94 | Somewhere only we know

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94 | Somewhere only we know

Lunes 18 de Diciembre de 2023
Montecarlo, Monaco

El suelo de madera y algunos muebles de la casa en el principado se habían plagado de cajas y bolsos de ropa que pertenecían a Julie, quién finalmente se estaba mudando junto a él luego de una última semana llena de reuniones, papeleo y demás trámites legales para poder tener todo en regla y ampliar su estadía en el continente europeo; algo que hacía muy feliz a Max. Las paredes ya no estaban vacías y pálidas, pues ahora había en ellas unos preciosos cuadros con fotografías que la muchacha había tomado, así mismo había portarretratos con recuerdos de ellos y algunas decoraciones que no se había podido resistir en traer; como lo eran algunos jarrones y simples artículos que le daban un toque más personal a los estantes vacíos.

El holandés se estaba encargando de llevar algunas cajas faltantes hacia las respectivas habitaciones y poder liberar el desbarate del recibidor y parte de la sala de estar; que por curioso que parecía, a Max le agradaba ese desorden pues significaba que había cambios buenos en su vida luego de tanto tiempo. Le emocionaba estar recibiéndola en lo que anteriormente había sido su casa, a la que ahora podría llamarle hogar pues antes no era ni algo parecido, encontrándose cargando en sus manos una de las últimas cajas con la inscripción en uno de los lados que indicaba que allí estaba el equipo fotográfico del antiguo estudio de la chica, hasta que llegó a la habitación y la depositó en el suelo luego de emitir un bufido por el esfuerzo. Volteó en su lugar con la idea de ir a ayudarla pues estaba doblando y acomodando toda la ropa en el gran armario de su dormitorio, cuando sus ojos inevitablemente se fijaron en la puerta cerrada del otro lado del pasillo, recordando lo que había detrás de la misma.

Exhaló con longitud y con un poco de letargo y coraje; decidió entrar, encontrándose con todo exactamente igual a la última vez que había estado allí, quedándose estático y con la mano sobre el picaporte mientras procesaba sus pensamientos un tanto ruidosos. Pues había nostalgia, orgullo, tristeza y cierto dolor aún por todo lo ocurrido, cuando lentamente comenzó a avanzar por el cuarto por entre las cosas esparcidas y rotas por el suelo; sin darse cuenta cómo es que empezó a recogerlas y a ordenar con cuidado, viendo a detalle las fechas de los trofeos y las medallas, recordando lo que había sentido y pasado en cada carrera que había ganado o incluso obtenido un podio.

Una sonrisa de labios unidos se formó a los pocos minutos en su rostro por la invasión de recuerdos y buenos momentos, dándose cuenta de que no debía estar triste sino orgulloso por todo lo que había conseguido, y que sus premios no merecían estar empolvados y acumulados como si nada valieran, lamentando aquellos que estaban rotos; queriendo olvidar esos pensamientos negativos que su padre le había inculcado durante toda su vida. Volvió a exhalar, teniendo un pequeño espasmo cuando unas sorpresivas manos se posaron sobre sus hombros algo tensos, girando su cabeza para encontrarse con una pelinegra quién hizo una mueca en señal de disculpas, sin dudar en rodearla con uno de sus brazos y atraerla contra su cuerpo en un gesto cariñoso.

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