85 | Club tropicana

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85 | Club tropicana

Lunes 30 de Octubre de 2023
Cabo San Lucas, Baja California Sur, México

-Dios... Jul...- suspiró sorprendido el holandés, con su corazón acelerado en su pecho al sentir su dulce voz y sus pasos en la apenas iluminada cocina, pues justo se había perdido en sus pensamientos más lejanos mientras bebía un poco de agua para calmar la intensa sed que le habían causado las hamburguesas de la cena de hace unas horas.

-Lo siento... creí que me habías oído...- pronunció tímida y por lo bajo para no alterar el ambiente calmo y de descanso que los rodeaba en aquel enorme bungalow principal esa cálida madrugada. -¿También te ha dado sed, no?- cuestionó graciosa la muchacha que sólo vestía un camisón de dormir y unas chanclas que le había robado a una de sus compañeras, mientras tomaba un vaso del seca platos para servirse.

-Las papas fritas tenían mucha sal...- comentó sin elevar la voz, apoyando su trasero contra el borde de la mesada a la vez que cruzaba sus piernas para continuar bebiendo del restante de su vaso de agua, mirando de reojo cómo la mujer se servía a su lado, para luego quedarse ambos en silencio pues no había mucho para decir, cada uno inmerso en sus pensamientos. Por unos cortos segundos se bebieron por completo sus bebidas, donde la muchacha fue la primera en dejar su vaso dentro del lavaplatos, siendo imitada por el holandés que luego de aquello, decidió darle rienda suelta a una coqueta idea que se le había venido a la mente.

-Max...- susurró impresionada cuando quedaron a oscuras y fue acorralada por sus brazos como también por su corpulento cuerpo contra la mesada a su espalda, pudiendo sentir su calor corporal y unos vestigios de su riquísimo perfume impactar en sus fosas nasales como algo muy provocador. -¿Qué haces?- preguntó tímida y con una tonta sonrisa en su rostro que apenas podía verse, mientras llevaba sus manos hacia sus antebrazos y elevaba involuntariamente su mentón por la diferencia de altura, sin poder evitar acalorarse con facilidad y llenarse de nervios.

-Sólo quiero unos mimos antes de regresar a mi habitación...- respondió con ronquera y cierto jugueteo en su tono de voz santurrón, esbozando una sonrisa de lado que también lo acompañaba una mirada entrecerrada apenas perceptible para ella, sin percatarse del notorio sonrojo en sus mejillas que había provocado con esas simples palabras. -A acostarme solitario en las sábanas... sin nadie a quién abrazar... a quién besar...- continuó con seducción y una pizca de pena mientras llevaba sus enormes manos hacia su fina cintura, donde de un rápido movimiento la alzó a upa y la sentó sobre la fría mesada de mármol con cierta necesidad, arrebatándole una sorpresiva carcajada a la chica que tuvo que cubrirse la boca para que no la oyeran.

-¿Y si alguien viene?- preguntó con sensualidad al haberse dejado llevar por el juego tan peligroso y excitante, pues no podía negar que también anhelaba poder recibir de sus cariños tan atrapantes que tanto extrañaba, a la vez que lo recibía entre sus piernas y rodeaba su cuello con sus brazos, a escasos centímetros de distancia entre sus labios cuando su risa malvada chocó contra los mismos. -Max...- rió contagiada y se mordió el labio inferior con jugueteo al no recibir una respuesta concreta de su parte, para enseguida ser callada con un lento beso que volaron sus pensamientos bastante lejos de allí de un auténtico plumazo, sintiendo cómo el hombre bajaba sus manos hacia sus muslos para apretujarlos por encima del vestidito con cierto reclamo.

POLAROID | Max VerstappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora