Dagnor

6.7K 421 26
                                    


Muchos de los hombres dejaron de contar las lunas que llevábamos fuera de casa. 

Pero yo no. 

48. 

48 lunas y 48 soles habían pasado desde que partimos a esta expedición. 

Las tierras del norte. 

El conocido desierto helado. 

Como le advertí a Arl, ha sido un expedición en vano. 

No encontramos nada, ni aldeas ni tesoros ni nada. 

La tierra es mala para cultivar, el clima es una tortura, apenas hay animales, y los que criaríamos morirían a lo poco. 

Lo sabía, todos los sabíamos, pero Arl no quiso aceptarlo y nos llevó a un largo viaje lleno de noches sin dormir por el frío, cansancio extremo, hambruna...

Por poco y morimos todos. 

Y como no podíamos volver con las manos vacías, tuvimos que poner rumbo a una isla habitada por una gran ciudad donde, debido al mal estado con el que nos encontrábamos, perdimos a dos de nuestros hombres, pero logramos vencer y hacernos con el botín. 

Celebramos con mucho entusiasmos pues la tortura había cesado. 

Los hombres comían hasta vomitar, otro bebían hasta caer muertos y otros se satisfacían de necesidad con las desgraciadas mujeres que sobrevivieron. 

Ha sido un largo viaje. 

Estoy orgulloso de los hombres, sé que si no fuera por los intensos entrenos a los que nos sometemos no hubiésemos sido capaces de salir con vida.

Apenas hablo con Arl, mi respeto por él no ha cambiado, pero eso no quita mi enfado por no escuchar y someter a los hombres a un viaje tan desdichado. 

Bebo mi cerveza sentado mientras veo a mis hombres bailar y cantar alrededor de una gran fogata. 

Vales se deja caer al lado mío. Va bastante ebrio. 

- aaaahhhh... - suspira contento y choca nuestras jarras. 

Sonrío. 

- por fin... 

- por fin qué 

- mañana 

- mañana qué Vales, ¿quieres hablar y que se te entienda?

- mañana volvemos a casa al fin... 

Mantengo mi sonrío. 

Suelo ser el que menos espera regresar a casa, para mí, la vida consiste en las aventuras y luchas. 

Pero admito que esta vez tengo algo por lo que querer regresar a casa.

Lia. 

Ladeo la cabeza ante mi pensamiento. 

- estos malditos mal nacidos infieles... se follan hasta una piedra con tal de tener un agujero donde meterla... - habla borracho. - pero yo... - ríe - tengo algo por lo que esperar... - sigue riendo como un idiota. - aah... cuando mañana vea a Mara... pienso meterla en la casa y no parar de follarla hasta que se le caigan las piernas... 

Río ante su forma de hablar. 

- demasiadas lunas sin follar... un hombre no puede vivir sin dos cosas, luchar y follar...  sí señor... - habla y ríe solo. 

Le ignoro. 

- y tú qué 

- yo qué - pregunto. 

Un poderoso vikingo se enamora de una esclava.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora