Lia

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Pasaron unos pocos días desde que una nueva vida empezó para mí en la casa de Dagnor. 

Las tareas no me suponían una gran diferencia de mis obligaciones pasadas. 

Sin embargo, la comida abundante, un techo donde dormir, el calor de un fuego que me reconforta del frío invernal y sobre todo, el que no haya torturas, humillaciones ni violaciones era lo que más diferencio de mi vida anterior. 

Dagnor podía ser muchas cosas, pero me trataba como a una persona. 

Como dijo, yo no era su esclava. 

Suspiro mientras ordeno la casa, la falta de una mujer en esta casa se ha hecho de notar. Ansiaba atención, cosa que Dagnor parece ser que no le daba importancia. 

Por eso desde el primer día que apenas he parado de hacer cosas. 

Dagnor no ha dicho nada, lo que quiero ver como una buena señal. 

Vivir con un bárbaro guerrero me está resultado más fácil de lo que pensé. 

Dagnor apenas me habla, a veces le pillo mirándome por detrás, pero no dice nada y se va. Pasa pocas horas en casa, al amanecer se marcha y no vuelve casi hasta el alba. Por lo que dejó caer una vez, entrena y se ocupa de asuntos de la próxima expedición. 

Nunca se lo he preguntado, pero me parece que fuera él el próximo líder del pueblo. Su ambición por hacer de este pueblo un reino poderoso es propio de un líder. 

Suspiro. 

A pesar de ser temido y aterrador, Dagnor se comporta conmigo respetuoso y hasta diría algo tímido. 

Temo hacerle sentir incómodo en su propia casa. 

Llega todos los días con comida en un saco. 

El primer día me trajo ropa diciendo que con is harapos moriría de frío. 

Hasta ahora se come toda la comida que preparo. Repito eso de que no he visto comer a nadie como él. Es más, a menudo me dice que si pudiera comer más de lo que he preparado lo haría. 

Algunos días llega más tarde de lo normal, entrada la noche. Pero siempre acaba apareciendo haciendo que me sienta más segura. 

Todavía no sé cómo lo voy a hacer cuando él no esté por sus expediciones. 

Admito que teniéndole a él cerca me siento algo más segura por las noches. Lo cual nunca me había pasado con un hombre. 

Todavía no he salido de aquella casa, solo para remover la tierra de alrededor que usaré para el cultivo y limpiar algo el granero y corral para los futuros animales que pueda que me ocupe. 

Pero no he salido a conocer a la gente. No he visto a nadie que no sea Dagnor desde que llegué aquí. 

Le tengo miedo a sus hombres a quienes ya conozco de antes de llegar aquí y después de los gritos de aquella mujer llamada Astra, también le tengo miedo a las mujeres. 

Suspiro. 

Mi vida ha cambiado. 

Pero todavía me queda mucho por hacer. No he pensado qué hacer, ni dónde ir, ni de qué trabajar... 

No tengo nada que dar, ni ahorros ni talentos... 

Poco a poco. 

Dagnor no me está metiendo prisa, pero tampoco quiero abusar de su hospitalidad. Como ya dije, no quiero estar incomodándole en su propia casa. 

Un portazo me despierta de mis pensamientos. 

Miro asustada a la puerta de la casa y veo a Dagnor y su impotente cuerpo dentro. 

Un poderoso vikingo se enamora de una esclava.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora