Me tomó tres noches leer el libro en su totalidad, y debo decir que aquella fue una carrera que jamás creí que iba a correr.
Con cada capítulo mi corazón se aceleraba más y más. El hecho de que aquella historia fuera ni más ni menos de mis propios padres me erizaba la piel. Y pensar que por años me reí de mis amigas por ser fanáticas del cliché cinematográfico. Querida, el karma te ha golpeado la puerta. Y me había encontrado en pijamas.
Jamás esperé encontrarme con un triángulo amoroso entre mi padre, el ricachón, y mi otro padre, el vagabundo, por el amor de mi traumatizada y solitaria madre, agregado al hecho de que el señor Thomas no se había quedado atrás en sus dilemas. No solo era extranjero y pobre, sino que además sus padres, mis abuelos, se habían visto envueltos en un melodrama Shakespeareano de rivalidad entre familias mafiosas que terminó en tragedia.
¡Menuda telenovela! Aún no me lo creo.
Y esa mañana, sábado 27 de abril del 2002, tampoco podía creerlo.
Mi madre estaba por cumplir 50 años de edad, estaba hospitalizada por su adicción al alcohol, y me rogaba que buscara al hombre al que había amado hacía treinta años atrás, luego la había abandonado y se había esfumado por completo. Y en verdad, esto me daba mucha rabia, puesto que ese pedido me parecía un acto de completo egoísmo por parte de mi madre. Buscarme después de tanto tiempo para que le haga de detective privado, siendo que aún teníamos muchos problemas que resolver entre nosotras, no me parecía justo. Pero, por otro lado, tenía que admitir que me mataba la curiosidad. ¿Qué tal si lo encuentro? Pensaba mientras bebía mi taza de café. Melenie respondió a mis pensamientos con un maullido.
- Es una estupidez, lo sé - le dije avergonzada, a lo que ella respondió dando media vuelta y largándose de mi vista. Parecía no estar de acuerdo con eso.
¿Qué tal si no era una estupidez? ¿Qué tal si en verdad había una posibilidad de que Thomas Cliff estuviera escondido en un lugar secreto esperando ser descubierto... por mí?
Sacudí mi cabeza y dejé la taza sobre la mesada de la cocina. Necesitaba tiempo para pensar qué era lo que quería hacer.
Caminé hasta mi habitación, y sin pensarlo abrí mi ropero. Había empezado a correr percha tras percha, mirando mi ropa colgada, sin saber qué era lo que estaba buscando. Hasta que mi gata volvió a interrumpir mis pensamientos con su presencia. Se había colado a la habitación y había dado un majestuoso salto sobre la cama. Cuando me giré a verla, ella estaba echada lamiéndose una patita, sin siquiera reconocer que yo estaba parada frente a ella. Revoleé los ojos y volví la mirada sobre el perchero y mis prendas allí colgadas. Entonces me di cuenta lo que estaba pasándome.
- Siempre odié armar las valijas - dije en voz alta mirando al techo de mi departamento. Melanie afirmó con un maullido. Odiaba que me diera la razón.
En menos de media hora había decidido que viajaría a Broadstairs a ver a mi madre, en principio para pedirle explicaciones, pero también porque una parte de mí sentía que era hora de enfrentar mis demonios y volver a casa.
Sin embargo, antes que nada, debía informarle a Lourie lo que quería hacer. Sabía que por tener un padre enfermo iban a permitirme viajar, pero no era seguro estimar cuánto tiempo iban a permitirme ir. Entonces pensé que podría ser una semana, pero sabía que antes que nada tendría que pegarme una visita al hospital para hablar con ella y explicarle todo.
Dejé mi bolso a media armar sobre la cama, el cuaderno rojo junto a él, resguardado por mi gata, quien se había puesto a dormir su siesta de media mañana sobre una almohada peluda. Tomé mis llaves y partí hacia el hospital, cruzando los dedos para que mi jefa me comprendiera.
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Nuestro atardecer dorado
RomanceCatherine Cox tiene 29 años, es psicóloga, vive en París y trabaja en un hospital para niños. La última vez que había visitado Broadstairs, el pueblo donde naci, había sido después de graduarse. Los recuerdos de su infancia eran demasiado desgarrad...