Me encontraba sentada en una sala de espera de un centro de rehabilitación de adicciones en el corazón de Londres, con las piernas cruzadas y los codos apoyados sobre mis rodillas, mientras sostenía el peso de mi cabeza con las manos. Antony estaba parado de espaldas a mí, hablando con la que, asumí, era la secretaria del establecimiento. Sus voces sonaban demasiado bajas, por lo que me resultaba casi imposible distinguir de qué hablaban. Mis piernas comenzaron a temblar por la ansiedad.Antony había insistido que él me llevaría hasta donde se encontraba su hermano, Lenny, con la condición de que él hablaría primero, y le diría que yo me encontraba allí, y que, si Leonard no estaba de acuerdo con hablar conmigo, debía prometer que no volvería a preguntar sobre la existencia de Thomas Cliff y me pegaría media vuelta a Broadstairs, sin decir un "pero". No tenía otra opción, debía acceder a sus condiciones. Y eso hice.Minutos después, cuando Tonny y la secretaria dejaron de susurrar, él carraspeó su garganta y luego se dio media vuelta en vista hacia mí.
- Mi hermano se encuentra finalizando su último turno de limpieza. Debemos esperarlo aquí - indicó él con seriedad. Asentí con mi cabeza. Debo decir que la espera se volvió eterna. Sentía como los segundos se alentaban cada vez que miraba un reloj que se encontraba colgado en la pared. El silencio era casi absoluto, exceptuando el sonido del teclado de la computadora que la secretaria estaba usando, y los quejidos de Antony, quien parecía estar completamente irritado con la situación.
Mi pierna no había parado de temblar.En un momento, él se volvió hacia mí con absoluta agonía en los ojos, parecía como si estuviera a punto de decirme que dejara de moverme de una vez. Sin embargo, lo detuvo el abrirse de par en par de la puerta que daba al pasillo interno. Allí estaba, de pie frente a mí, una copia fiel del hombre que tenía a mi lado, solo que este parecía una versión con una imagen más abandonada, ropa desarreglada, cabello crespo y largo, y, particularmente, una cicatriz que atravesaba su rostro en sentido diagonal, desde la frente hasta el pómulo izquierdo.Sus ojos oscuros escanearon la habitación rápidamente, y se detuvieron en seco sobre mí. Sentí como estaba atravesando mi alma con su mirada, como si estuviera juzgándome, como si ya supiera quién era yo.
-Hermano, esta es... - comenzó a decir mi acompañante, pero él parecía ni registrarlo. Levantó su mano derecha indicándole que se callara, sin levantar la mirada de mí.
-Es imposible no darse cuenta quién eres, lo veo en tus ojos - respondió Leonard con el ceño fruncido.
En ese momento tragué saliva y apreté mis nudillos con miedo.
-Soy Catherine Cox - respondí ignorándolo. Él no apareció muy contento con mi respuesta, pues levantó una ceja en señal de desagrado.
-Pobrecita - dijo él con ironía - ¿crees que no lo sabía?
La conversación se había vuelto demasiado agitada, Antony se había dado cuenta y también la secretaria. Sin parecer alterada, ella se puso de pie y caminó hasta donde se encontraba Lenny con los brazos cruzados.
- Ha sido suficiente charla en la recepción. Es hora de que se vayan al comedor.
Tras su orden, Lenny miró a su hermano finalmente, y, con un gesto, le indicó que lo siguiera. Insegura, caminé detrás de él, esperando que en cualquier momento alguien me dijera que me detuviera. Pero eso no ocurrió.
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Nuestro atardecer dorado
RomanceCatherine Cox tiene 29 años, es psicóloga, vive en París y trabaja en un hospital para niños. La última vez que había visitado Broadstairs, el pueblo donde naci, había sido después de graduarse. Los recuerdos de su infancia eran demasiado desgarrad...