Capítulo 10

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El teléfono sonó tres veces hasta que alguien respondió del otro lado. 

—¿Hola? — dijo ella finalmente. Su voz tan dulce como siempre. 

—Tati, soy yo — respondí mientras me mordía la uña del dedo índice derecho. 

—¿Acaso estás llamándome desde un teléfono público? — preguntó mi hermanita entre risas. 

No estaba equivocada. Verás, inmediatamente después de despedirme de Dawn, luego de nuestro incómodo encuentro, comencé a caminar casi sin rumbo, hasta que me topé con la cabina telefónica que se encontraba cerca de la costa. Me había detenido a observarla unos segundos, hasta que una idea brillante se me ocurrió. Iría a Londres el día siguiente, y le pediría a Tati que me dejara quedarme en su casa por unos días, usando alguna banal excusa. 

—Em, sí... Es que salí a caminar y se me ocurrió llamarte a mitad de camino. 

—¿Y tu teléfono celular? — podía oír su tono inquisitorio, ella, al igual que mi padre, criticaba mi falta de interés en usar mi celular. 

—Olvidé por completo que lo traía — respondí con una risa nerviosa. Imaginaba que mi hermanita estaba negando con su cabeza en silencio. 

—Eres una vieja anticuada.

—Ya, ya, no he llamado para que me critiques — necesitaba ir al grano pronto. 

—Lánzalo — respondió ella rápidamente. Suspiré nerviosa. Aún no había pensado qué excusa ponerle. 

—Oh bueno... es que... Papá te contó que estoy aquí, ¿verdad? — pregunté intentando ganar tiempo. Ella soltó una risita. 

— Sabes que papá jamás se calla cuando se trata de ti — dijo ella, notaba cierto recelo en sus palabras, pero decidí ignorarlo para no generar conflictos — Sí, me dijo. Es más, habíamos hablado con Phill sobre pegarle una visita a mamá, además el domingo es tu cumpleaños. 

Lo había olvidado. Ese domingo 7 de mayo yo cumplía 30 años. Llevé un amano a mi frente para masajearla, necesitaba reordenar mis ideas. 

—Bien, lo recordaste — respondí entre risas incómodas — De todos modos, yo pensaba ir para Londres mañana. Tengo que asistir a... un curso, sí, un curso de formación que dictará la A.P.I en la cede. 

El silencio del otro lado del teléfono me mataba de ansiedad. Sabía que mi hermana más que nadie podía leerme cuando mentía. Sin embargo, también sabía que ella no era un apersona que solía meterse con los asuntos ajenos, por lo que no me cuestionaría la veracidad de las cosas que le decía. 

—Oh, que interesante — respondió ella, no parecía demasiado interesada en verdad, pero eso era lo que necesitaba. Si le hubiera dicho que quería pasear por la ciudad se hubiera ofrecido a acompañarme, y no podía hacerlo. La tarea que mi madre me había encomendado tenía que permanecer secreta. Ella siguió — Por desgracia, tengo la semana casi repleta de ensayos, pero eres libre de venir a mi departamento si quieres. Phill y Clarissa están en medio de una discusión, por lo que no creo que quieras ir para esos pagos — y al decir esto, las dos nos reímos con complicidad. 

Para darte algo de contexto, mi hermano había conocido a su prometida en una fiesta de la universidad, los dos futuros contadores, si es que entiendes a qué voy. Son las personas menos divertidas que conocerás. En fin, hacía tres años que estaban juntos, y cada medio año se peleaban, así que verás que su relación no era demasiado estable. La familia esperaba que todo se calmara cuando se casaran, pero Tati y yo sabíamos bien que ese matrimonio estaba destinado al fracaso. 

—Gracias, hermanita. Mañana iré para allá con papá, y prometo llamarte con mi celular cuando llegue. 

Esa misma noche, una vez que mi padre regresó del trabajo, decidí que aprovecharía a contarle sobre mis intenciones de viajar con él el día siguiente. Mientras él preparaba una ensalada de tomate, me senté en una de las banquetas de la cocina y, para llamar su atención, carraspeé mi voz. Él se volvió a verme inmediatamente, con una ceja levantada como quien sabe que se le está por pedir un favor. 

Nuestro atardecer doradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora