Capítulo 6

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Allí estaba, parada frente a mí como un fantasma que creía haber enterrado hacía tiempo. Había venido a seguir embrujándome después de tantos años. La sonrisa en su rostro me generaba el mayor recelo, ¿cómo es posible que pueda mirarme y sonreír, después de lo que me hizo? Pensé. La furia se apoderó de mí, y sin pensármelo, me alejé del lado de mi madre y me acerqué a Dawn hasta empujarla con mis manos hacia el pasillo de la unidad. 

—¿Qué demonios haces aquí? — le pregunté entre dientes, aún con mis manos sobre ella. Mi antigua amiga soltó una risa falsa. 

— Pues, trabajando, cielo, ¿qué acaso no ves? — respondió ella irónicamente. Dejé caer mis brazos con fuerza, absolutamente enfadada con su actitud sobradora. 

—No te pases de lista, Dawn, sabes a qué me refiero — dije apuntándola con el dedo acusador — ¿Cómo se te ocurre aceptar ser la terapeuta de MI madre? ¿Acaso no te enseñaron nada sobre la ética profesional en la Uni? 

—Oh, vamos, ¡esto es un hospital! Por el amor de Dios. ¿Qué esperabas, que pierda mi trabajo por negarme a atender una paciente? No es MI culpa que ustedes la hayan traído aquí, ¿sabes? — se defendió dando un paso hacia adelante. Casi podíamos tocar nuestras narices por lo cerca que estábamos. 

—No me digas, como si fuera tan difícil hacer una derivación, ¡por favor! Eres un chiste.

—¿Yo un chiste? ¿Acaso soy yo la que sigue manteniendo un rencor absurdo después de más de una maldita década? — me contestó con el pecho inflado, podía ver la ira en sus ojos azules. 

—Ni te atrevas a llamarme rencorosa a mí, sé muy bien por qué tomaste este caso — le respondí de brazos cruzados. 

—¿Ah sí? ¿Por qué crees? — preguntó con el mentón elevado. 

—Para meterte conmigo — respondí yo, pero inmediatamente fui interrumpida por Dawn. 

—Porque quería verte, Cathy. 

Sus ojos estaban mirándome fijo, tenía el ceño fruncido, los labios apretados y los puños cerrados. Podía sentir como mi corazón estaba acelerado por el torbellino de emociones que acababan de atacarme. Estaba a punto de contestarle, cuando la voz de mi madre me sorprendió de repente. 

— Cathy, hija, tranquilízate, esto es culpa mía, yo debí haberle advertido que era tu madre — comenzó a decir ella. Me volteé para verla y dejé a Dawn detrás del marco de la puerta — Al verla... Cuando me di cuenta quién era ella... No pude evitarlo, me recordaba a los viejos tiempos, cuando tú eras una niña feliz... Lo siento — los ojos de mi madre se llenaron de lágrimas y corrí a contenerla. Al sentarme a su lado para abrazarla, noté que el pasillo de la unidad estaba vacío. Dawn se había ido. 

Era lo mejor, pensé mientras acariciaba la espalda de mi madre y le decía que estaba todo bien, no era saludable para nadie seguir discutiendo sobre el mismo tema, mucho menos allí. Aun así, sabía que no estaba lista para perdonarla por su traición, y que algún día tendría que dejar que se disculpara, así ambas podríamos hacer un cierre. Pero no estaba segura cómo haría eso, pues todavía sentía la necesidad de estar lejos de ella.  

— Hija, ¿puedo pedirte algo? — me preguntó mi madre una vez que nos separamos. Yo asentí con mi cabeza — No dejes que lo que te hice nuble tu corazón. Acepta el amor de los que te quieren, incluso si se han equivocado. Mi único deseo es que puedas ser feliz. 

Ante sus desgarradoras palabras, mordí mi labio inferior con tristeza, respiré hondo, suspiré y asentí mirando hacia abajo. Sabía que era cierto, y que ella me lo dijera significaba mucho. 

— Mamá, yo... Lo siento mucho. Después de leer tu diario se abrieron mis ojos. Desearía que me hubieras contado esto antes, tal vez así todo hubiera sido diferente — le contesté con una mano sobre la tapa del cuaderno rojo que estaba aún sobre la cama. Ella asintió con los ojos cerrados y me tomó de la mano. 

Nuestro atardecer doradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora