Lia

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Jamás había dormido en algo tan cálido y cómodo como lo era dormir delante del fuego. 

Siempre habría dormido o fuera o en el corral con los animales.

Después de todo lo vivido, no me costó mucho caer profundamente dormida. Prefería no hacerlo, no confiaba en absoluto de un bárbaro como lo era él. 

El hombre que no me había concedido la muerte a pesar de suplicársela. 

El saqueo me sorprendió mientras cocinaba para mis dueños. No entendía los gritos ni los ruidos hasta que al fin alguien huía gritando que estaban saqueando la ciudad. 

Me quedé paralizada, jamás habíamos sufrido un ataque. Nuestra ciudad estaba escondida en mitad de la nada. Y poseía un ejército medianamente decente o eso me había dicho ya que al parecer, estos bárbaros no les costó mucho entrar y acabar con todo. 

Desde el hueco de la ventana pude ver cómo degollaban, mataban y destruían todo a su paso. 

Entonces le vi, aquella bestia. 

Alto, fuerte, podría ser perfectamente un oso. 

Su cabello enredado en un trenza rubia. 

Apenas llevaba un escudo, el cual estaba lleno de fechas clavadas, y una majestuosa espada. Debía pesar como una res. Pero él la levantaba como si de una pluma se tratara. 

Sus ojos claros brillaban antes la sed de sangre. 

En mi vida he visto muchas atrocidades, por ello que no giré la cabeza mientras veía cómo degollaba y clavaba su espada en personas que yo veía cada día. 

Personas malas. 

No quiero recordar eso. 

Entonces vi como mi dueño, el ser más despreciable de todo este mundo, huía como una rata. Pero aquel hombre lo cogió y sin apenas dudarlo, le degolló el cuello. 

El cuerpo muerto de mi antiguo dueño cayó al suelo como un bulto sin importancia. 

Al fin respiré. 

Entonces corrí a esconderme porque aquel monstruo se dirigía hacia donde yo estaba. 

¿me habría visto? ¿sí? ¿no? 


Todo pasó muy rápido. 

Pensé que al encontrarme, me clavaría su espada sin pensarlo. 

Pero no lo hizo. 


Encontró una manera de serle útil, y me dejó vivir. 

También me prendió un fuego y me dio comida. 

Pero no debo engañarme, he vuelto a ser la esclava de alguien.

Esta sensación reconfortante de calor y comida son efímeros. Mañana regresaré a las torturas y a los malos tratos. Porque eso es lo que es ser una esclava. 

Por eso le pedí que me matara, le supliqué morir, ansiaba al fin descansar de esta vida tan miserable que me ha tocado vivir. 

Violaciones, torturas, desprecio, humillación, explotación... 

Todo ello regresará. 

Lo único que me queda es al menos disfrutar de este corto momento de descanso plácido. 

El calor del fuego me reconforta, poco a poco se va apagando. 

Es muy entrada la noche. 

De repente siento una mano posar sobre mi pierna. 

Me despierto, me quedo inmóvil pero todo mi cuerpo se tensa. 

Alguien me está tocando. 

La mano me acaricia la pierna y empieza a subirme el harapo que visto. 

Me muerdo la lengua y permanezco inmóvil. Terminará pronto. 

Si algo he aprendido, es que oponer resistencia a cuando alguien te va a violar solo trae tortura y más dolor. 

Respiro entrecortada mientras siento como ese ser me toca más y más. 

Por un solo segundo, pensé que aquella bestia no me haría nada. 

Pero no es así. 

La mano pasa al interior de mi muslo y un aliento fétido a alcohol inunda el ambiente, ahogo un grito. 

Será rápido, me repito. 

Entonces algo pasa rápido y veloz. 

- AARRRGGGGHH!!! 

Salto totalmente aterrorizada por el grito que sonó por detrás de mi oreja. 

Giro la cabeza para por fin ver y me encuentro a un hombre desconocido para mí tirado en el suelo con una daga clavada en la mano. 

- AARRRGGGGGHHH! - gritaba de dolor. 

Me puse de pie y me alejé. No entendía nada. 

Qué estaba pasando. 

- dejé bien claro que nadie tocaría a la chica - gruñe alguien. 

Es él, quien me encontró, me dio comida y durmió en la misma choza que yo. 

Seguía medio tumbado en su diván. Tenía el pelo algo más despeinado que antes y sus ojos entrecerrados del sueño.

Entonces él no había sido quien me estaba tocando.

Mis ojos pasaban del hombre herido al hombre que supuestamente me había salvado. 

Di varios pasos hacia atrás. 

- ¡¡maldita sea Dagnor!! - gritó el hombre herido. 

¿Dagnor? le miro, ¿ese era su nombre?

Sus ojos de azul intenso se clavan en los míos. 

Se levanta mientras se despeja de su sueño. 

Va hacia el hombre herido y le saca la daga sin piedad. 

- ARRRRGGGHHHHHH! - grita el hombre. 

- levántate y lárgate 

- maldita sea, ¡maldita sea! - sigue gruñendo el hombre mientras sale con rapidez de la casa. Humillado y herido. 

Se hace el silencio. 

Miro a la espalda del hombre que me ha salvado sin saber cómo. Apenas hizo ruido aquel malnacido, y él estaba durmiendo profundamente porque podía oír sus ronquidos. Cómo es posible que supiera que estaba allí. 

Gira la cabeza y me mira de reojo.

No dice nada. 

Yo tampoco. 

Agacho la cabeza. 

¿debería agradecerle? no soy capaz

- vuelve a dormir - dice despreocupado mientras regresa a su diván y se vuelve a tumbar. - mañana será un día duro, descansa todo lo que puedas - dice medio dormido - y no tengas miedo por lo ocurrido, mientras esté aquí ningún hombre te volverá a tocar

Le miro, algo en mí reacciona ante sus palabras. Vuelven los ronquidos. 

Esta bestia es capaz de dormirse al segundo como lo es de reaccionar ante cualquier mínimo ruido. 

Me lo quedo mirando. 

Luego... me acerco al diván donde está él y me quedo dormida de nuevo. 


Un poderoso vikingo se enamora de una esclava.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora