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𝐉 𝐚 𝐦 𝐞 𝐬 .҉ 𝐏 𝐨 𝐭 𝐭 𝐞 𝐫
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La edad casadera de una mujer va desde los dieciséis hasta los veinte años. Las madres enloquecen por ver a sus hijas siendo despojadas por hombres de gran reputación y una, aun más grande, fortuna.
Roma Fitzgivinns lo sabía mejor que nadie. Se coqueta, pero no descarada. Mueve tu abanico, pero no demasiado, podrías ser malinterpretada. Nunca te presentes sola. No estés con un hombre sin compañía. Escote recatado, corset apretado.
Miles y miles de reglas para vivir en sociedad que debía seguir. Era como leer un libro que jamás terminaba de ser escrito, a sus veinte años, la madre de Roma le buscaba un marido con desesperación, estaba a un año de ser considerada una solterona y arruinar la reputación de la familia entera.
Baile tras baile, una cantidad variable de hombre eran presentados ante ella, desde los veinte hasta los cincuenta, cada uno se mostraba con la intención de casarse con la bella joven. Pero no aceptaba a ninguno.
Siempre eran lo mismo, se presentaban en su puerta con obsequios, entraban al salón y entablaban conversaciones con ella, siempre eran sobre el clima, sus habilidades, su belleza, sus bailes favoritos. Cosas tan banales, era como si la voltearon a ver y vieran un ser inferior y poco intelectual con el que solo podrían hablar de porque a llovido tanto esos días.
—Mamá no recibire a más hombre—Se quejo la joven, comiendo una de las galletas de mantequilla servidas en bandejas de plata alrededor de la sala.
—Claro que lo harás. Necesitas un esposo, Roma. Tu padre esta preocupado, incluso tu hermana de quince años esta más dispuesta a casarse que tu.
