peligris cambiaba de un hermoso hombre de dos metros a un enorme tigre blanco.

Era como si le hubieran arrancado la lengua en ese momento, Horacio estaba tan sorprendido que no lograba siquiera gritar, no salía una sola palabra de su boca de lo que acababa de ver. Parpadeó varias veces y su boquita parecía la de un pez, la abría y cerraba en O sin poder decir nada. El tigre dio un paso hacia él, provocando que retrocediera hasta que se chocará con el escritorio. Le temblaban sus manos.

Al ver el temor en sus ojos, el tigre blanco se detuvo. Se sento sobre sus patas traseras y vio fijamente con paciencia a Horacio, quien intentaba no hiperventilarse por lo que estaba viendo. Cerró sus ojos. Levantó una de sus manos y la puso sobre su pecho. Empezó hacer respiraciones, inhalaba y exhalaba para calmarse. Luego de lo que creyó una eternidad (60 segundos aprox.) se calmó y abrió los ojos.

Pensó en que hacer, tenía miedo de que el animal le atacará si se movía. - Por favor, sólo... No me temas, ¿Vale?. Sigo siendo yo - recordó las palabras que dijo Viktor antes. Dio un gran suspiro y se acercó lentamente donde estaba sentado el enorme tigre blanco. Conforme se acercaba notó que le llegaba a la altura del pecho. Es enorme pensó. El corazón le palpitaba muy rápido por la adrenalina que sentía al ver a un animal tan majestuoso de la naturaleza, no podía evitar querer acercarse. Levantó lentamente una de sus manos y la acerco con cuidado en la cabeza del tigre.

Escucho un pequeño ronroneo y se dio cuenta que venía del felino, era como si le animará a que siguiera con lo que quería hacer, dio una sonrisa leve y le acarició la cabeza, el tigre empezó a restregar su cabeza en la mano de Horacio, se animó a rascarle detrás de sus orejas y este empezó a mover una de sus patas traseras como si quisiera rascarse, provocando que Horacio riera como si de un niño pequeño se tratara. Parece un gatito pensó.

Con una sonrisa le rascó el mentón y observó fijamente hacia sus ojos, el gran ser blanco lo veía con una gran adoración que le robó el aliento y a pesar de que sus ojos eran los de un felino... eran los ojos de su Viktor. - Eres tú - murmuró mientras le acariciaba suavemente - Eres tan hermoso. ¿Esto... Esto es real? - le susurró, a lo que recibió como respuesta una lamida en su mano con su lengua áspera, haciendo que riera de nuevo.

- No entiendo y creo que no entenderé que es lo que está pasando, pero... gracias por confiar en mí, no puedo imaginar lo difícil que tuvo que ser para ti el intentar explicarme esto sin que saliera corriendo - mencionó. Observó que sus ojos grisáceos cambiaron a un rojo intenso, sorprendiendolo una vez más. - Esos ojos... donde los he visto - murmuró para sí.

- ¿Acaso tú.. - corto su pregunta al ser interrumpido por un golpeteo fuerte en la puerta, seguido de una voz femenina. - Volkov, regresé del viaje que me mandaste. ¿Porqué cerraste la puerta con llave? - preguntó la voz femenina a la vez que la perilla de la puerta se movia en señal de intentar abrir la puerta. El tigre blanco solo gruñó por la interrupción que se presentó con su compañero. Lamió la mejilla de Horacio en confort y se transformó en cuestión de segundos a su forma humana.

Los ojos del Alfa [En revisión] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora